Escuchando a Froilán Flores, Presidente de la Confederación Nacional de Ferias Libres de Chile, más conocida como ASOF C. G., se evidenciaba su preocupación por darle continuidad al canal de abastecimiento más democrático del país, donde las mayorías populares y de clase media se surten para satisfacer sus necesidades alimenticias semanalmente. Ahora en contexto de CORONAVIRUS-COVID/19, es que se plantean algunas “retrospectivas interrogantes”, como la siguiente: ¿por qué el Estado chileno, aunque neoliberal como es, no profundizó el fortalecimiento de esta plataforma de comercio, cuando asegura el sustento económico de múltiples familias que se dedican al rubro, satisfaciendo a las ya consignadas populares y medias su satisfacción de necesidades alimentarias?
En Wuhan, China, se identificó el primer ‘foco o brote’ de la enfermedad y desde ahí su proyección global (ahora la primera en celebrar su aparente sanidad), siendo una de las imágenes más expuestas en esta coyuntura, la de los centros de abastos (ferias), donde, posiblemente el virus se traspasó de animales que se encontraban a la venta, a personas que los consumieron (entre otras teorías). Esa imagen podría proyectar erróneamente una negatividad al sistema feria. Por otro lado, en el entendido que existen situaciones de aglomeración de personas, las mismas pudiesen clausurarse, hecho inviable, dado que perfectamente podrían entendérseles como servicio crítico (como supermercados, farmacias, entre otros servicios)[1].
Ni en esta imagen descrita ni tampoco en una medida de clausura pensaba el Presidente del Gremio, muy por el contrario, reflexionaba en cómo optimizar esta plataforma comercial, en cuanto servicio de abastecimiento popular y democrático. Perfectamente, pueden y deben sumarse los almacenes de barrio (pequeños y medios), el primo hermano del sistema feria, en esta idea de primera línea contra el COVID-19, aunque no fuera la preocupación prioritaria de Froilán Flores.
A propósito de la pregunta planteada, un sistema político supone avanzar en diferentes aspectos para el logro del desarrollo del país que administra (entiéndase por sistema político el Ejecutivo, legislativo y judicial en todas sus escalas y partidos políticos asociados, de forma prioritaria). Ineludiblemente, debe preocuparse por los sectores de la economía que permiten más empleabilidad para la fuerza de trabajo del mismo, desde la industria, pasando por la agricultura, gran comercio, la construcción, hasta llegar, hoy día, a las más profundas posibilidades de la innovación tecnológica dura y blanda. Dicha preocupación, junto con la prestación de servicios básicos/derechos sociales, como son salud, educación y medio ambiente libre de contaminación, se entenderían inmediatamente, como prioridades de preocupación del sistema político descrito.
Ante el COVID-19, todas las preocupaciones por estos sectores, gestionadas desde el sistema político descrito muy mínimamente, parecen insuficientes. La economía política lograda por este sistema político, no estaría dando el ancho para enfrentar la emergencia respecto de los servicios básicos, pero tampoco, en las medidas adecuadas para enfrentar el futuro de cesantía y recesión que se avecina. En esta clave, pareciera ser que un sector de la oposición política ya reaccionó (Convergencia Progresista: PS, PPD y PRSD), de forma articulada para plantear una mejor propuesta para enfrentar la coyuntura[2], a la planteada por el ejecutivo[3].
Mientras, a don Froilán Flores, se le podría derivar una siguiente pregunta anclada a la anterior ¿por qué sólo se han preocupado romántica y pragmáticamente por las ferias libres los diferentes candidatos y gobiernos, dando cumplimiento a sus promesas de campaña a través de acotados recursos y programas de ‘modernización de Ferias Libres’ (con las excepciones que cumplen la regla)? La pregunta es pertinente, porque esta primera línea comercial-comunitaria hoy enfrenta el COVID-19 en la mezcla de intereses como es mantener su fuente laboral, pero también su vocación de servicio público, toda vez que independiente de la racionalidad evidente de la primera variable, existe un genuino sentido de servicio, producto de la relación social y comunitaria que entabla el sistema de ferias libres a lo largo del país, en las diferentes formas en las que se emplazan en los territorios locales.
Si lo anterior es plausible, las ferias libres… esta primera línea que el COVID-19 ha visibilizado, obligaría al sistema político nacional, regional y local a fortalecerlas con ‘política pública/estado’ de largo plazo, implicando una modernización genuina e integral de las mismas, como canal de distribución de un importante número de productores de frutas, verduras, hortalizas y otros, asociada la pesca artesanal, como también alguna distribución de productos carneos, dependiendo de la latitud en que las mismas se emplacen. En definitiva, reconocer el sistema de ferias libres como variable de desarrollo sustentable, patrimonial, identitario y social. En retrospectiva, esta primera línea, habría enfrentado de mejor manera el virus si es que:
Se hubiese tramitado en la celeridad, la profundidad y la complejidad correspondiente, la ley de fortalecimiento de ferias libres que se encuentra en los tediosos trámites legislativos inaugurados el año 2003 y recientemente recogidos por siguientes gestiones legislativas (involucra entre varias posibilidades de fortalecimiento, un régimen de gestión que no esté sujeto a la discrecionalidad de las autoridades edilicias por medio de los permisos precarios contemplados en la ley de rentas vigente, siendo la concesión uno de los mecanismos propuestos)[4].
Que al amparo del cuerpo legal antes indicado, la ley de urbanismo y construcciones recoja esta plataforma por medio de sus instrumentos de planificación territorial para no sólo distribuirlas sobre los territorios comunales, sino que habilitar espacios funcionales al desarrollo de la actividad. Ello, por supuesto debe articularse al quehacer inmobiliario, el que en más de una oportunidad aprovecha todos los intersticios legales para maximizar sus ganancias, vulnerando espacios de áreas verdes y de servicios urbanos, perpetuando las desigualdades territoriales sobre los sectores más populares, sin perjuicio de algunos avances. Obligaría ello, dependiendo la planificación dada, que por cada proyecto inmobiliario se destinen espacios para este sistema de comercialización, no conmutándolos para otras funciones. En lo general, el Desarrollo Urbano de la ciudad, debiese contemplar esta plataforma de comercialización.
Que los municipios, superen el mero momento de la ordenanza municipal para organizar la actividad, pasando a Planes Comunales de Desarrollo (PLACODES) entre sus prioridades de gestión (dependiendo el territorio, por cierto), es decir, en el logro del desarrollo local, sea esta actividad eje para la dimensión económica del desarrollo consignado. Implica que debe trascenderse la valía pragmática del pago de la patente o permiso provisorio, según norma, o bien otro derecho, que en más de una oportunidad entregan alcaldesas y alcaldes para sus vecinos como mecanismo de ayuda, leído varias veces como prebenda electoral futura.
Más ferias libres, es más desarrollo local/regional/nacional. Más y mejores ferias libres, es democratizar el sistema productivo nacional, siempre tan monopólico en cada una de las ramas de la economía.
Obliga, entonces, considerar esta plataforma de comercialización, como sistema que integre la idea de empresa/emprendimiento en forma, con la tradición o imaginario que las caracteriza cuando de valores populares y democráticos se refiere. Ello es crucial, porque el sistema Feria Libre, en más de una oportunidad, es entendido como salida a la cesantía que logra el sistema productivo (sólo hay que imaginar, como se tensionarán después de los efectos del COVID-19), o bien, tras la evidencia de los escasos ingresos que logran las familias, se les entiende como segundo ingreso, y ahora último, con el incremento de los flujos migratorios, como espacio de empleabilidad informal, dadas las magras oportunidades que tienen algunos o algunas migrantes para satisfacer sus necesidades económicas. Entre varias posibilidades de acción, es proyectarse hacia la profesionalización de esta práctica comercial-comunitaria, la invitación final.
Son varias más las posibles medidas a enumerar funcionales al fortalecimiento del sistema feria, que sí se hubiesen gestionado antes, se habría enfrentado de mejor modo este COVID-19 (poco claro y asertivo desde la autoridad). Hoy lo hace, no sólo por la necesidad de las familias del rubro, sino que también, porque se entienden como una posibilidad de resolverle problemas a nivel nacional a vastos sectores populares y de clase media cuando de alimentación saludable se refiere, a precios módicos, que sin perjuicio de las alzas que puedan existir producto del comportamiento de la economía en la coyuntura, aún resultan alcanzables.
Más ferias libres, es más desarrollo local/regional/nacional. Más y mejores ferias libres, es democratizar el sistema productivo nacional, siempre tan monopólico en cada una de las ramas de la economía. Más y mejores Ferias Libres, son más oportunidades de encuentro comunitario-social, y por defecto identidad local, cohesión social y tolerancia cívica.
[1] Ver en https://www.df.cl/noticias/empresas/actualidad/comenzo-la-cuarentena-obligatoria-revisa-el-plan-del-comercio-y-las/2020-03-26/182609.html
[2] Ver en https://www.cnnchile.com/coronavirus/ppd-pr-ps-utilizar-5-pib-crisis-coronavirus_20200403/
[3] Ver en https://ciperchile.cl/2020/03/22/una-alternativa-al-plan-economico-del-gobierno-para-hacer-frente-al-covid-19/
[4] Ver en https://www.camara.cl/prensa/sala_de_prensa_detalle.aspx?prmid=136066
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