Con ocasión de la muerte de Tabaré Vásquez, convendría recordar que el Frente Amplio uruguayo se formó en 1971, pero tardó décadas en llegar al poder. También recordar la traumática experiencia vivida por Pepe Mujica, quien estuvo 12 años incomunicado en un calabozo por la dictadura, situación límite que lo convirtió en el excepcional ser humano que es hasta el día de hoy. Al lado de todo ese dolor personal, de ese esfuerzo colectivo por construir un proyecto político, nuestro Frente Amplio parece, muchas veces, hasta frívolo, casi una jugarreta de adolescentes que se impugnan constantemente por los medios. El ultimo capítulo de aquel interminable show fue la renuncia de dos diputados de Revolución Democrática: Natalia Castillo y Pablo Vidal. La prensa derechista, que suele sacar en cara y burlarse de la escasa votación con que algunos parlamentarios llegaron a la Cámara, ahora reaccionaron dramáticamente ante este hecho, señalando la “gran fractura” que existe en la coalición, y que tras la renuncia de estos parlamentarios “moderados” el FA va camino a la “radicalización”. Sin embargo, se les olvidó señalar lo que hicieron tantas veces, que Vidal sacó 2,8% de votación y Castillo solo un 1,02%.
Casi al mismo tiempo, el Partido Liberal también anunciaba su retiro del FA. Según su líder, Vlado Mirósevic, les incomodaba el viraje a la izquierda de la coalición, y su eventual alianza con el PC. El caso del PL da para un estudio aparte, pues tiene grandes afinidades ideológicas con Evópoli, y resultaba casi antinatural que estuvieran en una coalición que pretende superar al neoliberalismo. Basta recordar que la primera incursión de Mirósevic como parlamentario fue con el eslógan: “Un Diputado para Piñera”, eso explicaría su profundo anticomunismo, pero no explica qué diablos hacía al interior del FA. Si a ello le sumamos su escaso número de militantes: 1.223 según las propias cifras del partido, tampoco resulta una gran pérdida para la joven coalición.El problema que le queda por resolver al FA es estratégico e ideológico a la vez, y a sus caras más visibles les juega en contra sus propias biografías: Saltaron desde las asambleas universitarias al Congreso sin alcanzar a conocer el Chile real, los territorios, las demandas cotidianas de la población, sin vivir la experiencia de la derrota y el dolor.
El elemento en común de estos y otros parlamentarios que han abandonado el FA es su excesivo deseo de protagonismo: Pamela Jiles, Renato Garín, etc. Y por otra parte, un escaso sustento doctrinario que los convoque: ¿Qué pueden tener en común un piñerista como Mirósevic, una periodista de farándula, y algunos dirigentes universitarios que saltaron de inmediato al Congreso? Para no volver al ejemplo uruguayo, solo recordar que la Concertación tardó más de 10 años en conformar la alianza política entre el PS-DC, que sería la base de la posterior coalición. Recordemos también, que al comienzo la Concertación la conformaban 14 partidos por el NO, y al poco tiempo quedaron solo cuatro. De modo, que es de lo más natural que el FA, una coalición que se formó recién en 2017, esté purgando sus filas, quedando solo los más afines. El problema que le queda por resolver al FA es estratégico e ideológico a la vez, y a sus caras más visibles les juegan en contra sus propias biografías: Saltaron desde las asambleas universitarias al Congreso sin alcanzar a conocer el Chile real, los territorios, las demandas cotidianas de la población, sin vivir la experiencia de la derrota y el dolor. En el otro extremo de aquello tenemos a muchos de los dirigentes de la Concertación, quienes vivieron la dura experiencia del golpe militar y luego el exilio, lo que les sirvió para foguearse políticamente, aunque también los volvió extremadamente timoratos e incapaces de imaginar otra forma de hacer política que no fueran los “consensos”.
El FA se presentó como una fuerza impugnadora ante el duopilio de la Transición. Pero no basta con hacer el diagnóstico de los errores y fracasos de los 30 años, ahora se debe ofrecer una solución ¿Cómo superar el régimen neoliberal?, y más difícil aún, ¿Cómo se supera articulando mayorías políticas y electorales?. Por eso resulta interesante la eventual alianza que pueda surgir del PC y el FA, pues ambas fuerzas coinciden en la necesidad de repensar la sociedad y de llevar a cabo un profundo proceso de transformaciones, lo extraño (y es lo que deseaba el PL y los disidentes de RD) sería aliarse con la ex Concertación, quienes solo administraron y profundizaron el modelo. Y si a ello le sumamos un enfermizo anticomunismo que manifiestan muchos líderes del PPD y la DC, entonces la unificación de la oposición resulta casi una utopía.
Tal vez, el FA debiera buscar un punto medio entre la osadía natural de una coalición sumamente joven y la excesiva precaución de los políticos de la ex Concertación. Tal vez, los líderes del FA deban experimentar la necesaria introspección mental, el “silencioso calabozo de Mujica”, antes de salir desesperados en busca de la aprobación, las luces y el aplauso de su audiencia, tan semejantes y volubles a los del público de la TV.
Comentarios