El proceso político que impulso la Concertación desde sus orígenes en dictadura, se focalizó principalmente en la implantación de un régimen democrático con un perfil socialdemócrata en ciernes. Claro está que el trabajo político, económico y social tuvo que tener siempre en consideración a una derecha política fuertemente anclada en la dictadura -especialmente en el primer gobierno de la Concertación cuando pendía como espada de Damocles el autoritarismo militar- representada por la UDI y RN, que inhibió o retrasó la implementación de políticas sociales e institucionales, que prefigurarían la arquitectura política e institucional del país.
La Concertación gastó tiempo y esfuerzo en desarticular los enclaves autoritarios y poderes fácticos que obstaculizaban sus objetivos democratizadores, de desarrollo social y económico que la inspiraban. A pesar de todo, la historia de los 20 años de la Concertación está fuertemente identificada con la recuperación de la democracia y el haber posicionado al país en la antesala del desarrollo.
Lo que queda por hacer es plantearse dos grandes desafíos para alcanzar el objetivo del desarrollo. Por una parte, cambiar el sistema político presidencialista por uno parlamentario -con lo cual quedaríamos protegidos de los personalismos del presidencialismo y eventuales arrestos populistas- a objeto de empoderar al poder legislativo y otorgarle facultades que le permitan un rol más activo en la generación de las autoridades de gobierno y participar decididamente en la generación de políticas públicas. Y por otra parte, en la esfera socio-económica, desarrollar y fijar el objetivo estratégico del Estado del bienestar, lo que a mi juicio es la vocación socialdemócrata de Chile.
Si consideramos los resultados de los sistemas educativo (educación pagada), salud (Isapres) y de pensiones (AFP) -basados en el principio individualista privado- por citar solo los más relevantes, salta a la vista que lo que se ha conseguido por este camino no resuelve la iniquidad, la desigualdad, la discriminación y la desesperanza por el futuro.
Para no ahondar más en lo que el mundo del trabajo ya percibe con cierta claridad, es que con el modelo neoliberal vigente no se lograrán los estándares de desarrollo humano que exhiben los países desarrollados. Más allá de las utopías, todo indica que llegaremos a la conclusión de que sólo el trabajo mancomunado de la sociedad, fundado en el principio solidario, en donde los individuos trabajan colaborativamente compartiendo los riesgos, es la senda probadamente exitosa hoy en el mundo.
Los sistemas basados en el Estado del bienestar de los países escandinavos, particularmente el modelo sueco, debieran ser un referente que inspire a la nueva Concertación de los próximos gobiernos.
Consecuentemente con el objetivo, se debe efectuar un consistente esfuerzo por difundir y explicar la necesidad de impulsar una reforma tributaria profunda, de modo de satisfacer las demandas, derechos y servicios garantizados por el Estado, los cuales tendrían cobertura universal.
Sólo con un proyecto político ambicioso, claro y distinto –cartesiano- que persuada, inspire y movilice a la sociedad chilena, cuyo objetivo apunte al desarrollo humano basado en el Estado del bienestar -que supere el asistencialismo actual hacia los sectores postergados- la Concertación recobrará el apoyo ciudadano.
El momento actual es para trabajar en la configuración de las nuevas ideas y desarrollo del plan estratégico que la Concertación debiera plantear al país. De persistir en más de lo mismo, en la polémica por los nuevos “rostros” o en lo mal que lo hace el gobierno, la oposición solo conseguirá ser fagocitada por la derecha política.
Ahora es el momento de conferirle nuevo contenido a la forma denominada Concertación.
Cito un elocuente párrafo de la Conferencia Socialdemócrata sueca de 2009, en donde se concretizan los principios de libertad, igualdad y fraternidad del proyecto progresista:
“Cuando sucede lo inesperado en la vida –un niño que se ve en dificultades en el aprendizaje, usted que está quemado por el estrés, una dificultad en la empresa o un familiar de edad avanzada que ya no puede valerse por sí mismo– es entonces cuando se ve la importancia que tiene el estado del bienestar. Cuando nos ayudamos unos a otros a compartir nuestros riesgos, entonces aumenta nuestra seguridad individual. La seguridad tiene un valor enorme en términos de libertad. Si el estado del bienestar mantiene una alta calidad, se ejecutará sobre la base de las necesidades y siempre en condiciones de igualdad para todos independientemente de su origen, entonces reparte los riesgos, las oportunidades y la seguridad a lo largo de toda la duración de la vida, así como entre generaciones. El hecho de que el modelo sueco se base en este hecho no es un accidente. Este es el modelo que mejor se las arregla para proporcionar una mayor libertad para el individuo a través de una alta movilidad social y amplias oportunidades para alcanzar las metas de la vida a través de su propia elección y sin precondiciones previas.”
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Comentarios
25 de enero
Estimado Eduardo
tengo un blog que estoy retomando y que habla de la socialdemocracia y el estado bienestar, entre otros temas, te quería pedir por favor si es posible que este artículo lo puedas publicar en mi blog, de hecho te dejo cordialmente invitado a participar y cualqueir ayuda o comentario con ojo critico será bien recibido.
gracias!!
direccion blog : http://sd.bligoo.com/
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