Si se puede hablar de ciertos rasgos de la gente de un país (tema que no es del todo claro y que está lejos de ser resuelto), un chileno tal vez puede ser reconocido por su apego a la broma espontánea, ligada a una situación. Asimismo, tal vez podamos hablar de la solidaridad o del gusto por la fiesta. Todo es relativo, nada seguro.
En esta misma lógica, lo que no pareciese ser una característica de nuestra idiosincrasia es la opinión… Mostrar públicamente nuestro parecer sobre cualquier situación, expresar oralmente una idea a un grupo de gente, sean estos conocidos o no, podría resultar problemático. Opinamos menos ¿pero con respecto a quién? En todo caso, menos que lo que lo podrían hacer ciudadanos de otros país a los que miramos con admiración (países, por supuesto, desarrollados, con modelos económicos “admirables”).
Sin embargo, dentro de la relatividad de esta última afirmación (si existe algún estudio específico al respecto, lo ignoramos), la participación de los chilenos en las redes sociales y en los foros de opinión (blogs, artículos de periódicos…) es más que abundante. Será porque los chilenos estamos cambiando y queremos entregar nuestra reflexión, será que el “anonimato” de la opinión en la web (que la gran mayoría de los sitios ofrecen) revierte nuestro carácter reacio a hablar en público… las razones, por más interesantes que sean, no revierten el hecho de la presencia activa de la opinión en internet.
Si incluso todo lo anterior es falso, por lo menos podemos constatar que los chilenos participamos activamente entregando nuestra opinión online. Ese solo hecho es razón suficiente para abordar la problemática del contenido de la opinión en la web.
…”y verás cómo quieren en Chile al amigo cuando es forastero”…
A modo de ejemplo, muy recientemente (12 de abril del 2011), un diario chileno publicó un breve artículo concerniente a una declaración hecha por Ollanta Humala, ad portas de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Perú. En ella, Humala sostiene que Chile debería pedir disculpas a Perú por su actitud durante la guerra del Pacífico en 1870, por la práctica del espionaje, así como también por vender armas a Ecuador durante el conflicto del Cenepa. Al día siguiente de publicado el anuncio, el mismo diario publicó las declaraciones de Keiko Fujimori, contrincante en las mismas elecciones. En dicha declaración, Fujimori concuerda con Humala, pero llama a no aprovecharse del tema para ganar adeptos en las presidenciales.
Asimismo, otro diario, el 13 de abril de 2011, exhibe en un apartado el insidioso titular “Ollanta y Keiko nos vuelven a echar la bronca”.
Más allá de la veracidad de las declaraciones, la reacción en los foros de opinión no se hizo esperar (255 comentarios a las 23:00 del martes 12 de abril, en el caso del primer diario en comentar la noticia y que posee foros de opinión). Del total de comentarios, 195 contenían generalizaciones de la opinión de Ollanta y Fujimori a todo el pueblo peruano. De ellos, en 181, encontramos apelativos para referirse a ellos con intenciones peyorativas como “monos”, “indios”, “cholos”, “subdesarrollados”, dentro de los más empleados y reproducibles. En 103 comentarios, se habla gratuitamente de “guerra” y en solo 5 se baja el perfil, apelando a una “superioridad” reflexiva.
En mi caso, el contenido de las opiniones me hizo recordar aquel vals compuesto en 1942 por Chito Faró: “Si vas para Chile”. La letra, muy conocida, o está absolutamente obsoleta a la luz de las opiniones en los foros o el forastero es querido en Chile cuando viene de ciertas latitudes, dentro de las cuales Perú no está ubicado.
Detrás del comentario, la educación
¿Somos racistas los chilenos? ¿Es éste un rasgo de nuestra idiosincrasia? ¿Existe un pseudo-nacionalismo ciego que nos lleva a reaccionar mal frente a comentarios considerados como ofensivos a la patria?
Nuestro objetivo no es responder a estas preguntas. Tampoco queremos analizar el tema evocado, ya que éste es empleado solo como ejemplo concreto. Aspiramos, en una primera instancia, a llamar la atención de la importancia de abordar temas contingentes en la educación chilena, temas que convocan la opinión y, a través de ella, acceder a las creencias en las cuales está arraigado un discurso. Luego, ver los peligros del discurso que sustenta un comentario, sea éste elaborado o no.
No pocas veces, el anonimato hace emerger lo peor de un individuo (estudios sociológicos existen sobre la pérdida de la individualidad en el comportamiento grupal, como podría ser el caso de los desmanes en los estadios, luego de un partido de fútbol o sobre el hurto como oportunidad de aprovecharnos cuando nadie nos ve). La web nos ofrece un espacio que nos podría permitir testear la opinión de quienes, bajo seudónimos, opinan y muestran valores que, al fin y al cabo, forman parte de sus verdaderos valores. La opinión anónima es, bajo esta perspectiva, una dimensión del sujeto que debe ser atendida.
Volver conscientes a los jóvenes y niños en edad escolar de la envergadura de los discursos de todo orden, que fundan los comentarios, sean estos anónimos o no, es una problemática que no podría ser resuelta más que dentro del sistema educativo.
Esto es, sin lugar a dudas, una materia a pensar.
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Foto: Mike Oliveri / Licencia CC
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