Para entender este punto me parece muy ilustrativo el clásico ejemplo del profesor que pone como notas a los alumnos del curso un promedio del total; en un inicio los menos mateos estarán muy felices y los más mateos muy infelices, luego los mateos no seguirán teniendo incentivos para esforzarse y así sacarse sietes debido a que igual tendrán la nota promedio y empeorarán su rendimiento, lo que hará que el promedio de notas disminuya, y así sucesivamente se va bajando la nota promedio hasta el punto en que todos estarán peor, con igualdad de notas, pero peor.
En su columna sobre las desigualdades económicas, Benjamín V. Gajardo ha contestado a mi columna intentado refutar los argumentos con los que busco demostrar que las desigualdades no importan. Gajardo acierta en dos observaciones de mi columna, pero se equivoca en las conclusiones que saca a partir de ellas. En mi juicio no hay un salto lógico-racional desde la observación hacia la conclusión, por los motivos que enseguida señalare.
En primer lugar, Gajardo asegura que, debido a que cuando hay desigualdades económicas es probable que hayan sentimientos de resentimiento y envidia, ese podría ser un contraargumento para decir que son «malas» las desigualdades y estar a favor de la redistribución. El problema de ésto es que en la envidia el que está mal es el envidioso y no el sujeto a quien se tiene envidia. Creer que porque con las desigualdades hay envidia hay que redistribuir es igual de absurdo que quitarle los juguetes a un niño que tiene muchos para dárselos al que tiene menos por el simple hecho de que el que tiene menos tenga envidia del que tiene más. Siempre en la envidia la culpa estará en el envidioso, y la solución a ese problema no será económica.
En segundo lugar, Gajardo comete un grave error al decir «que la causa de la pobreza son las desigualdades» debido a que unas no tienen nada que ver con la otra y esto se puede demostrar simplemente mediante los hechos: basta ver, tal como lo mostré y cité en mi columna «El ‘modelo’ chileno», que la pobreza en Chile ha disminuido, pero las desigualdades, que si bien han disminuido, no lo han hecho en la misma relación que la pobreza (Chile es mucho menos pobre que desigual), por lo que no se establece ninguna relación lineal, como Gajardo sugiere, entre pobreza y desigualdades. Es más, tal como lo mostré también en la columna sobre las desigualdades, corregir éstas mediante la redistribución genera más pobreza: esto es por el simple hecho que al redistribuir se nivela hacia abajo, se le quita al que tiene para darle al que no tiene, y, a su vez, el que tiene no tiene incentivos de trabajar al mismo nivel de eficiencia que antes. Para entender este punto me parece muy ilustrativo el clásico ejemplo del profesor que pone como notas a los alumnos del curso un promedio del total; en un inicio los menos mateos estarán muy felices y los mas mateos muy infelices, luego los mateos no seguirán teniendo incentivos para esforzarse y así sacarse sietes debido a que igual tendrán la nota promedio y empeorarán su rendimiento, lo que hará que el promedio de notas disminuya, y así sucesivamente se va bajando la nota promedio hasta el punto en que todos estarán peor, con igualdad de notas, pero peor.
Otra vez mas he llegado a la misma conclusión que en mi columna inicial sobre las desigualdades económica: éstas no importan. Ahora que he dado una respuesta, espero que satisfactoria, a su pregunta «¿Por que las desigualdades económicas no le importan?» me gustaría que viera el vídeo de Margaret Tatcher sobre este mismo punto -si es que sigue teniendo dudas-, que ilustrará de mejor manera el tema.
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