Un debate de vida o muerte. Así debe comprenderse la discusión respecto del proceso de vacunación masiva -exitoso, digámoslo- llevado a cabo desde el pasado 3 de febrero en nuestro país.
La inoculación es la vía para controlar, y finalmente superar, la cruenta pandemia que ha enfermado a la población hace un año y tres meses con 167 millones de contagiados a nivel mundial y más de 3, 48 millones de decesos. Toda una tragedia que enluta, día a día, al planeta. Y, evidentemente, como en el resto del globo, en Chile se ha corrido literalmente una verdadera carrera científica por adquirir -y también intentar producir- la anhelada cura. Aquella hazaña ya es una realidad. Se han importado más de diez millones de vacunas entre Coronavac y Pfizer, inoculando a cerca de 7,7 millones de personas con ambas dosis y contando.
Sin embargo, pese a la abundante evidencia, tanto desde los esfuerzos internacionales de producción, distribución y ahínco nacional para adquirirlas y posteriormente suministrarlas, con el consecuente despliegue logístico y humano, existen quienes se rehúsan a ser vacunados. Son los grupos denominados «antivacunas» que ya venían haciendo ruido hace algunos años tras alzar su voz y oponerse a otros procesos de vacunación ante diversas enfermedades. Incluso han sido refractarios a vacunas «clásicas» como las del sarampión o viruela, arguyendo fútiles argumentos como el exceso de sodio o mercurio de las mismas. ¡Hasta cuándo! ¡Basta! La medicina mundial se ha puesto de cabeza para tener una solución efectiva contra el Sars Cov 2 coronavirus.Es un hecho que si te vacunas tienes más protección y defensas ante el virus, por lo que mientras más seamos los vacunados, más seguro será volver a encontrarse
Los Estados del mundo han destinado cuantiosos recursos -como Chile- para disponer de las vacunas y poder proteger a su población, de manera gratuita, contra la enfermedad. ¿Entonces? ¿Cuál es el inconveniente para decir argumentadamente que no me quiero vacunar? Francamente no se entiende. Si hablamos de una presunta «ligera» manufactura debido a la rapidez con la que se logró suministrar, es preciso recordar que el primer atisbo de amenaza por Sars Cov 1 se produjo en 2003. En ese momento, afortunadamente, el virus no generó consecuencias de proporciones. Por ese motivo, los trabajos científicos tendientes a buscar una potencial vacuna quedaron inconclusos.
Luego, a la sazón, con las devastadoras y lamentables consecuencias que aún experimentamos, las investigaciones fueron retomadas desde el punto en el que habían quedado. De ahí su «extraña» velocidad. Ahora bien, para chilenizar el debate, de vida o muerte, agreguemos pelos a la sopa: carnet de movilidad. ¿De acuerdo? Sí, desde un punto de vista económico y la consiguiente y anhelada reactivación, pero con todas las medidas y cautela posibles, pues el escenario actual de la pandemia en nuestro país, aún es delicado. ¿Y el carnet verde para vacunados? ¿Estás de acuerdo? Yo sí. Esta suerte de licencia para hacer o asistir a determinados lugares en desmedro de quienes no desean inocularse la aprecio como un discriminación, pero positiva. Es un hecho que si te vacunas tienes más protección y defensas ante el virus, por lo que mientras más seamos los vacunados, más seguro será volver a encontrarse. En este cuadro resulta evidente que los no vacunados se exponen más. Corren más riesgos sanitarios y también son un eventual peligro para sus familiares, amigos, cercanos y para ellos mismos. ¿Cómo no comprender esta cuestión vital? Siempre la decisión es de libre albedrío, pero las consecuencias de estas determinaciones, en una materia tan delicada y esencial como la salud de todos, no puede invitar a ambigüedades. ¡A vacunarse! ¡Por favor!
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