En el contexto del evento Adexusday 2018, se presentó hace algunos días Neil Harbisson, un artista vanguardista que los medios de comunicación han descrito como el primer cyborg de la historia.
Un cyborg se define como una persona que combina su material biológico con elementos tecnológicos para mejorar sus sentidos y habilidades naturales o de nacimiento. Harbisson padece de acromatopsia, mal que sólo le permite percibir colores en una escala de grises. Por ello en el año 2004, Neil se sometió a una operación quirúrgica donde se le implantó en su cráneo una antena, que le permite percibir colores a través de sonidos. De esta manera puede recibir colores del espacio mediante sonidos, llamadas telefónicas en su cabeza a través de una conexión internet y puede de esta forma “escuchar” las pinturas o “escuchar su cara”, como el mismo plantea en sus intervenciones. Además, plantea que en un futuro cercano el ser humano debe poder rediseñarse, incorporando órganos artificiales de tal modo de tener sentidos (artificiales) que actualmente no tiene para así aumentar su capacidad de percibir una realidad no revelada para un ser humano común y corriente.
La idea de Neil es que el medio ambiente no debe adaptarse a las necesidades humanas (acción que ha traído catástrofes ecológicas), sino que los humanos deben cambiar para adaptarse al mundo, y pone como ejemplo las ventajas que significaría que el ser humano tuviese visión nocturna, ya que podría ahorrarse una cantidad de enorme de energía, como la que es necesaria para iluminar una ciudad.En unos pocos años no seria extraño que los “ciudadanos cyborg” se conecten digitalmente con todo lo que los rodea. ¿Bastaría solo pensar para echar a andar el auto, encender la TV o abrir el portón?
La existencia de este tipo de personas (reales, ya no como parte de la ciencia ficción) plantea una serie de cuestionamiento que como sociedad debemos hacernos. En primer lugar nos encontramos con el necesario debate ético en torno a cómo haremos para que las sociedades del futuro no permitan la segmentación de personas considerando la posible superioridad física que pueda implicar la masificación de intervenciones tecnológicas para mejorar las habilidades con las que nacemos.
¿Es legítimo mejorar nuestra vista, oído, fuerzas, inteligencia? Esto considerando que de esta manera nos hacemos diferentes al resto y adquirimos habilidades que no nos son naturales. ¿Qué ocurre entonces con aquellos que no tienen la posibilidad o recursos para “mejorarse” a sí mismos? Quizá debemos estar atentos ante una sociedad de ciudadanos de distintas categorías, esta vez no por motivos raciales o económicos, sino por integración de tecnología en nuestros cuerpos.
Y al mismo tiempo, como sería la adaptación de estas personas cyborg en una sociedad que aún no asimila completamente esta nueva forma de vivir nuestro cuerpo. Cómo no recordar Robocop, obra exitosa del cine durante los años 90, en la que un policía era intervenido corporalmente y se transformaba en un “súper policía”, pero con enormes dificultades de adaptación socio emocional.
Otro aspecto relevante es que este nuevo tipo de seres humanos nos hace repensar qué tipo de ciudad necesitamos para vivir. Hoy en día se plantean los conceptos y modelos de ciudades inteligentes. Se trata de urbes digitales y resilientes, donde el ser humano es el centro. En este futuro con “ciudadanos cyborg”, la tecnología cobra una especial relevancia, habilitándose una hiperconectividad entre el “ciudano ciborg” y su ambiente. Esta idea no es descabellada ni lejana, pues en la actualidad se está desarrollando el llamado internet de las cosas (IoT), donde se establece una interconexion digital entre nuestros objetos cotidianos a través de internet.
Por lo tanto, en unos pocos años no seria extraño que los “ciudadanos cyborg” se conecten digitalmente con todo lo que los rodea. ¿Bastaría solo pensar para echar a andar el auto, encender la TV o abrir el portón? ¿Seremos capaces de vivir en una ciudad así? Alvin Toffler escribio en los años 70 un libro titulado “El shock del futuro”, en el que plantea que el acelerado cambio tecnológico y social, dejará a muchas personas desconectadas, sufriendo de desorientación y un fuerte estrés. ¿Serán estas personas las que no logren transformar sus cuerpos al estilo Cyborg? ¿Esto es lo que nos espera a futuro en una ciudad inteligente? Esta realidad ya asoma, por lo cual es necesario prepararnos desde todas las dimensiones sociales.
*Coautor Juan Barrientos, integrante del Centro de investigación SmartCityLab Usach.
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