Este viernes 13 se desarrollará en Coyhaique el seminario “Crisis Climática en Aysén: Miradas Estructurales para Enfrentar el Dilema», que organizan en conjunto Chile Sustentable, la Corporación Privada para el Desarrollo de Aysén y la Agrupación Aysén Reserva de Vida. Con expositores nacionales y regionales, durante tres paneles se abordarán las soluciones ciudadanas basadas en la naturaleza; acciones con cobeneficios, es decir, que permitan tanto reducir la emisión de gases de efecto invernadero como adaptarse a los efectos del calentamiento global; y la gestión del riesgo climático.
[texto_destacado]Las opciones para enfrentar la crisis son múltiples, y dependen del nivel de información, las posibilidades materiales, la visión de sociedad y, por cierto, los intereses individuales y corporativos. Entre muchas otras variables, claro está. Pero así como no todos los caminos conducen a Roma, no todo lo que se viste de verde permite abordar integralmente la disyuntiva. Es más, algunas ideas supuestamente sustentables repiten el trayecto que nos trajo hasta acá: ver los ecosistemas sólo como una máquina de producir, artificialización a todo evento, mercantilización a ultranza donde los ciclos de la naturaleza son un dato, a veces un estorbo, sólo para hacer rentables negocios.
En esto pensaba hace unos días cuando me topé con un mensaje que ironizaba con viviendas construidas frente a la playa La Lava, en el límite costero exacto entre las regiones de la Araucanía y Los Ríos. Si el nombre del sector de por sí no fuera clarificador, en dirección a la cordillera se ubica el camping El Escorial y más arriba las cabañas El Cráter. Era que no, si ese específico valle transversal nace del volcán Villarrica. El mismo macizo que a fines de septiembre alertó al país por una serie de fumarolas, obligando a decretar alerta amarilla. A pesar de las señales, el mercado inmobiliario -que algunos pretenden se autorregule- no ha escuchado.
Algo parecido ha ocurrido con los múltiples socavones que amenazan infraestructuras públicas y privadas por todo el país. El más conocido, el caso del edificio Kandinsky que a fines de agosto expuso la seguidilla de sucesos que permitieron construir condominios en el Campo Dunar de Concón. Un sector que en 1993 fue declarado Santuario de la Naturaleza, pero que en 1994 -bajo la misma administración de Patricio Aylwin y a tan sólo dos días del cambio de mando- redujo su superficie de las cerca de 50 hectáreas originales a tan sólo 12, y que años después se amplió a las 30 actuales. Pocas semanas después del colapso del terreno, la autoridad se vio obligada a desalojar cerca del Kandinsky y por el mismo motivo las torres Miramar y Santorini Norte.
Desde hace tres décadas expertos y la sociedad civil vienen alertando sobre los riesgos asociados a construir en el sector de las dunas, además de los impactos en su frágil ecosistema y biodiversidad. Cuando en 1994 se redujo el polígono del santuario el argumento fue el que repiten como mantra moros y cristianos de la puesta en escena productivista: “El desarrollo sustentable implica que no puede haber progreso sólido y estable si no existen simultáneamente equidad social y conservación ambiental. La conservación del medio ambiente no se puede plantear en un sentido restrictivo. Nuestro país requiere satisfacer necesidades crecientes de vivienda, salud, educación, energía, turísmo, etc. Ello implica poner en producción los recursos con los que cuenta. Con los mecanismos adecuados es posible fomentar el desarrollo económico y, a la vez, proteger el medio ambiente”. Hoy vemos las consecuencias de esta forma de pensar en días de eventos atmosféricos extremos.
Pero este caso no es único.
En febrero de este año, en Alto Hospicio (región de Tarapacá), el ministro de Vivienda Carlos Montes visitaba la zona para informarse sobre los socavones que amenazan desde 2014 al condominio Doña Ángela. Expertos han dicho que la salinidad del suelo es la responsable de los forados. Hoy las construcciones están con orden de demolición. Y a fines de septiembre, en la comuna de Zapallar, producto de lo que fue conocido como “socavón VIP” (está en Cachagua), se cortó la ruta hacia el exclusivo sector residencial. Según Sernageomin el área corresponde a dunas del Pleistoceno-Holoceno.
Son múltiples los ejemplos de cómo el ser humano ha vivido de espaldas a la naturaleza. (...) Los efectos de esta porfía tienen altas probabilidades de aumentar producto del calentamiento global
En Aysén no estamos exentos de estos problemas. Conocido es el caso de la Villa Aysén, construida sobre un humedal en Puerto Aysén. En 2012 más de un centenar de sus casas comenzaron a hundirse, además de ser foco de patologías producto de la constante humedad.
Dunas, mallines, riberas de ríos, volcanes y lahares llegaron ahí mucho antes que nosotros, y mayoritariamente son esenciales para el equilibrio natural. Se precisa prestarles más atención.
Son múltiples los ejemplos de cómo el ser humano ha vivido de espaldas a la naturaleza. En ocasiones incluso, pareciera que en guerra. Los efectos de esta porfía tienen altas probabilidades de aumentar producto del calentamiento global, que someterá los territorios a fenómenos atmosféricos y climáticos que variarán constantemente: en intensidad, periodicidad, temporalidad, ubicación, lo que de una u otra forma nos afectará a todos y todas.
Informarnos sobre qué hacer al respecto es vital. Pero con opciones que enfrenten la crisis climática sin agravar las otras dos que forman parte del dilema ecosistémico global: de contaminación y de pérdida de biodiversidad.
El seminario de este viernes intentará aportar a la discusión desde una mirada de responsabilidad socioambiental territorial, en contraste con las visiones que niegan el problema en su origen y efectos, o que, al contrario, lo reconocen pero sólo para seguir haciendo negocios con la preocupación, mediante alternativas que no cambian el fondo del predicamento: nuestra insustentable forma de habitar.
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