#Medio Ambiente

Una naturaleza sin feriados (hasta ahora)

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La Ley 21.357 instituyó como feriado legal, desde 2021 en adelante, el Día Nacional de los Pueblos Indígenas.  Ese primer año se conmemoró, excepcionalmente, el 21 de junio.  Para los siguientes sería “el día del solsticio de invierno de cada año en el hemisferio sur”, que se mueve entre los 21 y 24 de junio.

El proyecto original contó con respaldo transversal.

Fue presentado por Sebastián Piñera en noviembre de 2020, sustentado en mociones previas de múltiples senadore/as y diputado/as de una diversidad de partidos.  Todas consideraban como base el 24 de junio.  Al ingresar el proyecto, el ex primer mandatario propuso la regla de que si la fecha caía un martes, miércoles o jueves se cambiaba el feriado al lunes de la misma semana; y si caía un viernes, al lunes siguiente.  El mecanismo se usa hoy, por mandato de la Ley 19.668, tanto para San Pedro y San Pablo (29 de junio) como para conmemorar lo que se conoce como Encuentro de Dos Mundos (12 de octubre).  Este procedimiento, sin embargo, fue desechado durante la tramitación.

Hoy se debate sobre un nuevo feriado para el 16 de septiembre (viernes) como una forma de decretar un fin de semana largo y así honrar a la patria con mayor amplitud, a la vez que fomentar el turismo y comercio asociado a las festividades dieciocheras.  El Presidente Gabriel Boric ya comprometió su apoyo a la iniciativa que originalmente presentó el Partido de la Gente.

En Chile existen por ley 17 feriados que rigen en todo el territorio nacional (16, si consideramos el fin de Semana Santo como uno solo).  De éstos, 7 son religiosos; el resto civiles.  Están también los exclusivos, como el caso de la Toma del Morro de Arica en la Región de Arica y Parinacota (7 de julio), el natalicio de Bernardo O’Higgins en las comunas de Chillán y Chillán Viejo (20 de agosto) y el feriado bancario (31 de diciembre).

Hasta que se instauró el Día Nacional de los Pueblos Originarios, todos, sin excepción, respondían a fechas dirigidas a conmemorar, de una u otra forma, al ser humano y sus creaciones (o destrucciones, si se quiere).  Mucho de acción militar y/o bélica, bastantes de trascendencia espiritual y religiosa, y uno solo de reivindicación social (1 de mayo).  El 2022 suma uno estrictamente cívico a propósito del Plebiscito del 4 de septiembre, más el clásico Año Nuevo para honrar un artificial cambio de folio en el calendario.  Digo artificial no en su acepción despectiva, sino en referencia a que, aunque es una fecha que en el hemisferio norte partió hace milenios asociada al solsticio de invierno, hoy para nadie -en Chile al menos- tiene dicho sentido.

Es así que 2021 fue la primera vez que en el país, gracias al Día Nacional de los Pueblos Originarios, tenemos una fecha móvil asociada directamente con los ciclos de la naturaleza.  Aunque tanto el moderno sistema de días y meses se creó basado en la posición de la luna con respecto a la Tierra, y de ésta con sol, los feriados vigentes poco mantienen hoy este vínculo.

Tal es, también, la importancia de la mencionada ley.  No de tener un feriado más, sino de asimilar que es por quienes originalmente habitaron este territorio que tendremos, al menos, un día al año para celebrar la vida, aquella que sólo emerge en sintonía con los elementos que la circundan.

Es así que 2021 fue la primera vez que en el país, gracias al Día Nacional de los Pueblos Originarios, tenemos una fecha móvil asociada directamente con los ciclos de la naturaleza.

Así lo sabían y saben los mapuche que conmemoran el We Tripantu, que es la “nueva salida del sol”. También los aymara al celebrar el Willka Kuti-Machaq Mara (“regreso del sol”), los quechua con el Inti Raymi(“fiesta del sol”), los rapanui el Aringa Ora o Koro (“El rostro vivo del patriarca”).

Y así lo saben hoy también las nuevas generaciones.  En cientos de jardines y escuelas de Chile, los niños y niñas este el solsticio de invierno participaron en ceremonias y actividades de vínculo profundo con la naturaleza.  Gracias a ese nuevo feriado del calendario, se conversará más sobre la tierra, la energía, el agua, el sol, los alimentos, la ética para la vida, el reconocimiento de la historia y cultura integral -y no sólo de la modernidad- del lugar que habitamos.

¿Fue esto adoctrinamiento indigenista?  No, fue volver a reconocer nuestro profundo vínculo con la vida.  Mal que mal, desde pequeños nos han enseñado a celebrar la Navidad en recuerdo de la imposible historia de un infante Jesús, por lo cual incorporar los ciclos de la naturaleza a nuestros ritos no está demás.

¿Fue esto un paso más hacia un Chile pagano?  Nada de eso, es simplemente avanzar en el respeto de la diversidad cultural del país.  El 15 de agosto de la Asunción de la Virgen o el 8 de diciembre de su Inmaculada Concepción, para alguien no creyente no significa mucho, pero aún así se respeta a quienes quieran conmemorarlo e incluso hoy por hoy se acepta que todas y todos vivamos bajo la égida de su conmemoración.

El cuidado de la naturaleza, se ha reconocido a nivel local y global, se ha tornado esencial.  Inminente. De sobrevivencia incluso.   Y desde la cosmovisión de los pueblos originarios, sin caer en el voluntarismo, mucho podemos aprender.  Por lo menos así será de ahora en adelante cada solsticio de invierno, el día más corto y la noche más larga de este lado del planeta.

Cuando para nosotros, pequeños pasajeros de este barco universal, el sol comienza a renacer y la vida se prepara a germinar.

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