Un enemigo: el progresismo.
Un aliado: el conservadurismo.
Un objetivo: el centro.
Estas fueron las máximas utilizadas por el Presidente de la República en su discurso mencionado el reciente 21 de Mayo desde el plano político, donde el mensaje presidencial se utilizó con todas la virtudes que ofrece La Reina en un juego de ajedrez.
En este plano el discurso estaba precedido por un escenario poco favorable. Tiene minoría en la Cámara de Diputados y en el Senado, lo cual le imposibilita una estrategia demasiado confrontacional que pudiera aglutinar a una oposición en torno a un trato odioso. Las últimas encuestas muestran un creciente descontento y desaprobación sobre todo con la figura del mandatario. Y en el flanco interno estos dos meses de gobierno han existido más desencuentros que vínculos positivos con la UDI.
En este tablero entonces, ¿cómo utilizar una carta tan potente como el discurso? La lectura fue correcta, al menos por sus resultados, precedidos por un buen trabajo interno, acompañados por un buen tono en el mensaje y diferenciando los niveles de manifiesto y latentes en los anuncios.
La UDI quedó feliz y radiante, más que por las palabras, por los silencios. Lo más probable es que el manejo con el sector más conservador de nuestra política haya sido previo y a puertas cerradas. No me extrañaría que el discurso se haya conocido por dirigentes de la UDI con anterioridad o que el mismo ejecutivo haya pedido al gremialismo sus principales condiciones para elaborar el mensaje, dando una muestra de consideración siempre importante en la política. De esta manera la UDI se comienza a dibujar cada vez más fuerte como un “aliado interno”, que sea acariciado con las omisiones y permisos a cambio que no exija muchas demostraciones públicas activas. La omisión de los mal llamados “temas valóricos”, el tono religioso de su mensaje, la sobrevaloración del concepto de familia clásico, hicieron de este discurso un texto intrínsecamente, pero nunca explícitamente, conservador.
En la contraparte, también de manera implícita, el enemigo fue el progresismo. Es cierto que el discurso fue sumamente respetuoso con las principales figuras de la Concertación, sin embargo tuvo un par de menciones que seguramente no dejaron contentos a quienes se sienten “progresistas”, y sobre todo en comparación al trato que recibieron sus aliados, los Demócratacristianos. Cuando menciona el crecimiento del 87 al 98, luego critica el estancamiento del 98 hasta el 2009, con lo cual su crítica va directamente al manejo socialista de la república. Posterior a eso dice textualmente: “Llegó el momento de recuperar el tiempo perdido y poner a Chile nuevamente en la senda del progreso sólido, sostenido y sustentable, no sólo en lo material, sino también en lo espiritual. Porque eso es progresismo”, con lo cual hace una alusión directa a competir por el dominio del título progreso, dando a entender que éste no ha estado presente en el ejecutivo en los últimos años y adhiriendo al concepto la idea de “lo espiritual”.
Por contrapartida, las palabras del Presidente estuvieron plagadas de guiños al centro político y sobre todo a la DC, haciendo de este sector político el público objetivo del mensaje, el “target” de la estrategia. La centro-derecha desde el día que ganó la presidencia comprendió que su gobernabilidad pasaba por convencer a la DC (y el PRI en menor medida) que podían estar juntos en un proyecto y con ello cambiar el eje que ha comandado la política post dictadura. No solo esta estrategia acrecienta el poder de la actual coalición gobernante, sino que deshace absolutamente su competidor para la elección en cuatro años. De hecho, con lo difícil que sabemos que es, si el ejecutivo logra su objetivo se asegura su reelección por 2 o 3 períodos.
El discurso en esta estrategia fue clave. Hasta ahora habían sido mensajes pequeños, pero el 21 de Mayo el mensaje fue potente y lo cierto es que encontró respuesta visceralmente positiva en la DC y estupefacción en sus aliados progresistas. Con el anuncio en la reducción del 7% de los jubilados en salud, un llamado fuerte a los derechos humanos, una constante alusión a Dios y lo espiritual, la predilección de “la familia como núcleo central de la sociedad”, Piñera interpretó proclamas que despertaron ilusiones en el corazón demócratacristiano, llegando a convencer por momentos que era uno más de la familia. En efecto, la respuesta de los voceros de la falange momentos después del discurso fue tibia y dejaba notar una cierta adhesión al mandatario.
Comprendiendo todo lo anterior, el mensaje logró camuflar toda su estrategia en un tono de unidad y de conciliación, respetando las figuras de Estado, aludiendo a la historia de catástrofes de nuestro país y sin tocar de manera específica ninguna acción de la Concertación y sus mandatarios, cosa que se esperaba venir.
De esta manera, el discurso presidencial mostró su arista más brillante y mejor preparada. La oposición no ha tenido una respuesta unitaria frente al mensaje y se debe a su desconcierto. Sin embargo, esta misma oposición, si analizara y fiscalizara correspondientemente el discurso, tiene una opción inaudita de fortalecer su identidad en contraposición de medidas anunciadas propiamente de derecha y de cobrar la palabra constante y públicamente a las metas que el presidente se ha impuesto, las cuales distan de su capacidad.
(Esta es la segunda de siete entradas de análisis del discurso del 21 de Mayo. La primera entrada es "El placebo y la reconstrucción")
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