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No somos chilenos, somos Mapuche

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El cartel que encabezaba la marcha por Matías Catrileo en el aniversario de su asesinato, publicado en emol hace unos días, no ha dejado de chocarme sin, por lo mismo, sorprenderme. Este slogan ampliamente fotografiado, no ha merecido la atención ni de dirigentes políticos ni del público en general. Hasta ahora no tengo noticia de que alguien se haya sorprendido o inquietado por la lectura de tal slogan, no he leído ningún comentario a propósito, aún cuando a mi juicio, está lleno de significados inquietantes para el futuro.


Los chilenos deberían pensar que la tranquilidad del pueblo indígena y su desarrollo identitario ordenado aseguran su propia tranquilidad y futuro

Independientemente de que se trate de una manifestación tranquila, de solamente algunos centenares de participantes, me parece que debe tomarse en serio el significado simbólico y político que traduce y que seguramente da cuenta de la instalación progresiva de un imaginario indígena de ruptura con el Estado chileno. Una tal toma de posición está mostrando que se ha llegado en la Araucanía a una situación límite: nuestros conciudadanos mapuches estarían encontrando inaceptable la posibilidad de seguir asumiendo una doble identidad, la indígena y la chilena. Esta evolución obliga a interrogarnos.

El silencio aludido debería ser interpretado, en primer lugar, como subestimación de la condición de desesperanza que se instala en las comunidades que no encuentran respuesta acertada a sus demandas como pueblo diferente. Se topan con la negativa sistemática de parte del Estado de asumir el verdadero problema de la Araucanía, que no es otro que el tratamiento particular de la diversidad étnico/territorial de la región, de implementar una respuesta política, de estudiar las implicaciones de la demanda de autonomía territorial que plantean los mapuches y de aceptar su reconocimiento constitucional como pueblo diferente.

La subestimación del problema empieza por las élites gobernantes: ningún dirigente político ha hecho la más mínima alusión al acontecimiento que nos ocupa, mientras que por el contrario numerosos son los senadores, diputados y dirigentes de partidos que han dedicado su tiempo a comentar el viaje reciente de la presidenta Bachelet a la Araucanía. Pero, ¡atención! No para comentar el programa de la visita o analizar la situación conflictiva creada en la región sino para cuestionar los aspectos formales de la visita presidencial: que no los puso al tanto, que no los invitó a participar, que viajó en secreto, que fue improvisada y que coincidió con el inicio de las vacaciones presidenciales en el lago Caburgua. En el fondo salieron en defensa de sus intereses personales y partidistas y de la complicidad con que habitualmente funcionan al interior del sistema político santiaguino, dejando completamente en el olvido el “rollo”, aparentemente inextricable creado en la Araucanía por la ausencia total de estrategia política del Estado. Hacen, por el contrario, tabla rasa de las razones que crean la situación de conflicto: el tema político/territorial puesto en primera línea como reivindicación del pueblo Mapuche.

No creo que sea necesario abundar sobre las raíces del conflicto, sobre ello ha corrido mucha tinta, lo que parece urgente es ensayar de entender por qué las élites son reticentes a hacerse cargo del problema, que implica necesariamente concebir para el largo plazo una entente o pacto entre mapuches y el Estado. Chile es de los pocos países en el mundo que se afinca en una práctica trasnochada de la diversidad étnica y territorial, a contra corriente de los paradigmas que acompañan la globalización y de lo que practican desde hace tiempo países como el Canadá, Australia, Finlandia y otros.

La razón es sin duda cultural. De cierta manera todos los chilenos somos herederos de una cultura política fundada por una élite aristocrática orgullosa y discriminatoria que pretendía ser ella el país y que mas allá, pretendía definirse sino como los “ingleses de América” en todo caso como muy particular. En esta cultura de la soberbia, los indígenas como los pobres no representaban nada sino la barbarie y la fuerza de trabajo rústica.

Ciertamente, en el siglo XX nuevos elementos sociales acceden al poder y van a contribuir a limar los aspectos mas reaccionarios de este marco cultural político, pero da la impresión que la creación decimonónica de “los dueños de Chile” continua estando en el fondo del bagaje imaginario que impregna la cultura política de nuestros dirigentes de hoy. Es sin duda por ello que el respeto de la diversidad es ajeno a las élites chilenas: como la uniformidad es la fuente del conformismo se acomodan a ella fácilmente y así aseguran su tranquilidad personal y su actividad política rutinaria. Alguien podría decir que lo que se impone es un “lavado de cerebro” para que se actualicen.

Exigir que cambien implica una larga marcha… Porque la sociedad subordinada también ha sido profundamente contaminada por tal cultura política y por ello también guarda silencio frente a la evolución dramática, pero también peligrosa, del conflicto Mapuche. Los chilenos deberían pensar que la tranquilidad del pueblo indígena y su desarrollo identitario ordenado aseguran su propia tranquilidad y futuro. Deberían preocuparse por la inexistencia de un movimiento ciudadano, como el que fue despertado por los estudiantes en los años pasados, destinado a presionar a las élites gobernantes a buscar una solución de largo plazo al conflicto que tiende a expandirse y agravarse entre el Estado y los indígenas. La continuación de la violencia puede tener efectos negativos insospechados sobre la cohabitación de las dos sociedades e impactos sobre múltiples parámetros de la vida local y regional.

Recordemos que el primer gobierno de la presidenta Bachelet no tuvo estrategia específica y decidió ignorar las demandas mapuche en la Araucanía. Decidió ignorar el tema central que ha estado en el origen de la violencia en la región: que la expansión forestal ha sido nefasta para las comunidades limítrofes a las plantaciones, que hay tierras indígenas, que deberían ser negociadas, en manos de grandes empresas forestales y que se impone con prioridad negociaciones serias, comenzando en ciertas zonas donde la situación es más crítica.

Su segundo gobierno, el actual, ha abandonado su estrategia integracionista sobre la región después que los mapuche se rehusaron masivamente a participar en la consulta sobre su proposición de crear un Ministerio de los Pueblos Indígenas y un Consejo Superior de los mismos. Cerrada esta salida institucional, a su gobierno no le ha quedado otro camino que el de agenciar los sucesos que se producen día a día.

La visita de la presidenta a la Araucanía, comentada al comienzo de este texto (con una “intensa agenda” según los medios) va a consistir simplemente en reunirse con algunas víctimas de la violencia, inaugurar un hospital comunal en Lautaro y unas instalación de agua potable en Chonchol. Conclusión de esta agenda «intensa»: según el diario La Tercera, la Jefa de Estado, confirmó el compromiso de «establecer una mesa de trabajo de la región que pueda ser de amplia participación, donde puedan también desarrollar propuestas específicas más allá de lo que nosotros como Gobierno podamos llevar adelante». Vale la pena recordar que los archivos están plenos de mesas de trabajo y mesas redondas prometidas o realizadas, por cierto siempre con “la más amplia participación”, desde la época en que el presidente Lagos anunció un “Nuevo Trato”  con los pueblos indígenas, fórmula que no fue del gusto de la presidenta Bachelet.

Un último punto. El problema mapuche viene a cuestionar la cultura política dominante y optimistamente se podría imaginar que la presidenta Bachelet en un intento “por salvar los muebles” de su gobierno en la Araucanía podría, por ejemplo, en el tiempo de los dos años que le quedan, levantar un importante programa de debate público, principalmente en los canales de televisión en las horas de mayor audiencia, sobre la gravedad de la cuestión indígena en el país. Estos programas deberían tener un formato diferente de los escasos debates políticos hoy existentes en los canales de televisión, donde siempre intercambian solamente hombres políticos con los periodistas de turno. Por el contrario, se necesita reunir y escuchar mucha gente para llegar a conclusiones: dirigentes indígenas de diferente escalones, intelectuales, expertos de las ciencias sociales, representantes de asociaciones que trabajan con gente indígena y algunas autoridades y políticos que hayan desarrollado las ideas sobre el tema. El debate debería ser permanente y no uno, de vez en cuando, y va a significar seguramente para el gobierno negociaciones con los cadenas de televisión y tal vez revisión de los compromisos asumidos a la hora de la autorización oficial para ocupar espacios.

La presidenta mejoraría su imagen ante los Mapuche y haría una contribución importante al proceso indispensable de modificación de la cultura política dominante en el país.

TAGS: Araucanía Conflicto Mapuche Pueblos originarios

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Comentarios

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Nolberto Saez

15 de enero

Hay un gran error en la pancarta. Somos chilenos, no mapuches. Hace 500 años habían mapuches y españoles. Hoy no hay ni mapuches ni españoles, hay chilenos, y todos ellos con los mismos derechos y las mismas OBLIGACIONES. Busquen en el ADN de cualquier hijo de esta patria y verán que el ADN tiene blanco, azul y rojo. De ahí que quien intente separar el país violando sus leyes no es mas que un delincuente que debe ser tratado como tal y no premiarlo regalandole tierras y prebendas. Hay miles de chilenos que llevan apellidos que los identifican con los mapuches que son honestos ciudadanos, trabajadores, profesionales, que no andan exigiendo tierras ni quemando instalaciones y que se labran un porvenir gracias a sus esfuerzos o al de sus antepasados. La araucania por otra parte vive y se desarrolla gracias al aporte de otras regiones del país. Ella sola no podría sobrevivir. Ella es un engranaje más de un país que funciona gracias a la suma de sus partes. En definitiva, la solución es poner orden y cortar de raíz los actos contrarios a las leyes vigentes de un país que nos pertenece a todos, y que no puede ni debe comenzar a desgranarse para satisfacer ambiciones personales de liderazgo y de aprovechamiento indebido.

16 de enero

Creo que para poder debatir de manera positiva, el primer requisito es abandonar las generalizaciones y apuntar a aspectos precisos si alguien propone una discusión. Sobre el comentario recibido voy a tocar solo dos o tres puntos.

Es cierto que la gran mayoría de la población chilena actual es mestiza, es decir, salida de Mapuches y españoles pero no por eso los primeros han desaparecido.

Por eso sobre la ADN: creo que hay que mirar las estadísticas. Los documentos oficiales, cuyas cifras tiran siempre a la baja (por razones conocidas), confirman la existencia de sociedades indigenas al nivel local. El documento oficial “Política de Nuevo Trato con los pueblos Indígenas” del 16 de abril 2004, muestra que solamente en las Comunas de la Araucanía hay mas de 15 cuya población Mapuche sube por encima de 30 %, de entre ellas 4 tienen una población Mapuche con mas de 50% (Puerto Saavedra, Galvarino, Nueva Imperial, Curarrehue,), con entre 40 y 50% de población Mapuche a nivel comunal existen 4 Comunas (Ercilla, Lonquimay, Tirua, Freire y Padre Las Casas). Con entre 30 y 40% de población Mapuche existen 7 Comunas (Th. Schmidt, Perquenco, Lumaco, Melipeuco, Lago Ranco, Toltén y Panguipulli). Pero los Mapuches están presentes también en Comunas de provincias de la región de Los Lagos.

« Separación» de territorios? Territorios independientes al interior del pais? Los Mapuches lo saben, no tienen la fuerza como para declararse independientes y ello lo saben, nunca lo han planteado:

16 de enero

Quisiera agregar algo al comentario anterior: lo que buscan los Mapuches es negociar con el Estado chileno reivindicaciones de algunas tierras y de autonomía relativa al interior de territorios donde viven para hacer su propia transicion a la modernidad. Como se sabe cuando hay negociaciones entre actores en conflicto cada parte debe ceder algo en sus pretensiones para llegar a una entente. Las cifras de poblacion de las Comunas señaladas mas arriba muestran que los arreglos son posibles en términos de autogestión territorial, pueden ir desde una gran parte de una Comuna a un territorio mas reducido conformado por un grupo de comunidades con relativa continuidad geográfica. Hay que tener en cuenta que en Chile las Comunas son enormes territorios y que por lo mismo, si hay coraje, imaginación y buena voluntad para negociar, hay grandes posibilidades de encontrar los arreglos internos en esos territorios locales y hacer viva la autogestión.

En una republica democrática, nadie puede considerar que la ley se hace de una vez para siempre, la lógica democrática indica que ella debe evoluciona, ella se modifica, ella sirve para solucionar problemas, ella se ajusta a nuevas realidades y por lo mismo en términos de asegurar la cohesion social no hay nada de eterno ni de sagrado en la ley, contrariamente a la ley religiosa. Todo es posible si la conducta de los actores no es rígida y anquilosada. Cuando ello sucede, la violencia y el caos tienden a prosperar.

Jorge

16 de enero

La pancarta lo dice todo y en su elocuencia es además alarmante. Es una lógica del todo o nada que de ninguna forma aporta a solucionar el conflicto en la Araucanía. La solución debe pasar por instancias de negociación, haciendo que el Mapuche además de sentir orgullo de sus raíces étnicas se sientan parte de este país que todos construimos. Integración y no segregación

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