Desde la década de los sesenta en adelante, y en profundidad desde los ochenta hasta hace poco, se afirmaba que el fin del ‘estado – nación’ moderno estaba ad portas de concretarse. Una de las variables que lo explicaría sería el proceso de la globalización en sus diversas dimensiones, siendo la económica una de las más importantes, encontrando en los procesos de integración económico-política entre países, una evidencia de ello. La experiencia ícono por aquellos años, era la Unión Europea, toda vez que después de pasar por la Unión del Carbón entre Francia y Alemania (más otros países) se avanzó a lo que se vino a denominar Comunidad Económica Europea (CEE), hasta llegar a lo que hoy día se conoce sobre este espacio geográfico europeo. Junto con el anuncio del socavamiento franco de la figura del Estado Nación, la relativización de las fronteras políticas de las mismas organizaciones territoriales, era evidente.
Hoy, ante la constatación de los intensos procesos de migración a nivel global, siendo más identificables en unos puntos geográficos que en otros, a propósito de los conflictos políticos internos de países, otros armados, dificultades ambientales, problemas de empleo, entre otros, que los explicarían, las fronteras, hace mucho rato que se vienen constituyendo en una expresión político territorial, que lejos de desdibujarse políticamente, se han subvertido en una expresión político territorial de primera importancia, sin perjuicio de su porosidad perenne.Pareciera ser, que las fronteras nacionales, estarían más vivas que lo que se creía, gracias al mismo fenómeno que se suponía las eliminaría, esto es, el capitalismo diverso en sus diferentes expresiones globalizadoras.
La migración, en cuanto proceso político, económico, social… humanitario también, entre otras consideraciones, en estos tiempos, se le entiende en complejo dinamismo e intensidad, permitiendo entre otras consideraciones la activación/evocación de rasgos identitarios diversos, siendo los nacionales uno de los más significativos, teniendo en las fronteras estatales, una de sus verificaciones. Es en la frontera estatal donde se moviliza el aparato estatal (entre otros lugares por supuesto), para defender la soberanía, no sólo por medio del fortalecimiento institucional de las mismas a través de aduanas o gobiernos sub-nacionales, acuerdos transfronterizos binacionales, instalación de muros, cercas, fuerzas armadas u otros dispositivos materiales/político, sino que también, movilizando el imaginario nacional de los nacionales de un país cualquiera, hacia esa territorialidad fronteriza, sea desde la TV abierta, internet o redes sociales en general. Los ejemplos se encuentran por doquier: Europa recibiendo migrantes desde África, Medio Oriente y Asia (también de Latinoamérica, aunque con menos intensidad); EE UU, recibiendo la latinoamericana en una intensidad y complejidad mayor que hace algunos años, y Chile que a su escala, hace lo propio; en cada caso, las fronteras estatales aparecen, recordando otra vez su importancia, ahora no sólo resguardando la soberanía nacional, sino que asegurando derechos humanos.
Lo anterior tiene diferenciadas derivadas. Una, la más evidente, es la referida a cómo reaccionan los sistemas políticos nacionales, donde sus diversos actores e instituciones toman posturas traduciéndose en discursos, deliberaciones, políticas públicas y los conflicto correspondientes. Los mejores ejemplos se encuentran en Alemania, Italia, Inglaterra y EE. UU., los cuales lejos de sólo preocuparse de la conducta solidaria para acoger a la población migrante, activan toda una batería de resistencia institucional y política para impedirlas o mejor controlarlas, toda vez que un electorado sensible a estas dinámicas, producto de los problemas de cesantía, inversión, cultura y convivencia se manifestarían, hecho que un sistema político lo sintetiza y opera en consecuencia, presentándose una circularidad entre electorado y sistema político en oportunidades perverso y atentatorio contra la democracia. Así se contribuiría a comprender la emergencia de partidos políticos y líderes asociados que tienen entre sus propuestas controlar al máximo posible la migración y ser en más de una oportunidad resistentes a la población migrante ya consolidada, haciendo del chauvinismo nacional un eje de acción (regularmente, partidos de derechas extremas y populistas, se indicará).
En ese marco, la frontera estatal y sobre todo la territorial, es objeto de atención política de primera línea. Donald Trump se ha esforzado por recordarlo con su polémico muro entre EE UU y Latinoamérica, Sebastián Piñera, nos lo recordó otra vez en la frontera entre Colombia y Venezuela (Cúcuta), cuando asistió a acompañar la ayuda humanitaria chilena y la proveniente de otras latitudes para los venezolanos. Qué indicar de las fronteras que se encuentran en África y Medio Oriente, donde refugiados y diversos actores internacionales se entrelazan para mejor administrar la situación, en la mayoría de la veces, patética desde los derechos humanos.
En específico, la frontera norte de Chile, a propósito de la migración venezolana proveniente desde Perú instalada en Tacna, se ha relevado otra vez, diversificando su atención con la potencial utilización de fuerzas armadas sobre la misma y otras (resto de países limítrofes), en el afán de mejorar el control de los actos ilícitos, teniendo en el narcotráfico, prioritariamente, una excusa para el uso legítimo del dispositivo militar. Ello amparado en las oportunidades tecnológicas y logísticas de los institutos armados para monitorear ese espacio geográfico fronterizo, donde sus resultados serían entregados a los dispositivos policíacos (carabineros o investigaciones). Antes fue el Plan Frontera Norte, propio del primer Gobierno del Presidente Piñera, posteriormente, el Plan Frontera Segura, en el segundo gobierno de Michelle Bachelet y ahora, el fortalecimiento de los dos últimos por medio del Decreto Presidencial que permitiría la incursión de las fuerzas armadas (más otras medidas tomadas durante el año 2018). Entre las singularidades de la acción, estaría definir 166 pasos fronterizos ilegales por los cuales se comenterían ilícitos, teniendo una cobertura territorial que va desde la Región Arica/Parinacota a la de Coquimbo. Implica la coordinación de diversas instituciones estatales que no sólo cubren el componente terrestre, sino que también el marítimo y aéreo, comprometiendo puertos y aeropuertos.
Así, la frontera nacional, aquella línea o región siempre tan resistida por los sentimientos anti estado-nación, como nos lo recuerda permanentemente el grupo nacional ‘Los Prisioneros’ con su single, ‘No necesitamos banderas’, más los presupuestos de globalización liberal/neoliberal provenientes desde los 60’ en adelante, profundizados con la caída del Muro de Berlín y posterior desplome de la URSS, asociado con intensos procesos de integración económica y financiera, se erige, otra vez, gracias al mismo capitalismo/migración como un verdadero objeto de preocupación política, sea desde los sistemas políticos nacionales, como también globales, dado que se constituirían en la oportunidad para administrar óptimamente la movilidad humana de capitales lícitos e ilícitos, significando en el intertanto personas de todos los tipos involucradas (pobres, ricas, ladrones, ladronas, estudiantes y otras consideraciones).
Si lo anterior es verdad, cómo el estado chileno y su sistema político piensan la frontera nacional como expresión política y humana relevante… ¿basta con los planes antes consignados?, ¿basta con consignarlas sólo en la convencionalidad de territorio terrestre, oceánico o aéreo?, ¿basta con NO tener una legislación específica que fomente el desarrollo fronterizo convencional y no convencional, en aras de un más integral tratamiento de esta territorialidad que involucra imaginarios nacionales, regionales y locales, siempre tan interpretables por su subjetividad?
Pareciera ser, que las fronteras nacionales, estarían más vivas que lo que se creía, gracias al mismo fenómeno que se suponía las eliminaría, esto es, el capitalismo diverso en sus diferentes expresiones globalizadoras.
Comentarios
11 de agosto
Es una paradoja, es cierto que el capitalismo globalizador piensa disolver las fronteras en su modernidad liquida, pero su archienemigo, el totalitarismo de izquierdas también lo piensa así, al menos desde la óptica de sus intelectuales y sueños hegemónicos, y por cierto, sólo para occidente, la canción de Los Prisioneros que comenta es parte de ese discurso. Las fronteras no sólo cumplen un rol en la identidad de los individuos, también les dan sentido a sus propios proyectos colectivos, los cuales tienen así un ámbito territorial finito de desarrollo. Por otra parte, es desde las fronteras desde donde se puede establecer un «stop» al poder hegemónico de las organizaciones mundiales, el «nuevo orden mundial», el cual legisla «urbi et orbi», avasallando todo intento de establecer una contrariedad a sus objetivos. En fin, es un tema, y por lo que se ve, los ciudadanos comunes y corrientes seguirán cuidando sus fronteras nacionales e intentando hacer patria dentro de ellas.
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