La idea de la federación de regiones hace su camino en Chile como lo prueban desde hace tiempo múltiples indicios y recientemente opiniones recogidas por diversos medios, entre otros la plataforma tuconstitucion.cl, y por eso creo que es importante ponerse a reflexionar sobre algunos puntos claves. Aquí se quiere tocar uno solo : ¿Cuáles son los territorios que irían a constituir la Federación? Esta interrogación supone pensar que antes de decidir cuantas deberían ser las regiones federadas, si ellas deberían ser grandes, como lo han sugerido algunos, o, si es mejor volver a las provincias como lo sugieren otros, me parece que lo mas indicado sería analizar primero lo que ha sido la historia de las regiones que existen actualmente (que es ya larga) y cómo ellas se han ido integrando y desarrollando una identidad territorial y una cohesión interna, o cómo en su interior se han ido creando resistencias internas o inconformismos.
Si tomamos el caso de la región de Los Lagos desde sus orígenes, debemos convenir en que Valdivia tenía razones identitarias fuertes como para buscar un camino separado de su región madre. Pero tenemos también aquí el caso de Chiloé, archipiélago que posee una vocación histórica a la autonomía y que por lo mismo su identidad territorial debería ser reconocida en una nueva Constitución. Tendríamos entonces: región federada de Chiloé, región federada de Llanquihue y Osorno (¿región de los Lagos? ) y región federada de Valdivia, es decir, tres unidades territoriales que poseen su razón de existir con autonomía al interior de un Estado que deviene un Estado de regiones federadas (o provincias u otro nombre que se quiera).
Un ejercicio parecido aplicado a las otras regiones permitiría determinar el número de unidades territoriales que deberían ser dotadas de una relativa autonomía. ¿Cuantas ?, nadie puede decirlo sin pasar previamente por este proceso de evaluación. Me pregunto, entre otras cosas, si la actual región Metropolitana, cuyos límites se extienden hasta mas allá de 100 kilómetros no debería dar origen a tres regiones federadas: lo que es propiamente la cuenca de Santiago y dos otras conformadas por los territorios periféricos, para hacer posible que millones de personas se liberen del centralismo excesivo, para reducir los costos de la movilidad obligada por diversas razones, para ahorrar energías y para que la gente de las comunas actualmente absorbidas o neutralizadas por la capital, puedan crear libremente su futuro, asumirse y atender a sus propios intereses territorializados.
Por cierto, la lógica para llegar a soluciones satisfactorias en cuanto al número de regiones federadas será a veces desgajar determinados territorios de las actuales regiones, pero también del proceso contrario, de agregar. Por ejemplo, si tratamos de desgajar de la Región Metropolitana actual (cosa que me parece de evidencia monumental), para empezar yo separaría los territorios de San Antonio, Melipilla y Talagante y agregaría lo que es la actual provincia Cardenal Caro de la región Libertador Bernardo O’Higgins (con la comuna de Pichilemu incluida ). El territorio así conformado puede perfectamente constituir una región federada. ¿Ciudad capital? ¿El puerto de San Antonio?
El otro desgajamiento del cuerpo santiaguino-metropolitano, que puede resultar muy interesante para la ciudadanía implicada, es el constituido por los territorios de la actual provincia de Maipo, Buin, Calera de Tango, Paine y San Bernardo que pasarían a constituir otra región federada, autonomizada de Santiago. ¿Capital? ¿San Bernardo? De manera que en vez de la Región Metropolitana actual, que neutraliza el desarrollo de esas periferias, tendríamos en realidad tres (3) regiones federadas. A los ciudadanos de esos territorios de decidir en los meses que vienen.
¿Cuáles son los territorios que irían a constituir la Federación ? Esta interrogación supone pensar que antes de decidir cuantas deberían ser las regiones federadas, si ellas deberían ser grandes, como lo han sugerido algunos, o, si es mejor volver a las provincias como lo sugieren otros, me parece que lo mas indicado sería analizar primero lo que ha sido la historia de las regiones que existen actualmente ( que es ya larga) y cómo ellas se han ido integrando y desarrollando una identidad territorial y una cohesión interna, o cómo en su interior se han ido creando resistencias internas o inconformismos.
Por último, en toda esta búsqueda, me parece conveniente distinguir entre territorios suficientemente abarcadores (con provincias y comunas) que pueden concebirse como accediendo al rango de Regiones Federadas sin grandes objeciones (por su peso relativo en el conjunto nacional y por su coherencia interna) y territorios de tamaño reducido que merecen un tratamiento especial por razones insulares (Juan Fernández, Isla de Pascua) y por razones étnicas o culturales (territorios limitados a una comuna o a un conjunto de comunas). Las Regiones Federadas van a gozar de un estatuto de autonomía federal y al interior de cada uno habrá los territorios de Autogestión (y aquí yo introduzco una fórmula que hasta ahora, desgraciadamente, en Chile no se ha utilizado) que puede ser la mejor solución constitucional a la problemática étnica, por ejemplo. Me imagino que esta noción puede dar la clave a la eterna petición de autonomía territorial de los pueblos indígenas. Pero esta autogestión se instala, como he dicho, al interior de la nueva región federada.
Por un proceso de evaluación como el que sugerimos, las unidades territoriales que resulten con vocación a participar de la federación, deberían quedar inscritas imperativamente en la nueva Constitución, lo que no sucede en la actual con las regiones.
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