Hace ya más de 10 años, en una conversación sobre la evolución de las especies, un conocido mío (evangélico) rebatía la teoría argumentando “¿Cómo va a ser posible que descendamos de los monos? ¿En el futuro los monos serán humanos?”. Yo, sin ser experto en el tema, ni mucho menos, trate de explicarle con la siguiente metáfora: “No es muy posible, ya que la evolución es como un árbol: Todos los caminos genéticos partieron desde un punto común, comparable al tronco de un árbol. Debido al proceso evolutivo, cada camino genético tomó dirección propia, lo que equivaldría a las ramas. Por lo que, si bien tenemos muchos elementos genéticos comunes con algunos simios y muy pocos con los pájaros, por ejemplo, nuestros caminos evolutivos nos llevarán a lugares muy distintos a futuro.”
Esta metáfora cada cierto tiempo se me viene a la mente, pero por un tema completamente distinto: el desarrollo político y económico del país. Hoy tenemos más de una receta para el desarrollo, tenemos el deseo, tenemos la idea y la esperanza, pero…
Las políticas cortoplacistas, la “encuestocracia”, la extrañamente hoy relevante #twitocracia (seguramente mañana será otra), la bajísima representatividad de la clase política, el libertinaje económico, la inexistencia de “objetivos país” y mucho menos de planificación a largo plazo, el negociable sentido patriótico, los poderes fácticos más allá y más arriba del alcance de la política, el poder imbatible de la banca, la educación pública hecha añicos, formación universitaria deficiente (tanto pública como privada), medios masivos de comunicación con contenidos “aspiracionales”, y varios etcéteras, no pueden ser augurio de un buen porvenir. Peor aun si 17 millones de ciudadanos no son más que allegados en el país de unos pocos. Obligados y/o inducidos a permutar libertades por cupos de tarjetas de crédito, para comprar derechos y subcontratar deberes.
Cada año los indicadores dicen que el desarrollo está ahí, al alcance de la mano. Un poco más de inversión, un poco más de productividad, un poco más de innovación, un poco más de crecimiento, un poco más de especialización, un poco más de tecnología, un poco más de valor agregado, un poco más de energía…solo un poco más y el desarrollo, ejemplificado en los modelos europeo, canadiense, neocelandés, australiano, o incluso estadounidense, de bienestar social y económico, llegará en 10, 15 o 20 años dependiendo de los altos y bajos de la economía global. Sin embargo, creo que nuestro modelo de desarrollo será muy distinto al que deseamos, ya que como en la metáfora del árbol, ese modelo y el nuestro, van por ramas distintas, que hoy están muy cercanas, están ahí, a la vista, solo un poquito más allá, pero que hace tiempo tomaron direcciones distintas y nunca se encontrarán. Es más, serán cada vez más distantes con el correr de los años.
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Foto: Inmigrante a media jornada / Licencia CC
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