Amigos y amigas, entre 1914 y 1919 se desarrolló la IGM, un conflicto que dejó un saldo de más de 10 millones de muertos, y se estima unos 20 millones de heridos. Una de las guerras más cruentas de las que registra la historia, y donde las potencias de la época, estrenaron carros blindados de combate, ametralladoras, y el uso masivo de armas químicas, con el uso de gases venenosos.
En el frente occidental, la guerra se desarrolló a través del combate en trincheras. Entre la franja de trincheras de ambos bandos, se extendía una gran franja de terreno, conocido como “Tierra de nadie”. En ese espacio, es donde se libraban los combates, en los sucesivos ataques que lado y lado, intentaban para avanzar en el terreno. Prácticamente durante todo el lapso de la IGM, ninguno de los bandos obtuvo avances significativos, y la “tierra de nadie”, estaba plagada de cadáveres, que quedaban abandonados.La población de Gaza y la Cisjordania, mientras nosotros intercambiamos buenos deseos, no recibe paz, ni bendiciones, está bajo fuego
Dentro de este terrible conflicto, que no por nada, se le denomina “la gran guerra”, sucedió un hecho, que de tanto en tanto se vuelve a recordar, a propósito de la navidad. Lo relata el historiador Stanley Weintraub, en el libro “Silent night”, y sucedió a inicios de la guerra, en diciembre de 1914. De manera espontánea a lo largo del frente de batalla, tropas del imperio alemán, y tropas británicas, interrumpen la masacre, para celebrar navidad. Fue un hecho insólito, que fue posteriormente, registrado por los medios de prensa, los soldados desoyeron las órdenes expresas del alto mando, que prohibían “confraternizar”, y dejaron de lado las armas. Sucedió el 24 de diciembre, y se habría iniciado cuando soldados alemanes, pusieron árboles de navidad, a lo largo de la trinchera, y entonaron la conocida canción “Stille Nacht» (en alemán, Noche de paz). Relata la historia, que desde el lado británico respondieron entonando villancicos en inglés. A partir de ahí, comenzó un acercamiento que, con gestos, e intercambio de frases, del tipo “Yo no disparar, tu no disparar”, se pasó derechamente a intercambiar objetos, a modo de regalo.
Algunos intercambiaron botones de sus chaquetas, compartieron alimentos, y se pactó entre la tropa que esta tregua espontánea, se prolongaría al día siguiente en el día de navidad. Y así sucedió, las tropas aprovecharon de retirar los cuerpos de sus camaradas fallecidos. Los soldados de un lado ayudaban a los del otro bando a cavar las tumbas y enterrar los cuerpos, y viceversa. Luego las tropas, cocinaron y compartieron alimentos, y luego en un hecho inédito, se enfrentaron en un partido de fútbol. Eran miles de jóvenes forzados a dejar sus vidas en el campo de batalla, muchos en las tropas no querían volver a los combates, por lo que los superiores amenazaron con castigos, que podían llegar a la pena de muerte, por negarse a combatir. El historiador Weintraub, consigna que muchos de los soldados registraron en cartas a sus familias, y en sus propios diarios, lo hermoso que había sido aquel momento.
Los diarios de la época publicaron fotografías, tomadas por los propios solados y enviadas a sus familias, donde se puede apreciar a las tropas compartiendo amigablemente, y también jugando a la pelota, como si estuvieran en un barrio de Liverpool o Berlín. Una estatua conmemorativa de este partido, denominada “All Together Now», “Todos juntos ahora”, fue instalada en el Estadio Britannia, en la ciudad de Stoke on Trent, en ella se muestra a dos soldados ataviados con uniformes característicos, del ejército británico y alemán, estrechándose las manos, como disponiéndose a dar el puntapié inicial a la pelota, que está en el piso.
A lo largo de la IGM, se sucedieron numerosos episodios como éste, tanto en torno a la celebración de la navidad, como también, para permitir la realización de trabajos o ejercicio al aire libre. En todos ellos, las tropas cesaban el fuego, y departían en paz.
Amigos y amigas, estamos celebrando una nueva navidad, y por todas partes se escuchan villancicos, tal vez en muchas casas, incluso la conocida “Silent night”, “Noche de paz”. Para suerte nuestra y de nuestras familias, vivimos en Chile, un país en paz. Sin embargo, se nos encoge el corazón, al recordar a las decenas de miles de muertos que entristecen a las familias palestinas e israelíes. La angustia de quienes hoy están a merced de los señores de la guerra. La población de Gaza y la Cisjordania, mientras nosotros intercambiamos buenos deseos, no recibe paz, ni bendiciones, está bajo fuego. Da una enorme impotencia, que algo que fue posible, en una de las guerras más sangrientas de la historia mundial, como acordar una tregua en navidad, en estos territorios no ha sido posible. Para quienes celebramos en esta fecha, el nacimiento del Salvador Jesús, en su humilde pesebre de Belén, sabemos que, si sucediera el día de hoy, estaría naciendo bajo los escombros de la franja de Gaza. Es un gran misterio, como en la tierra considerada Santa, por las tres grandes religiones monoteístas del mundo, no puede haber paz. Cristianos, musulmanes y judíos, de todo el mundo, miran hacia esa tierra clamando por la paz. Ningún interés geopolítico, ningún interés de supremacía religiosa, cultural o étnica, puede justificar el genocidio, y no podemos ser neutrales ante esta masacre que clama al cielo.
Nuestro Señor Jesús, el Príncipe de la paz, nos permita desde esta tierra bendecida de Chile, valorar lo que hemos construido juntos, valorarnos en nuestras diferencias, para que, por nuestros hijos, y por los hijos de sus hijos, podamos trabajar, “Todos juntos ahora”, para poder tener un futuro en común.
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