Una de las características centrales de los tiempos que vivimos tiene que ver con el incesante desarrollo tecnológico. Los avances en las telecomunicaciones y la informática nos permiten enfrentar situaciones que hace solo 50 años pertenecían a las novelas de ciencia ficción, tales como las llamadas telefónicas con video, el envío de información al otro lado del planeta en segundos y la posibilidad de tener reuniones en tiempo real con voz e imagen entre cinco personas ubicadas en los cinco continentes.
También la vida en nuestros tiempos, en las grandes ciudades, presenta grandes problemas de congestión vehicular y contaminación. En nuestro Santiago este problema adquiere ribetes de gravedad toda vez que se dispara año a año la venta de vehículos. El transporte público parece no repuntar en la calidad de su servicio y vivimos frecuentes episodios de alertas y emergencias ambientales en invierno. Asimismo, los tiempos de desplazamientos son enormes, lo cual resta un valioso espacio a la vida familiar, la crianza de los hijos y la vida en pareja. Un habitante de nuestra ciudad permanece nueve horas en el trabajo y a eso fácilmente se le pueden sumar dos horas de traslados.
Para muchos es posible viajar en el metro para reducir algunos minutos ese traslado, pero ya sabemos las condiciones de hacinamiento que se deben soportar durante esos minutos. Estamos hablando de 11 horas fuera del hogar, y si se duermen ocho horas solo quedan cinco horas para la familia, los intereses personales, el deporte, entre otros. Como siempre deseamos más tiempo para esos importante espacios de esparcimiento y para la familia. Lo que ocurre es que entonces se quita tiempo al descanso y se duermen cinco ó seis horas con el consiguiente daño psicológico y corporal que ese mal hábito genera con el tiempo. Debemos preguntarnos entonces: ¿es productiva la manera en que abordamos el trabajo? ¿Este enorme sacrificio en calidad de vida implica una mayor productividad laboral?
Como se puede observar, la combinación de las ideas recién expuestas nos llevan inevitablemente a pensar en la necesidad concreta de explorar el teletrabajo como una vía que nos ayude a solucionar los problemas de nuestros tiempos, aprovechando al mismo tiempo las ventajas que nos brinda la modernidad. De esta manera se puede impulsar una vida laboral que gracias a las tecnologías de la información se puede realizar desde el hogar, disminuyendo notoriamente la congestión vehicular, los episodios críticos de contaminación, llevando a cero los tiempos de desplazamiento y la posibilidad de contar con ese invaluable tiempo en familia.
En Chile desde el 1 de abril de 2017 es posible legalmente de acuerdo al código del trabajo optar por el teletrabajo. Este acuerdo entre empleador y trabajador debe estar señalado en un anexo de contrato en donde se fija la nueva dirección del desempeño (hogar u otro que se determine), la forma de controlar la gestión y la productividad. Esta opción puede también ser rechazada por el empleador en la medida que las funciones requieran de una importante presencia física en el lugar de trabajo. En el Estado aún no se cuenta con instrumentos claros que permitan a los funcionarios públicos esta modalidad aunque existen servicios públicos que están explorando esta posibilidad tales como el Instituto Nacional de Propiedad Industrial (Inapi), que ya mantiene un sistema de teletrabajo para algunas de sus funciones, lo mismo que el Consejo para la Transparencia.
Hacer un levantamiento de las funciones posibles de hacer desde un lugar diferente a los edificios corporativos es esencial para avanzar en este tema. Es curioso ver cómo desde las oficinas de los edificios empresariales o institucionales están enviándose correos electrónicos a metros de distancia, para hablar se usa el teléfono IP y muchos comen en sus propias estaciones de trabajo. Cuando deseamos enviar un informe o incluso comentar alguna idea se usa el e-mail o algún sistema de chat, a metros de distancia.
Se puede impulsar una vida laboral que gracias a las tecnologías de la información se puede realizar desde el hogar, disminuyendo notoriamente la congestión vehicular, los episodios críticos de contaminación, llevando a cero los tiempos de desplazamiento y la posibilidad de contar con ese invaluable tiempo en familia.
¿Es necesario estar toda la semana en esa oficina para producir lo mismo y tener la misma comunicación con los pares y jefaturas? Sin duda hablamos de un cambio en la forma de entender el trabajo, que no solo involucra a los trabajadores, sino que quizá principalmente a las jefaturas que deben avanzar desde una conceptualización concreta y física del trabajo, a una forma de producir en la virtualidad y a distancia.
Este paso debe darse ahora, y de manera urgente pues permitiría mejorar hoy la calidad de vida de los ciudadanos en variados aspectos como los ya vistos. Debe ser ahora, pues ese cambio se instaurará inevitablemente con las nuevas generaciones. ¿Para qué esperar 20 ó 30 años para usar la tecnología que ya tenemos hoy?
Columna escrita por Pedro Palominos y Juan Barrientos
Los contenidos publicados en elquintopoder.cl son de exclusiva responsabilidad de sus respectivos autores.
Te invitamos a conocer nuestras Reglas de Comunidad