¿Qué tienen en común Michelle Bachelet y Marcel Claude, más allá de ser descendientes de franceses avecindados por generaciones en el país, padres de familia de hogares separados e hijos de la clase media profesional del Chile desarrollista de los 50s? ¿En qué se diferencian ambos personajes públicos, más allá de su género, experiencia en el poder y disímil capacidad de convocar voluntades reformistas en el Chile actual? ¿Cuáles son sus reales intenciones de dialogar y negociar con el resto de los chilenos los tan necesarios cambios que precisa este país?
Nos proponemos aquí realizar una asociación libre de dos de los candidatos más representativos – a nuestro juicio – del empoderamiento actual de los chilenos a nivel de género. Michelle Bachelet, como matriarca reconocida por una buena tajada de la ciudadanía y espectro partidista tradicional; y Marcel Claude, como el varón nacional que se atreve a enfrentar el miedo a dar su opinión frente al resto de sus congéneres, con una marcada autoridad y personalidad que causa admiración en multitudes de jóvenes a lo largo del país.
Dejando de lado cualquier consideración ideológica que sazone sus discursos respectivos, pretendemos aquí desmenuzar sus virtudes y defectos como individuos chilenos que encarnan los anhelos y esperanzas de varios millones de compatriotas, de cara a las capacidades de negociación particulares a su género que deberán demostrar antes, durante y después de las elecciones (asumiendo que ambos estarían en condiciones de poder llegar a ocupar el sillón presidencial).
Tanto Michelle como Marcel – además de rimar sus nombres y comenzar con la misma letra – tienen elementos en común que los emparejan, pese a estar separados en su vida personal. Ambos son producto de la clase media profesional que a partir del modelo desarrollista de mediados del siglo XX en Chile permitió su ascenso y estabilización social. Ambos tienen familia, pero no cónyuges que les den un soporte público a su imagen. Pese a estar ambos solos frente a Chile, ambos se imbuyen de un cierto «halo místico» entre sus adeptos y correligionarios: Michelle, encumbrada como una gran madre propensa al cariño en la cabeza y la palabra suave; Marcel, como un patriarca severo, quien a través de una personalidad aguda y demoledora busca inculcar valores más comprometidos y rectos frente a las muchas deficiencias presentes en el ideario y prácticas nacionales.
¿En qué se diferencian ambos candidatos? Michelle como mujer chilena, representa el triunfo político del matriarcado nacional. A falta de una pareja sentimental que la acompañe en actos oficiales, Michelle profundizó su compromiso con ese “Chile matriarcal” haciéndose acompañar por la señora Ángela Jeria, su progenitora.
Para sus seguidoras femeninas, Michelle representa el éxito de la mujer chilena, independiente, luchadora y realizada. Para la gran mayoría de sus seguidores masculinos, la madre que todos buscan en una sociedad donde se extiende el concepto de que “la mujer chilena manda en la casa”. Sin embargo, su gobierno anterior pecó de la astucia solapada y vicio evidente que muchos correligionarios cometieron a nivel económico y político. Al mostrarse hasta nuestros días muy adaptable y muy a gusto en el turbulento medio en que se mueve, ha promovido el convencimiento por parte de aquellos bribonzuelos que siguen danzando alrededor de sus faldas, que su “madre” les perdonó, perdona y perdonará todas sus fechorías, aún si ellas socavan su real compromiso de matriarca de la sociedad.
La gran disyuntiva de su imagen es que, más allá de saberse reconocida y representada en las calles en los miles de “clones” que reproducen su presencia – ¿cuántos “dobles” de Michelle, de pelo corto rubio tirando a colorín, con lentes y vibración maternal no hay dando vueltas en oficinas, consultorios y casas de amigos a lo largo del país? – Michelle sigue amparando a este selecto grupo de sastres que, agarrados de sus polleras con firmeza, pretenden seguir apernados en la “casa de mamá” y continuar rigiendo los destinos de millones de hijos más que no viven con ella ya.
Marcel Claude, en cambio, representa a ese incomún varón chileno seguro de sí mismo y de voz atronadora. Para sus seguidores masculinos, se trata de la voz de una generación que sacude la histórica timidez, el “miedo al qué dirán” y la inseguridad epidémica que caracteriza al chileno tradicional en términos generales, plantándose con convicción y coraje frente al resto para decir lo que siente. Para sus seguidoras femeninas, la siempre grata sorpresa de un chileno atípico, con personalidad y cierta coherencia inteligente en su discurso, que va directo al grano sin tanta “maroma” a la hora de abordar sus inquietudes y deseos.
La gran disyuntiva de su imagen es que, más allá de saberse prototipo de un nuevo chileno decidido, encarador y con desplante que escasea en las calles a lo largo del país, Marcel abusa de la confrontación que no dialoga, del querer tener la razón el tiempo todo aprovechando que son pocos los que pueden enfrentarlo con igual vehemencia, y en fin, de sólo aplicar el humor de forma sarcástica e hiriente cuando hay que destrozar públicamente a otro chileno con menor desarrollo intelectual o carismático que se le ponga enfrente. El gran temor que produce en muchos Marcel Claude no sólo pasa por los cambios que propone, sino por su real capacidad para negociar el poder democráticamente sin tener que transar de rodillas, llegando a genuinos acuerdos nacionales que se basen en su original compromiso con la soberanía popular una vez electo.
¿Qué directriz entonces, podemos asumir, precisan ambos actores, a la hora de consolidar el encanto que granjean en sus electorados, para llegar de mejor grado no sólo a ocupar el sillón presidencial, sino administrarlo de forma eficiente y de acorde a las expectativas que van sembrando públicamente? Creemos que la clave se deposita en la llamada “ética de negociación” que caracteriza al chileno como pueblo.
Por cuanto nadie quiere a Michelle Bachelet una vez más prisionera de los partidos ignorando lo que la calle pide, tampoco sería sano para el país tener a un Marcel Claude presidente encerrado en el monólogo incendiario, rabiando el tiempo todo porque el Congreso no le da tan fácilmente lo que pide, y apelando a la movilización popular de forma autoritaria desoyendo las bases más fundamentales del diálogo democrático.
Somos un pueblo propenso a negociarlo todo, entre nosotros y con nuestros vecinos del barrio. La negociación es un gran deporte nacional, utilizado como respuesta inteligente al medio ambiente hostil que nos circunda. Todo chileno(a) que no quiera sucumbir frente al paisaje que incluye sus pares, debe tener el “aguante” suficiente para superar con estoicismo las catástrofes políticas, económicas y naturales que azotan al país cada cierto tiempo. Y ciertamente, un/a estadista de peso debe encarnar este espíritu desde el sillón presidencial una vez instalado/a… y no camino a hacerse de él.
Sin embargo, los chilenos tendemos a cometer dos grandes errores a la hora de negociar: por un lado, buscamos todo el tiempo evitar soluciones rápidas, eficaces y satisfactorias del conflicto. Tenemos pánico en Chile a las soluciones rápidas: lo que prima es la negociación en sí, la idea de “sacar la vuelta” para lograr ventajas. Se tiende a ridiculizar y menospreciar a los “eficientes y dinámicos” que de forma altanera nos vienen a proponer soluciones inmediatas, “al tiro”. La idea fundamental es disfrutar del problema y no resolverlo pronto, como ha demostrado Michelle siendo presidenta en su relación con los partidos y la ciudadanía.
Por otro lado, tendemos normalmente a caer en dogmatismos y/o fanatismos, a pretender imponer – cuando creemos tener la cura infalible para los problemas que nos aquejan – la fuerza sobre el adversario, dándole mayor intensidad al conflicto, y convocando a muchos “termocéfalos” a seguirnos, aún cuando nuestras intenciones sean de lo más positivas y necesarias para cambiar nuestra mentalidad. Marcel Claude propone un diagnóstico lapidario, grave, pesado. Se comprende que su propuesta no se enmarque en la liviandad, pero su falta de humor y cierta comprensión de otros sentires lo condenan inevitablemente a la rabieta, a la intransigencia y – quién sabe en el futuro – a una cierta propensión al descontrol fruto de las pasiones exacerbadas.
Creemos, entonces, que ambos personajes mostrarán su real capacidad para llevar adelante un gobierno de resultados concretos acordes a la realidad contemporánea del país, cuando comprendan los vicios de la negociación en el que incurre cada uno, y sean capaces de superarlos a través de la voluntad férrea que cada uno posee por llegar a disputar el sillón a fines de este año.
En el caso de Michelle, tendrá que mostrar mayor decisión y menos ambigüedad en su discurso. Convencer en los hechos más allá de las promesas, de que es capaz de jugársela transparentemente, sin evitar resolver temas que le sean incómodos y dejar “para más rato” temas urgentísimos que la sociedad toda requiere enfrentar. Michelle debe expresar lo que realmente siente de forma más comprometida, sin rodeos que confunden, marean y levantan sospechas en el electorado de cara a las urnas.
En el caso de Marcel, su estilo polémico, directo y franco de la actual situación chilena se manifiesta en una constante incomodidad e inquietud que carece de diálogo negociador. Marcel requiere escuchar más a quienes no lo siguen de forma sincera, sin levantar murallas infranqueables que imposibiliten los acuerdos. Y ciertamente, vendrán momentos en que tendrá que callar para convencer. Un buen líder de masas es poderoso tanto cuando habla como cuando calla: conoce el efecto de sus silencios, y los utiliza con éxito en su aplicación del poder.
De llegar uno u otro a la Moneda, tendrán que necesariamente negociar de forma efectiva, clara e inclusiva. Michelle deberá negociar con los jóvenes reformistas de la calle, que no tienen aún el poder político ni económico, pero están volcados a ejercer la soberanía popular fuera de los partidos. Y en el caso de Marcel, asumiendo que tiene igualmente condiciones para llegar a la Moneda, su capacidad de negociación deberá darse – aunque le duela e incomode – con los viejos conservadores en política y empresa, aquellos anti-reformistas que hoy tienen el poder y no querrán perderlo de forma alguna.
Por cuanto nadie quiere a una Michelle Bachelet una vez más prisionera de los partidos ignorando lo que la calle pide, tampoco sería sano para el país tener a un Marcel Claude presidente encerrado en el monólogo incendiario, rabiando el tiempo todo porque el Congreso no le da tan fácilmente lo que pide, y apelando a la movilización popular de forma autoritaria desoyendo las bases más fundamentales del diálogo democrático. Por el bien de la profundización de la democracia en Chile, la ética de la negociación debe ser destilada, pulida y lustrada a vista de todos nosotros.
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Pierre Nodoyuna
La Pasion la «propensión al descontrol fruto de las pasiones exacerbadas» de Marcel Claude… uuuy… el autor de esto Alberto Onetto realmente define a Claude como Pepe Lepouf… mi pequeña gatita….
ajonetto
Felicidades, da gusto ver que existen chilenos con altura de miras, respeto y algo interesante que decir frente a quien piensa diferente. Debe ser un orgullo tenerte como interlocutor.
Jorge
Ehhh… Sabe que michelle no tiene ningún interés por la ciudadania y sólo hace ciertas por consejo de marketing político?
No resulta de mucho hacer entre dos candidatos, sabiendo que uno es pura apariencia y el otro si esta comprometido de verdad con lo que cree.
Revelo algunas desventajas de Marcel ahora sobre lo intransigente que es Marcel, en que baso su análisis? En las apariciones en TV?
Marcel no más se ve intransigente porque es el único con un punto de vista de verdad distinto al de los demás miembros de los paneles en los que ha participado, además de que se es difícil respetuoso cuando se defienden planteamientos que aunque están más cerca de la realidad nacional, no tienen casi ningún cabida en los medios tradicionales a excepción de los pocos minutos que le dan a Marcel u otros personajes similares. Aparte que los supuestos paneles de la televisión terminan siendo manipulados para sólo funcionar de acuerdo al rating y no a un verdadero debate de ideas.
ajonetto
Estimado:
El hecho de que Michelle tenga «ningún interés por la ciudadanía» es algo que, si bien puede asomar algo de verdad en las confusas volteretas que se da hoy, más demuestra que está encerrada en el vicio de negociar por negociar, sin atender demandas urgentes que la ciudadanía necesita.
Michelle Bachelet en su anterior gobierno, y al parecer en un posible próximo – por cuanto no se ha atrevido a cambiar esta estrategia – efectivamente y comparto en tu apreciación, hace más marketing político y sigue haciéndole guiños a oscuros representantes del «amiguismo» que un compromiso genuino, concedido.
El propósito de esta columna, que una vez más muchos no fueron capaces de leer en su totalidad, adoptar una actitud objetiva y prefirieron infantilmente ridiculizar y amenazar a quien escribe – con nulo efecto sobre su opinión – era justamente denunciar ese vicio en que se incurre.
Respecto al «negociar», que puede haberse malinterpretado por cuestiones del idioma, nadie habla de «seguir haciendo negocios en política», sino de llegar a acuerdos. Acá hablamos de «negotiation», no «business». Que quede claro este punto.
Respecto a Marcel Claude, también se ha querido mostrar un vicio puntual en el que incurre a la hora de negociar, y aquí me explayo más:
1) Es efectivo que representa a un alto componente de la ciudadanía que está cansada de «negociados» (vicios en la genuina «negociación») y «los mismos de siempre». Ud. le celebra su intransigencia, pero no hay que ser demasiado experto en historia para saber que la intransigencia ha llevado a los mayores desastres en este y en muchos países más.
2) Ud. hace ver que «se es difícil respetuoso cuando se defienden planteamientos que aunque están más cerca de la realidad nacional». Si no existe el respeto y el decoro necesarios para convocar no a un sólo espectro de la realidad, sino a gobernar PARA TODOS LOS CHILENOS como promete, lo menos que podemos esperar de un candidato es RESPETO. SÍ, SOLO LO HE VISTO EN VIDEOS (no en TV, no necesito tele para informarme).
Como muchos chilenos interesado en lo que tiene que decir, he pasado HORAS escuchándolo, y detrás de todos sus postulados me he quedado con su imagen. Y me cuesta imaginármelo tranquilo, dispuesto al diálogo y propenso a escuchar otras voces de ser PRESIDENTE.
Me es irresistible ver a Claude con la banda presidencial, haciendo el mejor esfuerzo posible por serenarse frente a las muchas zancadillas que le van a querer hacer desde el Congreso – es ud. de los que cree que el Congreso debe CERRARSE para que un Presidente gobierne «democráticamente? – pero explotando coléricamente con los que tenga más cerca trabajando con él y que difieran en algún punto… o lo que es peor, explotando en TV y dividiendo aún más entre los que están conmigo vs. los que están errados (que serían todos los que «no están conmigo»).
De que el sr. Claude deberá negociar? Es algo obvio, cuál es el gran pecado de hacerlo saber? Como muestra un botón:
Entrevista a Marcel Claude en EL INFORMANTE, a propósito de cómo pretende implementar un «fondo común solidario» que reemplace a las actuales AFP:
«Se hace un fondo común, en donde aportan los trabajadores, el Estado… y LOS EMPRESARIOS»
[http://www.youtube.com/watch?v=iXPUFDYdmLU minuto 11:35]
Esto no es una muestra clara de que necesita al empresariado para gobernar y financiar algunos de sus puntos de campaña? Y cómo pretende convocar al empresariado, si no es negociando con él? Porque es eso, o agarrar a todos los empresarios y fusilarlos públicamente. No se me ocurre otra forma de llevarlo a cabo, tomando en consideración que sin tener una Constitución nueva que obligue a éstos a hacerlo bajo la ley, y que asimismo una Constitución nueva puede tomar su par de años en el mejor de los casos en redactarse y aprobarse, Claude por el bien del país tendrá que abrirse más al diálogo con aquellos molestos actores, aunque le duela y le cueste.
Saludos
David Malhue
Me quedo con este párrafo para comentar la columna: «Por cuanto nadie quiere a una Michelle Bachelet una vez más prisionera de los partidos ignorando lo que la calle pide, tampoco sería sano para el país tener a un Marcel Claude presidente encerrado en el monólogo incendiario, rabiando el tiempo todo porque el Congreso no le da tan fácilmente lo que pide, y apelando a la movilización popular de forma autoritaria desoyendo las bases más fundamentales del diálogo democrático. Por el bien de la profundización de la democracia en Chile, la ética de la negociación debe ser destilada, pulida y lustrada a vista de todos nosotros.»
Hace muy poco el analista Patricio Navia dijo que el comando de Bachelet estaba obsesionado con Marcel Claude; en fin.
A ver, Bachelet no es que vaya a ejecutar un gobierno amarrada a los partidos ignorando a la calle. ¡Ella es partidos! Su historia antes de ser presidenta, en Onu Mujeres, y hoy, sigue siendo partidos. Si tuviera otro norte en sus «idea país», y aprovechándose de su supuesta importante popularidad, ella impone los términos en todo ámbito en la concertación y encabeza un mandato refundacional situación que la voluntad soberana del pueblo, máxima de toda democracia, se vea reflejada en su gobierno. Pero ella no está en esa. Es más, muy lejos de cualquier análisis mesiánico de su figura, Bachelet está ejecutando todo lo que le están diciendo por detrás los mismos partidos políticos anclados, y este es el gran pecado de ella y la concertación, ¡en los grupos económicos!
Dos «pequeños» datos. A su comando se acaba de integrar René Cortázar (en Estados Unidos este tío estaría preso, USA, la cuna del capitalismo), y Alberto Arenas, personaje que hace rato está marcando pauta en las políticas económicas que en un hipotético gobierno de la «nueva mayoría» se ejecutarían. Estos dos señores son Luksic. Cómo disfrazará ese hecho Michelle. Cómo se presentará ante los movimientos sociales y ciudadanía en general con esos antecedentes (sin dejar de lado todas las aberraciones de su anterior jefatura de Estado) si ella y su candidatura efectivamente reside en los grupos económicos que, objetivamente, tienen cooptada la política, horror voluntario histórico de la concertación.
Bachelet no tan sólo es rehén de sí misma y del partidismo, sino del cáncer que tiene a Chile en un proceso pre-revolucionario: relación grupos económicos-política y sus consecuencias .
Marcel. Gran tipo Marcel, votaré por él en noviembre, ya que considero que, a pesar que tu columna lo deja como un peleador intransigente, ese tipo de liderazgos, no caudillismos, es lo que la jefatura de un Estado necesita ya que su discurso violento para algunos encierra lo que Chile nunca tuvo que perder: una sociedad de derechos.
Lagos tenía bastante de intransigencia, de violencia en el discurso, pero ese discurso tenía un “mensaje oculto” que no supimos entender a tiempo: intensificar la despolitización de la sociedad y empoderar a los grupos de poder en este país.
La vehemencia de Lagos es diametralmente opuesta en los fines a la de Claude, ya que Marcel es “violento” porque la realidad de nuestra falsa democracia y vil convivencia en este Estado de “Derecha”, es violenta, y con la ciudadanía, incluso con quien dice ser del “centro social” de Longueira (dominación de masas se llama eso).
Quienes ven en Claude una amenaza lo ven desde sus trincheras de privilegios mal habidos en estos 23 años de dictadura del mercado y de los partidos políticos, porque sí, efectivamente, Claude es choque entre los poderes del Estado, pero ese choque es inevitable, con Claude en el Estado o con Bachelet de presidenta.
Si Marcel toma el mando del Estado, ese hecho se viene, y los intelectuales deberán sacar bien las conclusiones del caso, ya que Marcel no es “revolución proletaria” (necesario evento que en algún momento, ¡en algún momento!, debe llegar) sino que es un reformismo de hecho para normalizar las relaciones sociales en este mismo ambiente capitalista.
Claude no es un marxista como quien escribe, pero entiendo, y muchos no marxistas como tales, entendemos que para volver a una estado de normalidad en la convivencia en un sistema capitalista, ese “remezón”, bien entre comillas, es necesario y ciertamente inevitable.
Bachelet es continuación en la acumulación de rabia con las consecuencias que eso traerá, y Claude es el choque necesario que tiene que ocurrir en una “revolución de corte liberal o reformista” como lo que ocurre en Chile hoy.
Cuando leo a los “mensajeros de la claridad”, y le colocan a Marcel la chapa de “revolucionario”, me pongo a pensar: si él es un revolucionario, entonces Carlitos Marx era un verdadero “humanoide”, como decía el almirante bueno para las copas…
En fin.
Saludos.
PD: ¿Negociar?, ¿dónde he escuchado esa palabra antes?, ¡yaaaaa!, se la escuché a Allamand, Onofre Jarpa, Boeninger, Krauss, Belisario Velasco, Aylwin, Lagos, ¡y así estamos…!
ajonetto
Estimado Daniel:
Primero, saludar la instancia de que te abras a discutir de forma seria y sosegada puntos transcendentales que aquejan no sólo a la política contemporánea en Chile, sino sus estructuras que actualmente la sostienen, que crujen y hacen mella, preocupando sino a todos, a una mayoría cada vez más considerable de chilenos de diferentes edades, condición social y género.
Comenzaré por concederte en que me he detenido y he sido más crítico con Claude que con Bachelet en esta columna… ¿La razón? Bachelet ha demostrado con evidencias concretas los vicios en que ha incurrido – y sigue incurriendo – para evitar el real diálogo democrático y constructivo que precisa este país. Sin ningún tapujos le puedo confesar de forma abierta que no participo en “comando”, “partido” o “movimiento” alguno – como ud. pretende aludir al comienzo de su respuesta.
El diálogo que aquí se forma nace, por parte de quien le escribe, desde la crítica y el escepticismo de quien informado con la realidad del país, se debate entre asistir a apoyar a un candidato X a las urnas o no.
Ud. recalca – no sin cierto dejo de razón – que Bachelet “es los partidos en esencia”¿Fue su imagen trabajada con genialidad para seducir inconscientemente a una masa considerable de electores chilenos que se ilusionan con ese “Chile maternal”? Es posible (la candidatura a diputada de Camila Vallejo se ha empapado ciertamente de ese ideal)… ¿Tiene otro norte que no sea el vicio de “negociar por negociar” con la “familia” (en el sentido siciliano del término) que Girardis, Escalonas, Auths y Pizarros representan dentro de la Concertación/Nueva Mayoría o cuanto otro nombre se le quiera dar?
Esa es la gran pregunta que debe dilucidarse. Ha sido tal su alejamiento del real y sano arte de la negociación política – que debe incluir a actores extrapartidistas, evidentemente – que ha ensuciado su imagen de “matriarca” con esbozos de “jefa de clan dominante”. Concedido.
He asistido estos últimos días a noticias como las que ud. hace mención, sobre la inclusión del Sr. Cortázar en su comando (en menos de dos meses ha presentado comando nuevo por lo menos dos veces, lo que demuestra una notable tendencia al “acomodatismo” que refuerza su vicio negociador).
¿No fue el sr. Cortázar incapaz de implementar de forma efectiva el Plan Transantiago heredado de la administración anterior? ¿Por qué se incluye a tan inepto personaje en un comando de campaña que enfrentará desafíos más profundos y difíciles de cara a estas elecciones? Por el simple hecho de que sigue la sra. Bachelet presa de la idea de que “mejor gobernar con diablo conocido, que ángel por conocer”.
Pasando ahora a Marcel, a ese “gran tipo” que defiendes. Es justo y encomiable que quieras apoyarlo por la vía democrática… ¿Qué lo dejo como “peleador intransigente”? Lástima no poder expresarse uno de forma más extensa en una simple columna. Más que lo anterior, veo a Claude como un proyecto de líder incapaz de llegar a acuerdos, soluciones consensuadas democráticamente, propenso a cierto autoritarismo y desconfiado al punto de no admitir cualquier intento de solucionar por medio de las palabras, con las cuales se abroga el derecho de emitir sin escuchar.
Me hago cargo 100% de estas afirmaciones, toda vez que se presentaron asimismo de la forma más objetiva posible sus virtudes que ensalzan su imagen y actitud (nunca fue la intención aquí discutir sus propuestas concretas, como tampoco las de Bachelet).
Lagos tenía bastante de intransigencia, de violencia en el discurso, pero ese discurso tenía un “mensaje oculto” que no supimos entender a tiempo: intensificar la despolitización de la sociedad y empoderar a los grupos de poder en este país.
Mencionas a Ricardo Lagos, quien a través de su actitud e imagen, en un momento clave de la historia de la transición democrática chilena, se atrevió a “levantarle el dedo” a Pinochet públicamente, y selló para siempre su fama de encarar a la historia con firmeza, lo que posteriormente lo llevó a la Moneda. De que negoció, negoció mucho, en exceso incluso. Negoció tanto con partidos políticos que le dejó la “bandeja servida” a Michelle, en el plano doméstico. Negoció tanto con países con economías sólidas a nivel diplomático, que le dejó la “bandeja servida” a Michelle y a Piñera.
Ud. hace ver que “quienes ven en Claude una amenaza lo ven desde sus trincheras de privilegios mal habidos en estos 23 años de dictadura del mercado y de los partidos políticos”. Muchos de quienes defienden esos postulados ven a Claude como amenaza… pero también lo harán quienes, comprometidos profundamente con la democracia popular, sientan algo de resquemor frente a dejos autoritarios, intransigencia en el debate y apelar indiscriminadamente a que “me sigan los buenos”, haciendo un juicio de valor riesgoso entre “los que me siguen” versus “los que no están conmigo”.
Si Marcel no es “revolución proletaria”, sino reformismo como ud. señala, eso se verá post-elección. ANTES JAMÁS. El discurso pre-electoral es pura retórica, no hay hechos que comprueben la real capacidad de poner en función lo emitido. Si lo que busca Claude es ser reformista y no revolucionario, debe tender a NEGOCIAR: con los empresarios, deberá negociar el financiamiento del “fondo común solidario”; con la actual clase política, los proyectos de ley que deberán ser refrendados en el Congreso; con esa “vanguardia intelectual” que ud. señala, la capacidad de ser interpelado críticamente sin caer en la censura ni el ridículo público.
Para finalizar Daniel, quiero compartir con ud. un párrafo del gran intelectual portugués Fernando Pessoa, quien en su “Libro del Desasosiego” señalaba:
“La historia niega las cosas ciertas. Hay períodos de orden en que todo es vil y períodos de desorden en que todo es alto. Las decadencias son fértiles en virilidad mental; las épocas de fuerza, en debilidad de espíritu. Todo se mezcla y se cruza, y no hay verdad más que en el suponerla”.
Quién representa la virilidad mental frente a las decadencias, y quien representa la debilidad de espíritu en las épocas de fuerza, queda a juicio de cada uno. Lo interesante será ver cuando el que tenga virilidad mental de sobra pueda demostrarla en épocas de fuerza, y aquel que tiene debilidad de espíritu pueda sobreponerse en momentos de decadencia.
Saludos
PD: No confunda “el arte de la negociación” – sin el cual política, diplomacia y llegar a acuerdos en la vida cotidiana se fundan de forma efectiva – con el “vicio de la negociación”, discutido largamente en este artículo. El “arte de la negociación” llevado correctamente se lo he “escuchado” a Sun Tzu («El supremo arte de la guerra es someter al enemigo sin luchar»); a John F. Kennedy (“Nunca negociemos desde el temor, y nunca temamos negociar”) y a un largo etcétera.
Para finalizar con otro que larga y efectivamente “habló antes”, Arístóteles decía que “es un principio indiscutible que para saber mandar bien es preciso saber obedecer”.¿Obedecer a tu electorado en desmedro de quienes piensan/sienten diferente u obedecer las reglas del diálogo democrático? He ahí la pregunta del millón que todo gobernante responsable con la soberanía popular siempre debe hacerse.
Saludos
ajonetto
DAVID, no Daniel. Mis excusas correspondientes.
David Malhue
El gran Armando Uribe hace 26 años más/menos, que viene diciendo que la transición a la democracia chilena fue un pacto entre la centroderecha y derecha plena. Suscribo eso 100% en relación al dedo de Lagos (que hoy le trae consecuencias).
¿Negociar?
Marcel deberá negociar NO la entrega de la gran minería tanto extranjera como nacional; Marcel NO deberá negociar la nacionalización de los grandes bancos privados; Marcel NO deberá negociar la justa muerte de las AFP’s, entre otras tantas situaciones económico-sociales. Lo que sí te concedo en que deberá negociar, es en cuanto a los límites de la regulación al mercado. Cómo han sobrepasado todos los límites de la decencia y las buenas prácticas, estos «probos» querrán volver al límite solamente y Claude ¡a la razón misma de una economía al servicio del hombre, y no al revés!, como funciona hoy. Tómalo como una negociación transitoria.
Las negociaciones macro siempre están sujetas a los ámbitos del poder en la relación política-negocios. En ese ámbito, las negociaciones que se le pretenderán exigir a un mandato de Claude no pueden circundar esos espacios, ya que la propuesta de Marcel es volver a un estado de situación no de extirpación del capitalismo, que es lo que muchos temen sea al fondo, sino a su normalización, y para llegar a eso lo único aconsejable es una “doctrina del shock”, parafraseando a Naomi Klein, ya que la realidad en nuestro país, en las esferas de tomas de decisión, la anarquía mercantil está absolutamente desatada, y ante ese escenario real y no desmentido por nadie, excepto por el mendaz centro social, las negociaciones serán alimento para la misma anarquía mercantil.
En otros términos, a esta gente, que tienen a Chile en la abyección misma, un shock como el que Marcel le inyectará al sistema, ni siquiera debe ser dudado por los capitalistas mismos, ya que ese factor de shock como le he llamado, es lo único que desmantelará la lógica criminal desde el sistema mismo para estabilizar las relaciones económicas, políticas y sociales en este Mall que se transformó este país y convertirlo en un centro cívico de relaciones humanas solidarias.
Chile es una economía diferente al resto de los países capitalistas. En esta nación todo está con un rótulo o etiquetado de costo. Todo tiene precio, y con engaño, usura y dolo. Eso, ese escenario, no necesita una aspirina vencida como lo que la nueva pillería intentará recetar al capital enfermo. Aquí lo que se necesita es bisturí a fondo y por sobre todo decisión no de salvar al capitalismo, aunque de manera indirecta así será, sino volver a una situación país de normalidad en las relaciones antes citadas.
En todo lo descrito, negociar sería un atentado histórico no sólo para Marcel y su gobierno, el país se vería profundamente afectado ya que se transformaría en la aspirina que el cáncer no necesita.
En el terreno político, ese shock es la Asamblea Constituyente. Un llamado a una asamblea, previo plebiscito ganado con una mayoría amplia, el parlamento, guarida de los negocios en esta nación, no la podrán negar, y menos desconocer.
Ante ese hecho, los millones de chilenos en las calles de este país serán la luz roja ante cualquier intento de desconocer la voluntad soberana de la gente por vías que este mismo estado de “derecha” no les concede. “…apelando a la movilización popular de forma autoritaria desoyendo las bases más fundamentales del diálogo democrático…”, eso es precisamente lo que se busca, Alberto, un contrapeso ante el peso del capital de la clase política, y si para eso sí o sí hay que desoír “las bases fundamentales de este diálogo democrático”, que en nuestro país ¡no existe!, ni diálogo ni democracia.
Lo que se viene en Chile, si la sabiduría de nuestro pueblo así lo concede con un Marcel en el poder, no es para sentarse con un trago y presenciarlo por tv. El chileno está pidiendo participar en política, pero no para gatopardismo, sino para que se vuelva a un estado de normalidad, y para tranquilidad de ustedes, en un marco todavía capitalista.
Lo que viene después, el tiempo lo dirá. La politización de la masa, que es un proceso que se está llevando a cabo, es, ante todo, la mano que colocará la lápida al neoliberalismo en Chile, por lo menos.
Saludos.
PD: La situación de violencia del sistema hacia la masa, no está para negociar en ninguno de los términos, sino para actuar.
Yenny
Creo que el argumento del shock está equivocado. Naomi Klein lo identificó críticamente como arma del neoliberalismo, ya que distrae a la gente en una desgracia de cualquier tipo, para aplicar legislaciones antipopulares. Por lo tanto, no creo que Marcel Claude se esté imaginando un shock para realizar los cambios que pretende, lo veo bastante más transparente en sus planteamientos. Eso de las revoluciones silenciosas es de otro sector político. Además creo que es errado pensar que convocar a una Asamblea Constituyente sería un shock, al contrario, es justicia. Finalmente, tu enredo en los argumentos, creo que aporta al susto a la gente a la hora de apoyar los cambios políticos.
ajonetto
[El concepto de «ética de la negociación» y sus 2 fundamentales vicios cometidos en Chile, han sido extraídos del interesante ensayo «Chile, país insólito» (1975) – del académico mendocino Horacio G. Godoy. En GODOY URZÚA, Hernán: «El carácter chileno», Ed. Universitaria, Santiago, 1era edición 1977]