Esto es una reflexión en torno al curriculum de la educación primaria y secundaria de nuestro país, una reflexión acerca de sus contenidos y sus no contenidos. Quiero referirme a sus necesidades, a partir de la nueva reforma educacional. No quiero parecer majadera con la coyuntura de disminución de horas de historia, pero me parece relevante escribir en torno a la necesidad de una educación de calidad, y en torno a la necesidad de educar no sólo a la futura mano de obra barata, sino a los futuros ciudadanos de nuestro país.
Plantearse la necesidad de educar a ciudadanos implica ocuparse integralmente de quienes constituyen el Estado chileno. Digo esto porque últimamente pareciera que la ciudadanía no forma parte de este Estado; el ciudadano es más bien un ente externo que no participa directamente de las decisiones de peso de nuestro país, y que sólo es un receptor de las decisiones que son tomadas por otros.
La participación ciudadana no es, en la actualidad, algo fundamental. Si lo fuera habría más mecanismos de participación efectivos, y menos mecanismos sin sentido.
Se espera que la disminución de horas de historia impartidas en los colegios beneficie el desarrollo de materias como lenguaje y matemáticas. A propósito de esto, la semana pasada leí un texto sobre Bourdieu y la educación, la escuela, el capital cultural y el espacio social. Bourdieu comenta, como miembro de una comisión educacional en Francia, el trabajo que se hizo en esta instancia. Uno de ellos es la necesidad de desarrollar un plan de estudios o un programa curricular que sea diverso en las profesiones u oficios que puedan escogerse a futuro, que contemple la necesidad de conocimientos tanto técnicos como metodológicos de planteamiento de problemas; y que al mismo tiempo contemple la necesidad de desarrollar cursos optativos para quienes quieran desarrollarse en otras áreas. La importancia de la historia como motor de la educación es una idea central en Bourdieu, quien plantea que no se trata sólo la historia de un país, sino que mueve la historia del arte, de las ciencias, de la cultura.
Sorprende ver cómo acá la historia deja de ser el motor de la educación. ¿Y qué es lo central en Chile? La empresa y su mano de obra. Necesitamos mano de obra calificada, que sepa sumar y escribir bien y que comprenda rápidamente instrucciones. Por eso necesitamos más horas de matemáticas y lenguaje. Pero no necesitamos mano de obra pensante y rebelde. La historia nos hace conscientes de que no vivimos solos y que tenemos derechos junto con los deberes. Eliminar la historia significa que no queremos tener ciudadanos sino sólo mano de obra obediente y no conflictiva.
La educación cívica, económica, la historia son fundamentales para el desarrollo de ciudadanos partícipes y activos de una sociedad. Ciudadanos que luchan por lo que creen justo. Al parecer, nuestro país ha olvidado lo importante que es esto, desde que se comenzó con eliminar ed. cívica y economía en los colegios; desde que dejó de ser obligatorio Filosofía y, ahora, diminuyendo las horas de historia. Estamos olvidando lo más importante de una sociedad democrática: la ciudadanía y la participación ciudadana.
Si pienso en un plan curricular para los ciudadanos del futuro, creo que me acerco bastante a lo que postula Bourdieu en tanto que comprende que la educación debe ser diversa, debe responder no sólo a las necesidades técnicas de un país, sino también a los intereses de los estudiantes. No podemos sólo responder a una necesidad numérica y de lenguaje. Necesitamos también comprender nuestro entorno, conocer nuestros derechos y nuestros deberes, necesitamos de ciudadanos además de trabajadores. Un país se construye con todos participando, no sólo con algunos.
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