#Política

Confech ¿ética de la convicción o ética de la responsabilidad?

Compartir

Las demandas estudiantiles pueden ser consideradas legítimas y en muchos sentidos uno puede concordar con éstas en varios aspectos. No obstante, la duda es ¿hasta qué punto la resolución política de esas demandas está quedando subyugada a la necesidad personal de los dirigentes estudiantiles, de mostrarse constantemente como revolucionarios, como “radicales libres”, esa moléculas inestables y reactivas, haciendo analogía con la química?

Los dirigentes estudiantiles parecen haberse tomado en serio la frase de Allende que dice que ser joven y no ser revolucionario es una contradicción biológica. No sólo parecen asumir –erróneamente- que la edad les determina a adscribir exclusivamente a ciertas ideologías como quien se convierte en feligrés de una fe determinada según la etnia (viejas e incluso conservadoras por lo demás); sino que eso parece hacerlos olvidar que no se puede pasar toda la vida proclamando quemar la ciudad al final de cada día. 

Sin percibirlo, los actuales dirigentes estudiantiles parecen estar llegando a esa encrucijada donde todos quienes en la historia han promovido cambios radicales (como lo hicieron Mandela, Arafat y otros tantos) se han encontrado alguna vez. Esa etapa donde deben elegir entre ser razonables para dar prioridad a las demandas que se defienden, generando cambios desde la política; o dar prioridad al papel de revolucionarios, para seguir siendo unos románticos dogmáticos, como lo fue Che Guevara. 

Los dirigentes estudiantiles están en el momento de decidir si aplican la ética de la responsabilidad y de ellos deriva un movimiento político serio con proyección, que actúa dentro del espacio político y democrático, aceptando su carácter agonal, y por tanto la existencia de adversarios, disputas y diferencias; o siguen con la ética de la convicción, manteniéndose como una mera expresión contingente de descontento, es decir, como algo pre-político, que actúa fuera del espacio político.

El dilema no es menor, porque es mediante eso que definen si optan entre la ética de la convicción; o la ética de la responsabilidad, de la que hablaba Max Weber. Deben decidir entre mantenerse
– parafraseando al célebre sociólogo – bajo la presión inflexible de sus seguidores (en función del grito de la calle); o asumir su responsabilidad política, que implica necesariamente comenzar a contrastar fines con medios, y por tanto medir las consecuencias de sus actos y palabras. 
Siempre es mucho más fácil ser un vociferante que alude todas las responsabilidades a otros sin asumir las propias, que empezar a hacer política con la cabeza. Es decir, siendo razonables. Y esto no implica abandonar la pasión política sino canalizarla. Como el propio Weber decía: “la ética de la responsabilidad y la ética de la convicción no son términos opuestos entre sí; son elementos complementarios que deben concurrir a la formación del hombre auténtico, a la formación del hombre que pueda tener vocación política”. 
Las declaraciones de Andrés Fielbaum y otros dirigentes universitarios, donde amenazan con radicalizar el movimiento estudiantil –sin indicar de forma clara en qué consiste aquello- si no hay respuesta del ejecutivo el 21 de mayo, parecen demostrar que dicha intransigencia absoluta, está más al servicio de sus principios personales, que de las demandas mismas. El romanticismo personal de los líderes está primando más que lo razonable políticamente para llevar a cabo los cambios que proclaman.
Su ultimátum denota que su posición, debido a su – ¿inconsciente?- auto exigencia de mostrarse cada vez más revolucionarios (incluso más allá de los procesos mismos) ya se torna más discrecional y por tanto más autocrática. Porque en su llamado, incluso se sitúan como únicos interlocutores entre los ciudadanos –la calle- y el gobierno, saltándose a toda la estructura política legislativa de por medio.
Los dirigentes estudiantiles están en el momento de decidir si aplican la ética de la responsabilidad y de ellos deriva un movimiento político serio con proyección, que actúa dentro del espacio político y democrático, aceptando su carácter agonal, y por tanto la existencia de adversarios, disputas y diferencias; o siguen con la ética de la convicción, manteniéndose como una mera expresión contingente de descontento, es decir, como algo pre-político, que actúa fuera del espacio político.

Resolver ese dilema por parte de los dirigentes estudiantiles es clave. De lo contrario, el tren a toda velocidad puede terminar descarriado, con conductores y pasajeros aplastados por la gran mole que ellos comenzaron a acelerar sin pensar hacia dónde iban realmente. 


Imagen

Tags

2
5

Los contenidos publicados en elquintopoder.cl son de exclusiva responsabilidad de sus respectivos autores.
Te invitamos a conocer nuestras Reglas de Comunidad

Comenta este artículo

Datos obligatorios*

2 Comentarios

badnature

En primer lugar, hablar de movimiento estudiantil y CONFECH como sinónimos, es ignorar el movimiento en sí.
Dicho esto, es necesario aclarar que el punto no es ignorar los canales políticos como herramienta, sino rechazar la institucionalidad política actual, pues negociar en sus términos es perder de antemano. Las teorías weberianas de dominación pueden muy bien evidenciar esto. De más está decir que se podrían obtener aún mejores conclusiones del contraste con otros sociólogos.
Este movimiento discute y renueva sus planteamientos con la frecuencia y responsabilidad que los partidos políticos chilenos jamas han evidenciado. No se trata de doctrinas versus estructuras legislativas, ni mucho menos de un supuesto ardor juvenil que parece tomado de la literatura, se trata de ideas claras, comprometidas no con una propuesta o demanda particular, sino con una transformación del modelo, que no pasa por sentarse a discutir mitigaciones o reformas.
Y radicalizar es radicalizar aquí y en la china. No nos hagamos los tontos

    JGOMEZARISMENDI

    En primer lugar, en ningún caso se habla del movimiento estudiantil como sinónimo de la Confech. En todo momento se alude a la dirigencia estudiantil.

    En segundo lugar, en ningún caso se abordan los tipos de dominación sino el carácter de la vocación política en base a lo que Weber plantea.

    Por tanto, es contradictorio que primero plantees que el movimiento estudiantil y la Confech no son sinónimos y luego digas que «Este movimiento discute y renueva sus planteamientos con la frecuencia y responsabilidad que los partidos políticos chilenos jamas han evidenciado» como si movimiento y Confech fueran sinónimos.

    Por último, todos sabemos a qué refieren con radicalizar, por lo mismo sería más responsable y honesto que los dirigentes fueran claros en sus planteamientos, diciendo en primer lugar qué modelo plantean, para reemplazar el actual. De lo contrario, esas ideas claras se mantienen en el mero voluntarismo y los buenos deseos. Y la política no se basa en sólo eso. Es decir, que los estudiantes se hagan responsables de lo que proclaman.

    Saludos y paz