Hoy se publicaron los resultados SIMCE 2015. Mientras yo escribo estas líneas, muchos profesores a lo largo del país habrán enfrentado esa mirada poco amable de los directivos, quienes a pesar del discurso sobre la forma en que se debe analizar la situación del establecimiento, no pueden dejar de preguntar a sus colegas ¿Por qué, por qué, por qué?
Me propongo aportar una mirada desde mi rol de examinadora SIMCE. He desempeñado esa función 3 años. Mi nombre real y las escuelas donde he cumplido dicha labor no pueden ser públicos porque, por contrato, se debe guardar reserva de todo el proceso. Sin embargo, creo que no estoy haciendo ningún mal al comentar lo que he observado y que sinceramente creo, es un factor que no pueden medir los cuadernillos diseñados por “expertos”. En aula, los pequeños de 2° básico, algunos temerosos, otros muy inquietos necesitan ser acogidos para que desarrollen la prueba. Quizás más de alguno perciba los nervios de la profesora – quién será “enjuiciada” según los resultados que logre- que les repite una y otra vez, antes de entrar a la sala, que deben hacer su máximo esfuerzo. (Las he visto hasta rezar, realmente preocupadas de su futuro laboral por esta pruebita).Sinceramente creo que el SIMCE no reflejará en absoluto el trabajo ni docente, ni de la unidad educativa. Hoy las escuelas vulnerables están sobrepasadas en su capacidad para programas de Integración (ex – diferencial), atención psicológica y social y los alumnos no están para rellenar la letra de la alternativa correcta.
Niñas y niños de 4° todavía sienten cariño y respeto por su profesor(a) y tratan –varios- de contestar de la mejor forma posible. Los docentes no pueden evitar pedirles que se concentren y rogar porque los más avanzados demuestren su brillantez. Sin embargo, también están los que –a fuerza de ser retados y etiquetados como lo peor del curso por diferentes profesores y asistentes- juegan a marcar en la hoja de respuesta sin siquiera leer el cuadernillo. (Después de todo, saben que no hay nota, por lo que no serán golpeados en sus casas si no respondieron bien). En 6° los estudiantes son complejos. Me tocó una vez un curso que tenía “fama” de malo. En el casino, los “arengaron” de manera tan poco agradable, que cuando el inspector quiso dedicarles unos últimos gritos me negué rotundamente, inicié el procedimiento y traté de que me vieran como una persona amigable y no una vieja que venía –nuevamente- a gritonearlos para que hicieran la prueba. He ahí un punto preocupante. ¿Qué capacitación tienen los inspectores para trabajar con niños y jóvenes?, Los departamentos municipales de educación ¿hacen un esfuerzo por mejorar sueldos y capacitar de buena forma a estos asistentes que deben interactuar día a día con alumnos vulnerables que no respetan a nadie ni a nada?
En 8° hay escuelas con GSE bajo (grupo socioeconómico) que tienen alumnos de hasta 15 años, algunos de ellos ya presentan antecedentes delictuales. En esos cursos los jóvenes están en contra de lo establecido. La relación es tensa con la escuela que no puede rechazarlos, pero que tampoco cuenta con un sistema eficaz ni el respaldo de la familia para intervenir el caso, hace que estos jóvenes sean agresivos y estén siempre a la defensiva. Nuevamente hay que intentar entrar en una dinámica positiva que haga posible el desarrollo de la prueba. Los adolescentes de 2° y 3° medio son en algunos casos, intratables. Nunca necesité “echar” a alguno del aula por mal comportamiento, pero tuve que tener paciencia y apelar al diálogo que, en la mayoría de los casos, estos estudiantes no usan porque les es negado para exponer sus ideas o sentires.
Por esto sinceramente creo que el SIMCE no reflejará en absoluto el trabajo ni docente, ni de la unidad educativa. Ya no hay profesores como los de antes, decimos. Alumnos como los de antes tampoco. Hoy las escuelas vulnerables con GSE bajo están sobrepasadas en su capacidad para programas de Integración (ex – diferencial), atención psicológica y social. Vulnerabilidad ya no es sinónimo de un pollito mojado en la lluvia. Hay una generación de niños y jóvenes llenos de rabia, rencor, desesperanza, con altos niveles de agresividad. Nacieron en hogares destruidos, aprendieron a sobrevivir en condiciones deplorables, incluso delinquiendo y no están para rellenar la letra de la alternativa correcta.
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