Durante la dictadura genocida, la Primera Dama de aquel entonces, con su característica soberbia, ignorancia y prepotencia, decía en un comunicado de prensa que «si los padres no ponen límites a los chiquillos, alguien tendrá que hacerlo. Y esos somos nosotros«, en abierta alusión a las primeras manifestaciones estudiantiles, que comenzaban tímidamente a asomarse en ese Chile de muertos, desaparecidos, presos políticos, torturados, perseguidos y detenidos arbitrariamente.
En un Estado represivo, con el que tuvimos que pelear y enfrentarnos durante 17 años, eso era la vía normal, aplastar cualquier intento de denuncia, reivindicación o protesta social. Pero en un Estado democrático es indigno e inconstitucional que las Fuerzas Represivas (aún intactas y fuertemente armadas) continúen vulnerando los derechos elementales de los estudiantes, el derecho a manifestarse y exigir mejores condiciones educativas.
Pero las actuales autoridades toman partido equivocado, se les borró de la memoria la Alameda de los ’80. A nuestros dirigentes se les ha olvidado la palabra compromiso, participación y diálogo con los estudiantes, y cuando los invitan al «diálogo» (que es un monólogo), estos últimos, los estudiantes, no siempre son escuchados, sino que más bien les intentan imponer reglas poco claras, confusas, como si estuvieran hablando con idiotas o iletrados.
Entonces, resulta paradójico hurgar en lo legislado, porque las autoridades educativas en el documento «Los derechos de la Educación», en el ítem referido a Participación, han señalado que: «Los miembros de la comunidad educativa tienen derecho a ser informados y a participar en el proceso». ¿Qué participación tienen los estudiantes al momento de elaborar las reformas? Ninguna participación, señores, no seamos ingenuos. O sea, se me repite la grosería de la dictadura, «Ustedes tienen que estudiar, no hacer política», ¿desde cuándo los chiquillos tienen que decidir?
Volver a un Estado de derecho nos costó demasiada sangre, alguno de los hoy dirigentes y políticos fueron víctimas de detenciones, apremios ilegales y otros tuvieron que partir al exilio, pero la mayoría tuvo que soportar la mordaza. ¿Por qué esa misma mordaza se sigue aplicando sin ningún tipo de cuestionamientos hacia los estudiantes, que sólo exigen educación pública, marco regulatorio y gratuidad y financiamiento? ¿Será exigir demasiado o que el ejecutivo no tiene mayor interés en borrar los resabios pinochetistas de nuestro alicaído sistema educacional?, ¿Será esta la «dictablanda» a la que con ese humor tan particular se refería el tirano?
En cada protesta estudiantil son muchos los estudiantes que sufren la represión más encarnizada y son demasiados años conviviendo con las golpizas y la violencia manifiesta de las Fuerzas Especiales de Carabineros. Desde la «revolución de los pingüinos» a la fecha las protestas estudiantiles se han intensificado, pero la represión es también cada vez más cruenta, más salvaje.
¿Por qué las Fuerzas Especiales jamás detienen a ningún encapuchado, causantes del vandalismo, pero sí se detienen a los estudiantes que van marchando y protestando a cara descubierta? Todo resulta demasiado sospecho, son las mismas estrategias utilizadas en dictadura, sólo que la democracia las ha legitimado
¿Cuántos sargentos Millacura existen al interior de Carabineros?, ¿cuántos Manuel Gutiérrez habrá que lamentar?, ¿Cuántos Rodrigos Avilés más tendremos que tolerar para que la insensibilidad de las autoridades terminen, definitivamente, con la represión?, ¿Cuántas veces se deberá denunciar a carabineros infiltrados en las marchas estudiantiles?, ¿Por qué las Fuerzas Especiales jamás detienen a ningún encapuchado, causantes del vandalismo, pero sí se detienen a los estudiantes que van marchando y protestando a cara descubierta?
Todo resulta demasiado sospecho, son las mismas estrategias utilizadas en dictadura, sólo que la democracia las ha legitimado: infiltrar efectivos policiales, plantar pruebas, convocar al lumpen para desprestigiar la protesta y cometer desmanes para hartar a la ciudadanía.
El movimiento estudiantil lleva 10 años de legítimas protestas de manera ininterrumpida, sin embargo, en una década aún no se ven verdaderas soluciones, sólo parches para contentar a la «gilada». Por eso la CONFECH ha convocado a una nueva marcha, a otra jornada de protesta, entonces, el pueblo entero debería acompañar a nuestros estudiantes y cuidarlos, animarlos a seguir exigiendo por sus derechos, por la calidad de la enseñanza, por la calidad de los aprendizajes, por una educación en y para la democracia.
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