Constantemente vemos cómo hay personas a las cuales la vida les sonríe y a otras que les llueve sobre mojado. Hay personas que, no importando el camino que tomen, logran sus objetivos y otros a los cuales nada parece salirles bien. A simple vista pareciera que no hay una razón de esta diferencia, más allá de la suerte o el destino. Pero, si observamos con mayor detenimiento, podemos identificar que esta diferencia radica en un inagotable deseo de alcanzar un sueño, acompañado de una planificación detallada, una gran confianza en sus recursos para poder sortear todos aquellos obstáculos que se presenten y de estar rodeados de personas que los alientan a seguir adelante.
Esta es la cualidad que separa a vencedores de vencidos, de los que están en control de sus vidas y de aquéllos que culpan a otros de sus resultados; de quienes están conectados con la inteligencia infinita y de los que culpan al destino del por qué le pasan las cosas. Esta cualidad es la persistencia, la que nos lleva a conformar nuestros hábitos. Si estos son potenciadores, seremos capaces de alcanzar todo aquello que nos propongamos, pero de ser negativos nos alejarán de los sueños, haciéndonos sentir indefensos en un mundo hostil.Somos nosotros quienes tenemos la llave de la puerta hacia el éxito. Y esa llave no es más que un estado mental, el cual deja ver oportunidades donde otros ven problemas, que sin importar cuán grande es la caída confían en sus habilidades para lograr sus sueños y se levantan una y otra vez sin traicionar lo más importante, a ellos mismos.
Somos nosotros quienes tenemos la llave de la puerta hacia el éxito. Y esa llave no es más que un estado mental, el cual deja ver oportunidades donde otros ven problemas, que sin importar cuán grande es la caída, confían en sus habilidades para lograr sus sueños y se levantan una y otra vez sin traicionar lo más importante, a ellos mismos.
Solo conseguiremos aquello que deseamos una vez que le demostremos al universo que no nos rendiremos. Si esperamos que todo salga fácil, sin que nada retrase el cumplimiento de los planes hacia el éxito, estamos evaluando las cosas desde una cultura de la inmediatez y la superficialidad.
Esta cultura, muy arraigada en estos tiempos, la vemos caracterizada por un estilo de crianza en donde, por lo general, los padres intentamos entregarle todo a nuestros hijos con el objetivo de alcanzar un estado de tranquilidad bajo la premisa “no quiero que le falte nada”, “que tenga la vida que yo no tuve” o “que no sufra como yo”. Es este estado mental, donde el foco está en el tener, satisfacer nuestro dolor y no en el dar, entregar a los demás, lo que nos separa de las leyes de la naturaleza y nos hace recorrer el camino del sufrimiento.
Es el apego a las cosas lo que nos hace aferrarnos a lo conocido, aunque esto sea revivir una y otra vez todo aquello que renegamos de nosotros mismos para reflejarlo en los demás, así no arriesgarnos en modificar aquellas creencias que nos mantienen estáticos y no aventurarnos en el camino hacia el cumplimiento de los sueños.
Solo cuando nos atrevemos a dejar ir todo aquello que nos ata, seremos capaces de iniciar el camino hacia lo desconocido. Existen una serie de factores que favorecen una mentalidad que es capaz de conquistar la adversidad. Lo primero es conocernos en cuanto a las habilidades y debilidades, para así poder modificar aquellas creencias que nos limitan. También debemos ser capaces de identificar lo que deseamos, por lo general podemos reconocer este llamado, ya que va acompañado de una fuerte pasión, un estado anímico positivo y de una gran sensación de energía.
Pero contar solo con el deseo no es suficiente, debido a que el camino a recorrer será largo y que solo podemos creer en aquellas oportunidades que hemos construido bajo la confianza en nuestros recursos, conocimientos y habilidades. Estas fuentes de conocimiento pueden provenir de la experimentación, la experiencia acumulada o de la inteligencia infinita.
El conocimiento se obtiene del movimiento, ya que es ahí donde se despliegan las capacidades. Se aprende más del fracaso, las caídas y del infortunio, que de los aciertos, cuando somos capaces de sobreponernos a él, siempre que nuestro actuar se sustente en la excelencia personal. Es así como podremos hacer de cada día una obra maestra. Es la intención, de estar en constante aprendizaje, lo que nos mantiene firme en el camino hacia el cumplimiento de los sueños.
Cuando el viaje es más grande de lo que solo uno puede cumplir, es necesario involucrar a otros en este camino. Por esto es necesario contar con personas que nos apoyen durante el camino, ya que nos proporcionan la capacidad de llevar a cabo un plan, sin desviarnos, brindándonos consejos, diferentes puntos de vista y podrán brindar los contactos necesarios para resolver cada una de las tareas que no podamos resolver nosotros mismos. Todos estos elementos son esenciales a la hora de embarcarse en el viaje de alcanzar nuestros sueños.
Antes de embarcarnos en este viaje hay que considerar que si tenemos una actitud desinteresada y caemos en dejar tareas para después o al azar, sin asumir la responsabilidad de nuestras acciones y buscando resultados inmediatos, no seremos capaces de sobreponernos a las dificultades.
Las metas se logran mediante un propósito definido, respaldado por un fuerte deseo. Este propósito debe estar expresado en un plan claro, llevado a cabo por una acción continua. Pero, principalmente, por una mentalidad que no deje entrada a influencias negativas o desalentadoras. Estos son los pasos que nos llevarán a convertir los sueños en una realidad física.
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