Estimados, permítanme unas palabras en relación al debate candente de este momento: la energía nuclear.
El desarrollo del conocimiento de cómo está constituida la materia y su movimiento interno viene de muy antiguo. Demócrito, Epicuro y Aristóteles, entre otros, en la antigüedad clásica reflexionaron acerca del atomismo de la materia, y de este modo sucesivamente en el transcurso histórico del pensamiento y la ciencia, llegamos hasta Henri Becquerel, quien, en 1896 descubrió que algunos elementos químicos emitían radiaciones, pasando por Einstein y toda la zaga de físicos nucleares de nuestro tiempo que han desarrollado este conocimiento. Ha sido un esfuerzo especulativo y científico constante. Esto lo menciono para destacar la relevancia del tema como un trabajo intelectual y técnico que a mi entender debe ser despojado de la demonización de que ha sido objeto, a causa principalmente de los efectos catastróficos producidos por la bomba atómica (Hiroshima y Nagasaki) y accidentes ocurridos en plantas nucleares (Chernobyl y ahora Fukushima).
Guardando las proporciones de los efectos radiactivos producidos por ambos eventos, explosión de bombas y accidentes de plantas nucleares, se puede observar que para este último caso: accidentes; éstas son circunstancias, condiciones que pueden ser mitigadas y controladas cada vez más férreamente, en la misma medida que avanza el conocimiento y la tecnología. El manejo de plantas nucleares, de acuerdo a información que nos llega en estos días, está siendo revisado por la comunidad científica a objeto de aprender las lecciones de Fukushima e incorporarlas a los procedimientos, normativas y sistemas complementarios que configuran las plantas nucleares.
El accidente de la planta en Fukushima -dicho sea de paso, ésta data de los años setenta, en Japón existen 54 plantas en su gran mayoría de última generación- fue en estricto rigor consecuencia del tsunami y no del terremoto grado 9. Es decir, si esta planta hubiese estado emplazada en un área alejada de la costa no habría ocurrido el accidente. Tras apagarse los reactores automáticamente debido al terremoto, el mar inutilizó los sistemas de generación de energía eléctrica que alimenta a su vez los sistemas de refrigeración de los reactores. Esta es la causa del accidente.
La planta de Fukushima y el accidente que ha puesto a la población en alerta, nos dejan una enseñanza paradojal: que Japón y sus plantas nucleares superaron la prueba del terremoto grado 9, pero no así la del tsunami. Estamos notificados.
Pese a todo, me aventuro a pensar que las aplicaciones de la energía nuclear en la esfera no militar, particularmente en el ámbito de la generación eléctrica, tienen un futuro promisorio que podría hacer realidad el sueño de todo ecologista, esto es un mundo libre de represas y centrales termoeléctricas, un mudo libre de contaminación y respetuoso de la biodiversidad, siempre intervenida por la creciente demanda de energía.
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Foto: Pazos Poulet / Licencia CC
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