Me pregunto si la necesidad de producir una campaña que estimule a ser solidarios un día al año, no sea sino demostrativa de que estamos todavía muy lejos de generar una cultura en que los esfuerzos ciudadanos individuales se orienten a la transformación de los términos de la injusticia social y no sólo con el alivio de sus consecuencias. Es, en este sentido, que puede sonar a derrota.
Valoramos la inspiración humanitaria de la campaña “Un día para dar” que se desarrollará en nuestro país y en muchos países del mundo el 3 de diciembre próximo. Pero su imagen y sus mensajes están muy distantes de la forma en cómo entendemos la solidaridad y el compromiso social con las diferentes formas de desigualdad que existen en el mundo y en Chile en particular. También percibo que los imaginarios de familia, de genotipos y situaciones de generosidad que incluye la campaña son muy restringidos, homogéneos y distantes de las diversas realidades que vivimos y de las múltiples prácticas de solidaridad que gestionamos.
Las organizaciones llevan muchos años trabajando por una transformación estructural de las brechas sociales y las deficiencias democráticas en nuestro país. Muchas de estas organizaciones han expresado su solidaridad con las víctimas directas de la violencia, de la pobreza y la discriminación, mientras al mismo tiempo han contribuido significativamente a generar nuevos marcos de protección legal para ciudadanos y ciudadanas. Otras abordan la defensa de los recursos naturales y los bienes comunes; hay quienes dedican su trabajo profesional, técnico y político a la constitución de sujetos que exigen respeto a sus derechos de manera sustentable, contrario sensusde la beneficencia puntual y transitoria que por muy bien intencionada que sea, no genera transformaciones duraderas.
Felicitamos el aporte del sector privado para apoyar iniciativas que surgen de la sociedad civil organizada para aliviar situaciones de extrema vulnerabilidad y valoramos el trabajo que hacen los voluntarios en distintos ámbitos, pero este es un campo y un enfoque parcial de la solidaridad. Esta parcialidad deja afuera a quienes creemos que es urgente crear conciencia que Chile no soporta los grados de desigualdad, injusticia y segregación que están a la base de sus logros de crecimiento. Y esta mirada tiene otra estética, otra narrativa, rostros más diversos.
Me pregunto si la necesidad de producir una campaña que estimule a ser solidarios un día al año, no sea sino demostrativa de que estamos todavía muy lejos de generar una cultura en que los esfuerzos ciudadanos individuales se orienten a la transformación de los términos de la injusticia social y no sólo con el alivio de sus consecuencias. Es, en este sentido, que puede sonar a derrota.
Reconocemos que muchas de las organizaciones requieren con urgencia apoyo financiero para seguir cumpliendo su misión, y una campaña de este tipo puede favorecer la difusión de su quehacer. Si este trabajo que hacemos es de interés público, sin fines de lucro, protector de los bienes comunes y promotor del ejercicio de derechos, constituye un paradigma de solidaridad transformadora que -en la medida que es más conocido y mejor comprendido-, debe concitar la responsabilidad del sector público y despertar el interés del sector privado comprometido con el desarrollo sustentable. Vamos a seguir trabajando para abrir diálogos con este sector privado y la ciudadanía en general y compartir nuestro enfoque. Creo que el marketing social es un peldaño en un camino que debe ir mucho más lejos, hacia la co-rresponsabilidad efectiva del mundo empresarial (de cualquier tamaño) con el mundo que creamos.
* Columna por Loreto Bravo – Secretaria ejecutiva Acción AG.
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