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Sin asamblea constituyente no hay nueva Constitución (parte 1)

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Cuando un país verdaderamente democrático enfrenta una grave crisis política o social, siempre puede echar mano a un recurso fundamental para resolverla. Puede apelar a su Constitución, como acuerdo básico que “entre todos nos hemos dado”, para resolver sus problemas de convivencia. La Constitución opera así como un pacto formal y procedimental que regula con criterios de justicia el funcionamiento de las instituciones políticas. Pero también actúa como una base orientativa mínima, que permite fundar un “patriotismo constitucional”, un criterio mínimo de pertenencia e inclusión social, cultural y político, que permite dar una base de cohesión a la sociedad.

Chile vive en este momento una serie de crisis crónicas superpuestas: en el campo de la educación y la salud pública, en su relación con el pueblo mapuche, en materia de derechos laborales, y en general, en la provisión de bienes públicos y en la regulación y control de las instituciones del mercado. Pero a la hora de resolver estos problemas, nuestro país no puede echar mano a la Constitución. Lejos de ser esa carta “que entre todos nos hemos dado” y que permitiría un pacto básico de derechos, deberes y controles institucionales, es documento añejo y odiado, impuesto por la dictadura con la fuerza de las armas, y que se ha remendado en más de una treintena de ocasiones sin alterar su venenosa capacidad de impedir que la mayoría política pueda expresarse y buscar una solución a los debates políticos más sustanciales de nuestra sociedad.

Este contexto ha llevado a que la demanda por una nueva Constitución haya decantado hasta convertirse en una propuesta de sentido común, cada vez más transversal. Hoy crecen las expectativas: antes de fin de octubre la presidenta Bachelet deberá anunciar el mecanismo institucional que permitirá cumplir su promesa de campaña referida a la redacción de una nueva Constitución para Chile. Pero todo indica que se tratará de una reforma constitucional radicada en el actual Congreso, que se complementará con mecanismos de consulta ciudadana, como cabildos y comisiones temáticas de carácter consultivo y no vinculante. De esa forma, se descartaría la convocatoria a una Asamblea Constituyente. Eso es lo que ha dejado entrever el senador Felipe Harboe, quién declaró: “Lo ideal, a mi juicio, es que uno primero escuche en el proceso de elaboración, es decir, qué es lo que usted espera de una Constitución. Luego, que sea el legislador el que legisle, como corresponde, y finalmente ese proceso termine a través de una ratificación en plebiscito. Eso es lo que yo creo que sería lo ideal”.

La pregunta de fondo que abre este escenario es simple: ¿Puede surgir una “nueva” Constitución desde el actual Parlamento? La respuesta es necesariamente negativa.

De acuerdo a la experiencia internacional, lo que Harboe propone es simplemente una nueva reforma a la actual Constitución de 1980. El Congreso, como poder constituyente “derivado”, puede reformar una carta constitucional, introducir retoques, cambiar artículos puntuales, pero no es el poder constituyente “originario”, que puede alumbrar un nuevo texto fundamental.

Una Asamblea Constituyente es, como el Parlamento, un órgano representativo. La constituyente de Colombia, en 1991, estuvo formada por 70 constituyentes con voto y 4 constituyentes con voz pero sin voto, en representación de grupos armados en proceso de desmovilización. La constituyente de Argentina, en 1994, contó con 305 representantes. La constituyente de Venezuela, en 1999, con 131 miembros electos y tres cupos para representantes de los pueblos indígenas. En Ecuador, la constituyente de 2007 estuvo formada por 130 asambleístas: 100 provinciales, 24 nacionales y 6 por los migrantes. Bolivia, en 2006, la conformó con 255 integrantes.

La pregunta de fondo que abre este escenario es simple: ¿Puede surgir una “nueva” Constitución desde el actual Parlamento? La respuesta es necesariamente negativa.

¿Cual es la diferencia con un órgano parlamentario? Una constituyente es un órgano electo ex profeso para esta función, la realiza en un período breve y se disuelve.

(La segunda parte de esta columna, se publicará dentro de una semana) 

 

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meriadox

meriadox

Aunque creo totalmente necesario tener una constitución nueva y más representativa, creo también que no hay base humana suficiente en Chile para avanzar en esta línea. Por este motivo, yo invitaría a todos los interesados en una nueva constitución a organizarse con otros movimientos, en especial el movimiento por la educación, para consensuar estrategias y acciones que conduzcan a crear la base necesaria que el país requiere. De otra forma, solo obtendremos una nueva constitución construida por la elite, esa que sabe leer y escribir bien y que no supera el 20% de la población total.

Así las cosas, pensar en estrategias más concretas y plausibles podría ayudar en la organización social por una nueva constitución. Por ejemplo, se me ocurren algunas ideas básicas:

1. Incorporar educación cívica de calidad (hay que discutir qué se entiende por esto aún) desde básica y no desde enseñanza media, como «existe» hoy. Hoy en Chile la educación cívica se entiende como enseñar a votar y la importancia del voto, es decir, totalmente utilitario y desconectado de la realidad de las personas. Necesitamos que los niños aprendan a pensarse como parte de la sociedad, la existencia de diversidas, resolución de conflictos, sustentabilidad, etc. Es decir, el ciudadano 2.0, que se puede enseñar incluso antes de aprender a leer.
2. Reformular ahora ya el aprendizaje de lectura y escritura que existe hoy en Chile, en forma urgente. En serio, el nivel de comprensión lectora es patético en Chile. Sin este insumo básico, una nueva constitución se cae a pedazos.
3. Ampliar los espacios de difusión de valores cívicos a la televisión abierta. Está muy bien que TVN se financie solo, si es lo que impone un Estado subsidiario hoy en día, pero eso no es excusa para no tener espacios efectivos (no programas de madrugada) en horarios prime acerca de estos temas, en forma lúdica, entretenida, atractiva para las personas. Llega un momento en que hay que cortar el webeo (perdonando la expresión).

La pega está a mi parecer en construir los argumentos e ideas fuerza para sustentar estas demandas y otras posibles, para impulsar así la movilización requerida, aunque hay bastante escrito en varias partes (me incluyo como fuente).

Sin una hoja de ruta, en base a acciones concretas, algo tan etereo como una constitución (pensando en la perspectiva de esas personas que no leen el Quinto Poder ni nada más que LUN o La Cuarta) será una tarea de pocos (los de siempre) y tal vez infructuosa.

Saludos