No deja de llamar la atención el comportamiento y la flexibilidad moral de los dirigentes de la ANFP y de los clubes asociados, pero más me llama la atención la reacción de la gente respecto al tema.
Cabe recordar que los clubes, en su mayoría, son entes privados y en esa condición los dueños pueden hacer con ellos lo que quieran. Luego, si los dueños se asocian y/o federan, lo que pase en dichos estamentos es asunto de ellos. Que la selección de futbolistas profesionales que representan a dicha asociación lleven el nombre de Chile es sólo para ubicar geográficamente en radio de operación de la misma, no implica en ningún caso que sea DE Chile. “La gente” tiene nula injerencia en lo que decidan.
Ninguno de los beneficios que produce la ANFP o los clubes van a las arcas fiscales. Todo lo contrario: es el país quien entrega recursos al fútbol vía Chiledeportes. La idiota sensación de sentirse parte del logro ajeno cuando el club o la selección alcanza algún título no cuenta como beneficio, menos aún los daños causados por las barras bravas. A estas alturas sería bastante estúpido (iluso por lo menos) afirmar que son inductores de valores deportivos, teniendo en cuenta que, después de más de 100 años de fútbol en Chile, los indicadores de salud van en la dirección contraria.
No es mi intención decir que el país está mejor sin fútbol, pero trato de valorarlo por lo que es: una disciplina deportiva, con escenarios, transmisión televisiva, cobertura de prensa. Es decir, todo un espectáculo…bello y emocionante algunas veces; feo y decepcionante otras. Nada más.
Volviendo a los dirigentes, el comportamiento observado no es diferente del modo en que se manejan los negocios en todas partes. No vaya usted a cree que los directivos de las grandes ligas sucumbieron a las tentaciones y ambiciones de poder debido sólo al roce con dirigentes de dudosa reputación.
Donde la gente sí tiene injerencia es en el consumo del producto fútbol, y es ahí donde está el problema. Los gringos tienen un dicho: “pon la plata donde pones la boca”, que invita a respaldar los dichos con acciones.
Para este caso, equivale a que si se está descontento con las medidas tomadas por un club o por la ANFP al punto de expresarlo a punta de chuchadas en cada conversación, en Facebook, en Twitter, en cuanto blog permita vociferar que tal o cual dirigente es un mal nacido, es muy esperable que se demostrase con acciones, por ejemplo, renunciando al canal del fútbol, dejando de asistir al estadio, no comprando la camiseta de turno.
Sin embargo, las ventas suben. Los hechos son los que valen. Las palabras, como siempre, antes y después de Internet y las redes sociales, se las llevará el viento.
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