Desde el título, ya llama la atención. Gratamente, para quienes -sin ser expertos cultores o investigadores- algo nos interesamos en la cultura, historia e identidad de los pueblos. Y en este caso en específico, de éste. De nuestra región de Aysén, en la Patagonia.
Lo sé, que un llegado hace tres décadas hable de “nuestra región de Aysén” genera escalofríos entre ciertos habitantes nacidos y criados, como se le dice comúnmente a la oriundidad. Y que con Nelson Huenchuñir -dibujante aysenino- aportamos como muchos antes y después a develar con el Manual de Carreño de la Patagonia-Aysén.Una puerta a la música en sus componentes de melodías, cantos, bailes, pero también a todo lo que le rodea: las fiestas, las vestimentas y aperos, los instrumentos. Es una obra que parte de la base de que la cultura es un todo integral, un fluir de todos los sentidos
“La Música Tradicional de Aysén continental” se titula la obra de Cecilio Aguilar Galindo. Descendiente de familia pionera chilena, asentada a principios del siglo pasado allá por los pagos de lo que hoy es Balmaceda, reconocido antaño como el inicio del gran Valle Simpson (hoy acotado a un pequeño poblado) al ser cercano a la naciente del río homónimo. Fue ahí donde llegó Juan Aguilar, y donde nacieron Cecilio y su padre.
Es muy posible que esta raigambre, junto con haber sido crecido en Balmaceda, le haya impregnado a fuego ese apego a las tradiciones gauchas de este trozo de Patagonia.
El libro, al aludir a lo “continental”, reconoce lo que en ocasiones se olvida: la Patagonia no es sólo cordero, caballo, piernera y chamamé. Es también cholga, lancha, chaleco de lana y vals chilote. No sólo el litoral, las estancias chilenas y argentinas surgieron también gracias al esfuerzo de hombres y mujeres de la Isla Grande, más cercanos al chono y huilliche que al huaso centrino.
Delimitar geográficamente su obra e investigación a lo que es, sin anhelos grandilocuentes, aporta a comprender un poco más el origen y presente de esta tierra y maritorio, que también son guía para el futuro común. Y eso se agradece. Porque el legado común se nutre de diversidad, no necesariamente de homogeneida y competencia.
Aunque el conjunto Mate Amargo, con icónicos exponentes de música tradicional aysenina, nació en 1998, fue hace dos décadas -2003- que gracias al proyecto “Investigación de la Cueca tradicional y otros ritmos” comenzó Cecilio Aguilar junto a Segundo Oria a pesquisar las tradiciones musicales de la región. Músico y cultor autodidacta, en aquel primer intento sentó las bases de los alcances de la tarea a emprender. Desde Lago Verde hasta Cochrane fue entrevistando y registrando la tradición artística desde sus propios habitantes en el territorio.
Tal es el origen de este texto y sus imágenes. Una puerta a la música en sus componentes de melodías, cantos, bailes, pero también a todo lo que le rodea: las fiestas, las vestimentas y aperos, los instrumentos. Es una obra que parte de la base de que la cultura es un todo integral, un fluir de todos los sentidos. Memoria incluida.
Si busca pasear amenamente por las celebraciones de antaño, su origen, motivaciones, formatos, éste es uno de los caminos. ¿Por qué los bailes son de pareja tomada, con excepción de la cueca? ¿Por qué se desarrolla en sistema de rueda? Éstas y otras particularidades tienen su fundamento en cómo fue el poblamiento aysenino mediterráneo y sobre el cual da luces el libro. El chamamé, el foxtrot, el tango, el valse, la milonga, el pasodoble, la polca, la cumbia, la mazurca y la ranchera (la argentina no la mexicana, que se llama corrido y que es de más cercana data) tienen espacio en esta reseña.
Capítulo aparte merece en la obra la cueca aysenina, derivación patagona de la de la zona central. Con melodías y letras propias, tiene particularidades que son desplegadas en detalle, buscando transmitir el hábito de apreciar la música tradicional. No es un manual para escuelearse y dar cátedra, pero sí es útil para la consulta ocasional.
Es éste sólo un esbozo de “La Música Tradicional de Aysén continental”, publicado hace tan solo unos meses por la editorial regional Ñire Negro, con financiamiento Fondart 2021.
Una obra que aunque alude a la musicalidad regional, es mucho más. Es un tránsito hacia un pasado y presente que se sigue descubriendo gracias a la labor de investigadores como Cecilio Aguilar, y que sirve tanto a los nacidos en esta Trapananda como a quienes llegamos, con ojos, oídos y corazón abierto, de mucho más allá.
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