El hombre nació incólume transitando de la mano con el universo compartiendo su energía, así forma parte del tiempo y lo sublime de esta tierra caminando erguido, con sus dádivas…
Así cultiva, cosecha y hace suya la tierra levantando ciudades, preservando a su prole, trabajando en equipo, incrementando su inteligencia.
Ha adorado y creado iglesias hablando de amor, ese amor que no reconoce yaciendo como la flama en su interior, alterándola con los siglos y los nombres de algunos Dioses.
Y he aquí, que su espejo en la nueva era, lo ve caminando y tergiversando con el tiempo cuanto ha conocido, compartido, inventado o se ha propuesto mostrando al hombre del siglo XXI.
Solidaridad, el reencuentro al abrir los ojos y el entendimiento brillando con lo que nos ha dado la naturaleza y el cosmos, la intuición de lo que es la verdad o una simple quimera.
Sus temores, esos, que lo hacen caminar oprimido tambaleando; asesina, lucra, miente y manipula cegado por la ambición de poder corroyendo su sabiduría.
Al ser humano y su integridad lo moldean como si fuera nada, lacerando su virtud, el intelecto y la emoción en pro de un poderío, a favor de una causa; sacrifica, secta, interviene y se lucra.
Que del hombre que piensa, el que se estremece, se conmueve; donde está ante la injusticia, el castigo ruin, la guerra, el maltrato de la simiente, tantos siglos caminando, con muletas hacia la muerte.
El vejamen es y seguirá siendo el mismo hombre aspirando al Olimpo y sus beneficios. La esperanza para el hombre quizás vendrá de donde menos se imagina; del amor propio y ajeno… sublime.
Solidaridad, el reencuentro al abrir los ojos y el entendimiento brillando con lo que nos ha dado la naturaleza y el cosmos, la intuición de lo que es la verdad o una simple quimera .
Una ilusión pasajera, eso es, sentirnos superiores en esta, nuestra madre tierra.
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