Las universidades pueden estar en el centro del ejercicio de sus poderes institucionales, si pudieran salvar el abismo existente entre la teoría y la práctica intelectual.
Cuando el eminente sociólogo francés Michel Wieviorka se unió a nuestra reunión de la Nueva Izquierda en Santiago en noviembre del año pasado, él rearticuló una imperecedera preocupación: ¿Cómo podemos extender el compromiso entre intelectuales y políticos; entre acciones colectivas y expresiones institucionales; entre las instrumentalidades de la política y las complejidades del favor académico?A mi llegada a Chile, supe de la creación de #VecinosConectados. Entre sus funciones está la distribución de una aplicación para la gente de las comunas urbanas de Santiago donde ellos pueden informar directamente a sus gobiernos locales de los problemas que ellos ven en sus calles.
Yo estoy de acuerdo con esta preocupación, pero no siempre buscamos respuestas en los lugares correctos. El abismo que separa la teoría y la práctica no es difícil de encontrar, por supuesto. Los políticos lamentan el complejo uso de frases académicas; los estudiantes reclaman derechos que, los que están arraigados institucionalmente, dicen que las universidades no pueden ofrecer.
Y podemos ver los efectos de estas brechas cuando aquellos en la autoridad menosprecian el populismo de la izquierda y derecha y aquellos en la oposición expresan sólo alienación de aquellos que gobiernan. Pero también necesitamos encontrar instancias donde la teoría y la práctica se funden. Y es por eso que Santiago es un lugar tan poderoso.
En mi libro “Cómo globalizar el conocimiento: intelectuales, universidades y públicos en transformación” vuelvo a trabajar las nociones familiares sobre los intelectuales y sus responsabilidades. En Chile, esto es especialmente crítico y evidentemente importante en varias distintas maneras.
Esto es muy patente en el Museo de la Memoria y Derechos Humanos. Fundado en el año 2010, este museo está dedicado al reconocimiento de las violaciones a los derechos humanos que cometió la dictadura de Pinochet entre los años 1973 y 1990, y una invitación a la reflexión sobre aquellos crímenes, de manera que tal injusticia no se pueda repetir ni en Chile ni en el mundo.
Yo veo esta articulación institucional de responsabilidad moral como una expresión profundamente intelectual y política.
Cómo usar el poder en forma sincera
De cierta manera, este y otros museos que vuelven a contar la historia de crímenes contra la humanidad reiteran el sentido de los intelectuales en oposición, de la importancia de hablar la verdad al poder, incluso si ese poder está ahora derrocado. Pero este museo, al menos, es más que eso también. Los intelectuales con autoridad institucional promovieron su creación, a la vez que usaron otros mecanismos sociales y políticos para traer la verdad a una nación profundamente herida por la injusticia.
Este es un ejemplo útil de cómo los intelectuales podrían usar el poder de manera sincera. Considerar cómo usar el poder de manera sincera es una cuestión crítica no sólo por la articulación de los crímenes del pasado sino también por el ejercicio de la responsabilidad institucional en el presente y en la construcción de alternativas futuras.
Los intelectuales asumen la responsabilidad institucional en muchas de las circunstancias, desde sus roles obvios como líderes de universidades a los roles más ocasionales como presidentes de naciones. En el «Conocimiento de la Globalización», considero cualidades de intelectualidad entre tres líderes políticos muy diferentes: el difunto Vaclav Havel, el nuevo presidente de Afganistán, Ashraf Ghani y Ricardo Lagos, presidente de Chile entre los años 2000 y 2006.
Pasar un tiempo con Ricardo Lagos en Santiago me ayudó a apreciar, una vez más, cómo los intelectuales con responsabilidad institucional y autoridad cultural podrían acortar la brecha entre la teoría y la práctica.
No soy de Chile ni soy un experto en su historia o cultura. Vengo de los Estados Unidos y he pasado la mayor parte de mi vida académica trabajando para entender la lucha contra las reglas comunistas, y sus legados, en Polonia y en otros lugares con trayectorias análogas.
Pero cuando llegué a convertirme en vice decano para asuntos internacionales de la Universidad de Michigan en 1999, no podía permanecer en mis territorios familiares si tenía que hacer mi trabajo adecuadamente. Tuve que abarcar todo; desde las culturas del conocimiento hasta los referentes regionales. Encontré mi camino considerando las consecuencias públicas de las becas en el mundo entero.
En mi libro, yo me reflejo en el ejemplo de Lagos para nuestro mundo, pero este ejemplo de responsabilidades post presidenciales y locales, me ha impactado más durante mi tiempo con él en Santiago.
Mientras sus ideas sobre la importancia de las instituciones multilaterales y las reglas internacionales sobre la protección de las pequeñas naciones me resonaban como a un sociólogo en estudios internacionales, fue el trabajo de su fundación en la elaboración de racionalidad comunicativa y valor político lo que más me inspiró de alguien que es, por cierto, también un ciudadano en un lugar particular.
Recuerdo del tiempo de Ricardo Lagos en la Universidad de Brown, su creciente interés en la importancia de ese cambio desde una comunicación de una vía de la radio y televisión, a la interactividad de las redes sociales.
Y a mi llegada a Chile, supe de su creación a la que llamó #VecinosConectados. Entre sus funciones está la distribución de una aplicación para la gente de las comunas urbanas de Santiago donde ellos pueden informar directamente a sus gobiernos locales de los problemas que ellos ven en sus calles.
Esto es más que interactividad entre un solo ciudadano y sus representantes, esto también crea un efecto, esto también crea una vecindad o efecto colectivo, que hace que aquellos en línea con el reclamante estén conscientes de los temas y luchen por mejorarlos. Esta iniciativa crea varios públicos locales que suturan a los líderes ciudadanos y políticos, rearticulando la teoría y la práctica, conectando a los intelectuales y a lo público.
Limpiar de basura las calles o arreglar un semáforo en mal estado no es lo mismo que redirigir el cambio climático, por cierto. Igualmente, otros temas pueden no ser tan complejos como negociar tratados de comercio internacionales.
Pero este es un ejemplo donde aquellos con poder institucional pueden ejercitar la responsabilidad intelectual para imaginar caminos que lleven la sinceridad a un efecto público. Y para extender su punto, Lagos sería la última persona en encontrar en el activismo digital una solución a cada uno de los problemas que enfrenta el mundo. Pero yo encontré en este ejemplo una respuesta a las preguntas de Michel Wieviorka.
Como Michel, yo también busco foros donde las figuras intelectuales y políticas puedan encontrar un terreno con significancia común. Pero también encuentro que esta fusión existe cuando podemos ver figuras políticas ejerciendo la responsabilidad intelectual.
No todos los políticos tienen esta inclinación. Tampoco están todos igualmente capacitados. Pero cuando lo están, debiéramos reconocerlo. Y cuando ellos fracasan en fundir la responsabilidad intelectual y la institucional, necesitamos marcar esa brecha y encontrar maneras de reducir esa distancia.
Durante mi estadía en Chile, encontré muchas razones para creer que esta es una lucha que vale la pena continuar y una que puede mover un cambio social para el bien del público. Las Universidades pueden estar al centro no sólo hablando de la verdad para el poder, sino que también usando su poder institucional con sinceridad.
Comentarios
15 de enero
Agradable sensación y grata redacción, es cierto falta bajar a la realidad la reflexión, basta hacer objetivó aquello que es subjetivo y todo siempre con un sentido social, o mejor dicho, de comunidad.
Lo único que lamento, es que cada palabra que mencionas pareciera ser aplicable sólo en las grandes orbes y eso es nefasto.
Chile y sus gobiernos, deben invertir y enfocarse en zonas donde la vida intelectual y la reflexión no existe (o esta muy disminuido), me invitaron a vecinos conectados, pero rechace de inmediato, la sola idea de tener una idea que ayude a Santiago (quien no ayuda a regiones) me pareció absurda, sin por ello cuestionar la idea.
Espero haber mostrado mi punto de vista, creo que tus palabras son tremendo aporte, pero no están dirigidas donde es necesario, don Ricardo Lagos me merece respeto, pero su capacidad estadista, nunca salió de la región metropolitana.
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