Luego de que la cámara de diputados aprobara el reajuste del salario mínimo de $9.500 propuesto por el Gobierno (desde $172.000 a $181.500) y los senadores lo rechazaran, la votación sobre el reajuste final podría ser resuelta el próximo martes 5 de julio en una comisión mixta compuesta por cinco diputados y cinco senadores. Por tanto, la vida de millones de trabajadores ha quedado en manos de 10 legisladores.
El Senador Lagos Weber (PPD), miembro de esta comisión mixta, declaró “le pedimos al Gobierno que haga un esfuerzo adicional, entendiendo que un aumento desmedido del salario mínimo puede tener impacto negativo en el empleo".
La elite política, luego de aumentar en $1.500 en la primera sesión de la cámara, continúa su ideologizado planteamiento del desempleo, y por sobre todo, trata este tema como una suerte de “sacrificio”. Se le pide al gobierno “un esfuerzo”. Recién desatado el escándalo de La Polar, y los miles de millones de pesos involucrados en especulaciones sobre deudas, aún continúan con su “jerga” de buen samaritano. Además con cálculos irrisorios de inflación asemejándolo con “necesidades de los trabajadores”. Lo cierto es que ni siquiera el aumento más alto planteado por la CUT -en $190 mil- logra cubrir tales necesidades.
De todos modos no es novedad el comportamiento de la elite en estos términos. Lo novedoso es la desmovilización de las facciones organizadas de los trabajadores para presionar por algo tan relevante y básico como el salario mínimo. Esto trae a colación un tema muy relevante y es que más allá -o acá- de los modelos econométricos ¿qué ha significado el salario (la reproducción material de los que sólo tienen su fuerza de trabajo) históricamente en Chile teniendo en cuenta las fuerzas sociales en pugna?
En primer lugar, recordemos la falta de novedad de la irrelevancia otorgada a la reproducción material de los trabajadores por parte de la elite. Mac-Iver -en pleno ascenso de la ola de huelgas de los trabajadores- declaró en 1903 “la cuestión social no existe en Chile”. O el antecedente histórico-político de la DC (acción católica), que por medio de la Encíclica Rerum Novarum de la Iglesia Católica, promulgada por el papa León XIII en 1891, atacaba con igual fuerza las “injusticias del capitalismo” y los excesos de los “anarquistas y socialistas” que querían derrocar “el derecho natural de la propiedad privada”.
Al igual que hoy, esto también fue en pleno boom económico, de lo que se llamó por historiadores como el “ciclo salitrero”. Este ciclo, al igual que el actual, se caracterizó por ser un modelo de exportaciones primarias basadas en el nitrato, que logró elevar sustantivamente, en un periodo corto, el PIB de Chile a principios del siglo XX. Con una alta vulnerabilidad externa y un impulso de crecimiento breve que se agotó dramáticamente, dejando al desnudo la incapacidad de generar un movimiento autopropulsado.
Era una época donde todavía existían amplios sectores de trabajadores que ni siquiera veían dinero en sus manos, ya que los empleadores acaparaban también los bienes necesarios para existir. Dentro de las manifestaciones del Día Internacional de los Trabajadores en 1906, la Sociedad Obrera de Valparaíso hizo llegar al Presidente de la República, como conclusiones de su acto “que el Gobierno tome las medidas del caso sobre el acaparamiento de los artículos de primera necesidad por algunas casas comerciales”.
Sin embargo, el movimiento obrero establecía una lucha encarnizada para sobrevivir en esta supuesta “bonanza económica” con períodos de huelga importantes como las de 1905-1907; 1917-1920; 1924-1925, que se corresponden con un alto período inflacionario que disminuyó radicalmente los salarios reales.
Aníbal Pinto destaca, que dados los rasgos oligárquicos del régimen político, las rentas del salitre estuvieron sumamente concentradas en los grupos acomodados y fueron esencialmente derrochadas, en un contexto de enorme desigualdad.
Las condiciones de los obreros eran tan miserables, que Malaquías Concha – presidente del Partido Democrático- presentó, en 1901, la primera iniciativa de legislación social para los trabajadores, con temas tan básicos (tanto como el de promover un salario mínimo que cubra la línea de pobreza) como: prohibición del trabajo a los niños menores de doce años en manufacturas, descanso dominical y el pago semanal en moneda de curso forzoso, entre otros.
Aún así, tales iniciativas ni siquiera fueron discutidas por la Cámara de Diputados, y rechazadas por la SOFOFA, al “considerar que los obreros chilenos trabajaban cuando querían, que eran informales e incurrían sistemáticamente en la inveterada inasistencia al trabajo al comenzar la semana”.
Hoy, se dirá: es una época distinta. Y sin embargo, cerca del 52% (3,3 millones) del total de trabajadores gana sólo hasta 2 salarios mínimos, insuficiente para reproducir un hogar de 4 personas, y para lograrlo deben recurrir a las “fichas” o como se denomina hoy “tarjetas de crédito” para lograr mantener una vida digna y reproducible.
Hoy millones de chilenos tienen que endeudarse para comprar con tarjetas de créditos de supermercados sus alimentos, porque los precios están en un período de alza imparable. El mismo Banco Central señala que la relación del porcentaje de la deuda según el ingreso de los hogares es del 60% para el 2009, y cerca del 40% del PIB.
Ayer fueron luchas encarnizadas para lograr que 20 años después de lograda la ley de la silla, fuera recién reglamentada y aplicada. Hoy iniciamos la lucha para darle sentido al salario y al trabajo y dejar de ser ese semi-asalariado que complementa sus ingresos con deuda para aumentar las arcas del sistema financiero y comercial.
No tenemos por qué endeudarnos para existir. El salario debe ser lo que nunca ha sido, o ha sido para muy pocos en la historia de Chile; la retribución que permita reproducirse de forma digna por dedicar horas y horas a que nuestra vida sea saqueada por los mismos dueños de este país, que nunca han reconocido el valor de nuestra reproducción. O somos nosotros los que luchamos por eso, o nadie lo hará. La historia así lo indica.
* Por Alexander Páez/ Investigador Fundación SOL
@lafundacionsol.cl
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Foto: Surizar / Licencia CC
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