#Ciudadanía

Hasta las estrellas chocan y del caos nacen los planetas

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“Cabros, esto no prendió”, “no se han ganado el apoyo de la población”, “la gente está en otra, el chileno es mucho más civilizado”, sentenciaba el exgerente del Metro de Santiago días después de la jornada de evasión en donde los estudiantes chilenos se negaban a pagar un nuevo aumento en la tarifa del pasaje. Sí, sólo eran $30 pesos más, alcanzando los $830 (US$ 1,14) por subirse al principal medio de transporte que conecta la capital. Segundo más caro en Latinoamérica, sólo antecedido por el metro de Sao Paulo (US$ 1,25).  Pero, ¿habrá sido realmente sólo el aumento de $30 el estallido social que desestabilizó al segundo Gobierno de Sebastián Piñera y donde el  mandatario terminó pidiendo perdón y anunciando el congelamiento de la tarifa por cadena nacional? Todo pareciera indicar que no.


Las manifestaciones han demostrado que estamos unidos, dispuestos a soñar y construir en colectivo. El estallido ha hecho germinar una semilla que se sembró hace más de 40 años, cargada de solidaridad y fraternidad

Hace tan solo un mes festejábamos en Chile nuestras fiestas patrias al cumplir 209 años de la primera Junta Nacional de Gobierno y paradójicamente hace un par de semanas previas al estallido, el Presidente Piñera afirmaba “Chile es un verdadero oasis dentro de una América Latina convulsionada”, al parecer ese oasis fue sólo un espejismo, señor Presidente.

Se cree que el alza de la tarifa en la locomoción fue la gota que rebalsó el vaso y que sólo representa la punta de este gran iceberg de la desigualdad chilena, lo acompañan servicios básicos como Salud, Educación y Previsión Social caros y privatizados, colusión de precios, extensas jornadas laborales y bajos salarios. La protesta ciudadana se tradujo en evasión masiva del Metro, marchas a nivel nacional, barricadas, concentraciones masivas que incluso superaron al millón de personas en la capital, pero también y como siempre ocurren, saqueos e incendios. Algunos manifestantes planteaba que era triste tener que recurrir a estos extremos para recién ser escuchados, explicando “No son 30 pesos, son 30 años” y haciendo alusión al Chile post dictadura que aún mantiene sus pilares y Constitución bajo el manto neoliberal de Pinochet, Friedman y los chicagos boys.

El modelo económico neoliberal chileno no sólo es ilegítimo por haberse promulgado durante un gobierno de facto que derrocó a uno  de tipo democrático y constitucional, sino que además, porque fue introducido mientras el Estado perpetraba crímenes de lesa humanidad; tales como tortura, desapariciones y asesinatos de manera sistemática. Así lo explica la periodista canadiense Naomi Klein, quien a través de su libro “La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre” plantea que la introducción de políticas o reformas capitalistas contemporáneas sólo se pueden ejecutar ante crisis de primer orden o estado de shock y mientras tanto los ciudadanos aún se recuperan del trauma, se deben instaurar rápidamente. En Chile, nuestra crisis fue el golpe de Estado y su respectiva represión, Friedman -quien asesoró a Pinochet- afirmaba que las políticas neoliberales que se instaurarían en  nuestro país provocarían reacciones psicológicas en las ciudadanía, lo cual facilitarían aún más el proceso, denominándolo “tratamiento de choque económico”. Así ocurrió también con el bombardeo en Irak, la crisis económica en España o las privatizaciones de escuelas públicas en Nueva Orleans tras el paso del huracán Katrina.

En Chile entonces vivimos la crisis de un sistema instaurado “en crisis”, ¿será el momento de revertirlo? ¿algo así como un antídoto social? Cuando la ciudadanía debe lidiar con endeudamientos por estudiar en la universidad, pagar alzas inexplicables de electricidad y  transporte, cuando deben esperar meses el llamado de los hospitales para la atención de un especialista o jubilar con pensiones miserables -lo cual obliga a los adultos mayores a continuar trabajando para pagar costosos medicamentos- es porque la estructura está fallando y debe ser reemplazada. Sobretodo cuando las autoridades muestran nula sintonía con las necesidades de la ciudadanía o incluso llegan a burlarse de ello. Como cuando el ex Subsecretario de Salud afirmaba que la gente se levantaba temprano a los consultorios para hacer reunión social, o cuando el ex Ministro de Hacienda suplicaba “rezar” para solucionar la guerra comercial o invitaba a los románticos a comprar flores porque el precio había caído, o quizás cuando el ex Ministro de Economía sugería madrugar para no pagar la tarifa de horario punta del transporte o el Ex Ministro del Trabajo que para asustar a la ciudadanía sobre las graves consecuencias que llevaría bajar la jornada laboral a 40 horas, planteaba que de ser así Chile podría verse impedido de jugar la Copa América o tal vez el ex Ministro de Vivienda quien postulaba que la mayoría de los chilenos somos propietario de una casa o un par de departamentos. Así de violentas son estas palabras, quizás incluso más violentas que un neumático combustionándose por ahí y en plena calle.

Hasta el momento, la manifestación social en Chile ha dejado un lamentable saldo de 23 fallecidos, 4.271 detenidos y 1.305 heridos. Incluso existen múltiples querellas por casos de tortura, abuso sexual y otros homicidios, que ya se están investigando y donde diversas organizaciones de DDHH, tanto nacional como extranjeras, se encuentran estudiando la más violenta represión arremetida en democracia y nunca antes vista desde la dictadura.

No tenemos cifras oficiales de cuántas conciencias se han removido por estos días, pero parecieran ser millones. Emociona ver adultos mayores con sus bastones marchando y en cuyo cuello cuelgan todos los medicamentos que deben comprar mensualmente, familias con sus hijos quienes a  través de carteles exigen estudiar sin endeudarse, cánticos que hacen alusión al despertar de Chile y la renuncia de autoridades que no han dado el ancho. Estamos en un momento clave, mágico y que no podemos desperdiciar. Si el Presidente Piñera afirmaba hace algunos días “estamos en guerra”, las manifestaciones han demostrado que estamos unidos, dispuestos a soñar y construir en colectivo. El estallido ha hecho germinar una semilla que se sembró hace más de 40 años, cargada de solidaridad y fraternidad, pensamos que el asfalto que se cimentó a la fuerza sobre esa tierra no permitiría su crecimiento, pero no fue así, ese duro concreto ha comenzado a agrietarse y hacerse polvillo, como siempre lo esperamos pero como nunca nos imaginamos que sucedería.

De manera espontánea se están levantando encuentros ciudadanos en donde la comunidad se reúne a discutir necesidades, sueños y propuestas de un país más digno y justo para todas y todos. Mientras el Gobierno sigue respondiendo con cambios improvisados, no estructurales y represión excesiva, desde la ciudadanía surge la idea de una nueva Constitución, aún por definir cómo hacerlo. Precisamente esto necesitamos; reunirnos, conocernos y participar de estos encuentros que sin duda alguna enriquecen y fortalecen nuestra democracia.

Vivimos días extraños pero quizás los mejores de 30 años de transición democrática, si antes creímos ser una nebulosa flotante y somnolienta, terminamos dándonos cuenta que éramos estrellas y que al colisionar con otras –iguales a nosotras– lográbamos fundirnos y compartir una inimaginable energía interna, provocando ondas gravitatorias que incomodarían y pondrían en aprieto al orden cósmico y sus autoridades. Como dijo Chaplin, “No debemos tener miedo de cuestionarnos, de hecho hasta los estrellas chocan y del caos nacer los planetas”.

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