Resulta un tanto difícil explicar la actual crisis política peruana según los parámetros que solemos utilizar para Chile. Para entender el complejo momento que vive el país vecino, debemos remontarnos a 1990, año en que los peruanos escogieron a un «independiente» para que tomara las riendas del país. Ese independiente resultó ser «el chinito» Alberto Fujimori, quien a poco andar, aplicó un potente programa económico neoliberal y disolvió el Congreso en un autogolpe. Según el mandatario, el Legislativo solo entorpecía las políticas que deseaba emprender el presidente, y aprovechando su popularidad a raíz de la lucha contra Sendero Luminoso, Fujimori llamó a un Congreso Constituyente que redactó una nueva Constitución en 1993. La caída de la dictadura Fujimorista en 2000, con varios casos de violaciones a DDHH, no significó la restauración del antiguo sistema de partidos como tampoco la erradicación de la corrupción instalada durante esos 10 años, sino todo lo contrario.
El 2001 asume Alejandro Toledo, otro independiente, que había creado el movimiento político» Perú Posible» para competir en las presidenciales, sin embargo, a poco andar su movimiento perdió fuerzas. Es que el mayor logro del Fujimorismo fue dejar instalado en la sociedad el discurso antipolítico y antipartidario, discurso que aún sigue vigente en 2020. Quizás Alan García (2006-2010) tuvo la oportunidad de haber reconfigurado el tejido político destruido anteriormente, pero en su presidencia solo se afanó en exaltar su propia imagen, incluso a costa de su propio partido, el APRA, el que prácticamente desapareció de escena. Ollanta Humala, fue otro outsider escogido para encabezar la presidencia, y también creó una plataforma política ad hoc «Gana Perú», que tampoco tuvo mucha vida útil. Con Humala comienzan a mostrarse las fisuras de la corrupción que permeaban todo el sistema político. Esto se evidenció aun más con Kuczinsky (2016-2018), quien llegó al gobierno sustentado por otra coalición inventada para ese fin «Peruanos por el Kambio», y que debió dejar la vacancia en mitad de su periodo. Como su vicepresidente, Vizcarra debía concluir dicho mandato hasta el 2021, sin embargo, desencuentros con el Congreso, donde tampoco existen partidos consolidados sino camarillas, hicieron cada vez más inviable su gobierno. A Vizcarra se le acusó por «incapacidad moral» por un caso de corrupción cuando fue gobernador de Moquegua, sin embargo, de los 130 diputados , 68 también están siendo investigados por corrupción.Luego del Fujimorismo, lo que quedó en la escena política peruana fue una serie de liderazgos de independientes con poco o nulo apoyo partidario, un parlamento con pocos incentivos institucionales para proceder responsablemente, y partidos políticos con poco arraigo
Hasta antes de la destitución de Vizcarra, los más probables candidatos para las presidenciales de 2021 era otros outsiders: George Forsyth, ex futbolista, y alcalde del municipio limeño de La Victoria; y el exgobernador de Ica, Fernando Cillóniz, ambos han declarado su intención de incorporarse a partidos para poder tener un apoyo político. Quizás la única candidata con respaldo partidario sea Keiko Fujimori, heredera natural del electorado fujimorista
Como podemos apreciar, luego del Fujimorismo, lo que quedó en la escena política peruana fue una serie de liderazgos de independientes con poco o nulo apoyo partidario, un parlamento con pocos incentivos institucionales para proceder responsablemente, y partidos políticos con poco arraigo y creados para momentos coyunturales.
En vista de nuestro propio proceso constituyente, sería bueno tomar nota de todo lo anterior, para no santificar a cualquiera que se declare políticamente «independiente», como tampoco ningunear a los partidos políticos, porque cuando éstos desaparecen resulta muy difícil reemplazarlos
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