La prensa internacional amaneció este lunes con grandes titulares anunciando el triunfo de la ultraderecha en las elecciones generales del fin de semana en Italia. Ese día se eligieron 400 diputado/as y 200 senadore/as. El partido vencedor, por formar parte de la coalición con mayor votación y lograr individualmente un 26 % de las preferencias en cada una de las cámaras, fue Hermanos de Italia, liderado por Giorgia Meloni.
Al ser un régimen parlamentario, es el Congreso el que designa al jefe de Estado o presidente, quien a su vez nomina al presidente del Consejo de Ministros, también llamado primer ministro o jefe de gobierno.Habemos quienes creemos efectivamente en la soberanía: energética, alimentaria. Pero desde un prisma de hacer en común, de construir colectivamente, considerando los ciclos límites y ciclos de la naturaleza, aunque a ciertos patriotas les cueste creerlo y lo encuentren naif
Este escenario hace prever dos bipolares hitos centrales. En lo positivo, por primera vez una mujer fungirá como primera ministra. En lo negativo, la emergencia del neofascismo.
Es posible que estas calificaciones sean parte de lo que está en discusión hoy en Chile y en el mundo. La valoración que hacemos sobre la realidad que nos circunda.
¿Es positivo per se que una mujer sea electa en algún cargo?
La respuesta es sí, dado el nivel de control masculino de los distintos espacios de poder institucional. No sólo por un tema de igualdad de oportunidades para ejercer cargos públicos para la mitad de la población (más aún, en Italia las mujeres son mayoría), sino porque es preciso que las políticas públicas alberguen también la mirada de los distintos géneros. Incluso aunque, en el caso de Meloni, la idea de equidad entre hombres y mujeres no sea precisamente su fuerte. Casi siempre ha votado en contra de las iniciativas europeas pro derechos de los mujeres. Bueno, hay mujeres que así piensan.
Y, en el lado opuesto, ¿es negativo ser fascista? Esta idea, que en Chile tiene una carga particular por el uso indiscriminado del concepto (he escuchado a adherentes de derecha hablar de un imposible fascismo de izquierda), en Italia es cosa sería. Es en ese país donde nació tal ideología totalitaria y nacionalista, de la mano de Benito Mussolini. Un personaje al cual justamente admira Meloni.
En Chile la elección ya concitó aplausos. De la derecha y ultraderecha. Y entre estos últimos, un mensaje que llamó la atención pero que no es novedad, es el de una conspicua representante patriota que tras conocer el resultado señaló: “Fuerza Italia! Es posible derrotar la Agenda 2030. En Chile también!!!”.
No es primera vez que se alude en tono crítico a la Agenda 2030 de las Naciones Unidas, que para ciertos sectores (en ocasiones los mismos) sería un símil del Plan Andinia sionista o la Plandemia globalista de control autoritario. Una especie de manual de cortapalos para conquistar el mundo, cubierto de supuestas buenas intenciones.
Sin pecar de ingenuos, que obviamente siempre existen otros espacios donde se toman decisiones en las que no participamos, lo claro es que más allá de las conspiranoia, lo que la ONU plantea no es descabellado. No es que esté de acuerdo con todas sus políticas, claro está, pero algo ha servido para ordenar un poco esta casa común en favor de sectores más vulnerables.
Partamos por el principio. El nombre correcto de la Agenda 2030 de la ONU es Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, que cuenta con 17 objetivos declarados.
Éstos son: Fin de la pobreza; Hambre cero; Salud y bienestar; Educación de calidad; Igualdad de género; Agua limpia y saneamiento; Energía asequible y no contaminante; Trabajo decente y crecimiento económico; Industria, innovación e infraestructuras; Reducción de las desigualdades; Ciudades y comunidades sostenibles; Producción y consumo responsables; Acción por el clima; Vida submarina; Vida de ecosistemas terrestres; Paz, justicia e instituciones sólidas; Alianzas para lograr los Objetivos.
Claramente no están todos los principios que a uno le gustaría que se incluyeran y conceptos como crecimiento económico a secas hacen cierto ruido, pero es un buen marco para conversar sobre cómo podemos habitar de mejor forma este planeta común. Una guía, difícilmente cumplible al 100 por ciento, pero una orientación por dónde caminar. Desarrollo sustentable ya me queda corto, prefiero la idea de ir regenerando lo que hemos destruido, pero va en la dirección correcta.
Eso es la Agenda 2030 de la ONU. De la cual nos dicen los mismos que nos retiremos, al igual que de los pactos internacionales sobre derechos humanos. Y, al contrario, son esos sectores los que plantean que suscribamos todos los tratados de libre comercio que en muchos casos sí significan, en la práctica, seguir exprimiendo ecosistemas y comunidades.
Estos objetivos son los que la ultraderecha chilena e internacional rechazan cuando cuestionan la Agenda 2030. Es, en el fondo, el sálvese quien pueda. Es decir, en concreto, no a la humanidad. Eso es el ultranacionalismo, en occidente muchas veces muy cristiano y creyente: no amar a todos los seres humanos por igual.
Habemos quienes creemos efectivamente en la soberanía: energética, alimentaria. Pero desde un prisma de hacer en común, de construir colectivamente, considerando los ciclos límites y ciclos de la naturaleza, aunque a ciertos patriotas les cueste creerlo y lo encuentren naif. Porque el autoabastecimiento desde la figura del tipo apertrechado en su búnker con provisiones para meses, espantando a tiro de escopeta a quienes se mueren de hambre, no es muy humanista que digamos.
Es, en la práctica, egoísmo puro y duro. Aunque se le quiera disfrazar de libertad.
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