Cuanto más poder posea un liderazgo, más necesaria es su lucidez y su salud. Este planteamiento ha sido abordado en importantes -y poco difundidos- estudios y ensayos que navegan en estas tormentosas aguas.
Los más nombrados en estos días son, entre otros: “Locos egregios” de Antonio Vallejo-Nájera (2002) y “Aquellos enfermos que nos gobernaron” de Pierre Accoce (1978). Estos escritos relatan sucesos, hechos y acontecimientos producto de los cuales, el perfil clínico de sus protagonistas determinaron el destino de sus pueblos.
Además de compartir buena parte de los casos célebres, las obras referidas tienen algunas tesis en común. En primer lugar, afirman que los problemas de salud de los líderes afectan a menudo el desarrollo de la historia de la humanidad, puesto que toman decisiones desconcertantes y de graves consecuencias. Muestran, a su vez, como la estructura psicológica de una personalidad pública puede deformarse por la acumulación de falsedades repetidas. Actitud que puede llegar a convertirlo en un personaje que no guarda la menor semejanza con el “ser real”.
El año 2008, se publicó «En el poder y en la enfermedad» de David Owen. El libro analiza la interrelación entre la política y la medicina. Owen, médico neurólogo, ex rector de la universidad de Liverpool, ministro de asuntos exteriores (1977-1979), fue miembro de la cámara de los Lores y cofundador del partido socialdemócrata.
Señala este autor que la enfermedad en líderes y personajes públicos implica significativas dimensiones, entre otras: el poder sobre la toma de decisiones; los riesgos y costos de mantener en secreto la indisposición, achaque o enfermedad; o el inconveniente que impide entender la necesidad de destituir a los líderes enfermos. También explora esferas en que la salud física no lo es todo y recuerda importantes casos de personajes públicos que han mantenido sus capacidades y atributos casi intactos o se han sobrepuesto a vitales déficits de salud.
Pero en general los autores aludidos añaden que, muchas enfermedades, sin ser una patología psíquica, disminuyen la capacidad para el complejo y zigzagueante ejercicio del poder.
Owen reveló en un estudio del año 2006 que: el 29% de los presidentes de EEUU sufrieron problemas psíquicos durante su mandato y el 49% los presentaron en algún momento de su vida. Esto es superior a la cifra que en ese periodo, según la Organización Mundial de la Salud afectaba a la población en general: cerca del 22%.
Uno de los un desórdenes de personalidad más inquietantes -según Owen- es el "síndrome de hybris". Concepto griego que en la actualidad alude a una suerte de orgullo o confianza en sí mismo, muy exagerada, especialmente cuando se ostenta poder. Se indica como una variación del “desorden narcisista de la personalidad” y alude a una suerte de "intoxicación de poder" expresada en una autoconfianza desmedida, cuyos síntomas se manifiestan en el aislamiento, el déficit de atención y la incapacidad para escuchar a cercanos o a expertos. Hoy, los ejemplos abundan.
Por otra parte, Owen recordaba en una entrevista que el célebre “dictum de lord Acton Power” (“tends to corrupt, and absolute power corrupts absolutely”, frase traducida como: el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”), está precedido de una advertencia fundamental: cuanto más alto es el poder y la responsabilidad, más altos debieran ser los estándares de evaluación.
Uno de los un desórdenes de personalidad más inquietantes -según Owen- es el «síndrome de hybris». Concepto griego que en la actualidad alude a una suerte de orgullo o confianza en sí mismo, muy exagerada, especialmente cuando se ostenta poder. Se indica como una variación del “desorden narcisista de la personalidad” y alude a una suerte de «intoxicación de poder» expresada en una autoconfianza desmedida, cuyos síntomas se manifiestan en el aislamiento, el déficit de atención y la incapacidad para escuchar a cercanos o a expertos. Hoy, los ejemplos abundan.
También, la “hibris” es un tema común en la mitología y las tragedias griegas. Estas aludían a un desprecio temerario y la falta de control sobre los propios impulsos, siendo un sentimiento violento inspirado por las pasiones exageradas, consideradas enfermedades por su carácter irracional y desequilibrado. Las historias relatan como los protagonistas que sufrían de “hibris”, terminaban siendo castigados por los dioses. Lo anterior expresado en el conocido proverbio: “aquel a quien los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco”.
El año 2005 se estimaba que una de cada cuatro personas padecía alguna enfermedad mental a lo largo de su vida y unos 450 millones de personas en todo el mundo la enfrentaban (Organización Mundial de la Salud. Mental Health: facing the challenges, building solutions).
Finalmente, otros autores recuerdan que médicos neurólogos como Sigmund Freud, al momento de advertir el riesgo de liderazgos “tocados”, señalaron también que: “los locos, los visionarios, los alucinados, han desempeñado grandes papeles en la historia de la humanidad”.
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