La reciente elección en la Asociación Nacional de Fútbol deja muchas interrogantes y dudas en torno a un renovado maridaje entre deporte y política. ¿No le parece extraño, lector, que cuando una directiva es independiente de criterios foráneos a su actividad, cuando tiene éxito y logra reposicionar la valoración por el fútbol y el deporte en general; cuando actúa seriamente, no le parece extraño que –entonces- haya que cambiarla y súbitamente se le descubran falencias?
Obviamente, ninguna directiva o gestión humana es perfecta, pero los déficits que se le atribuyeron no tienen nada que ver ni con mal uso de recursos, con su desvío inadecuado u otras martingalas de ese tipo, como lo ha sido en otras oportunidades. ¿No será que desde distintos sectores, gobiernistas y extra-gobiernistas, no gusta para nada la autonomía de juicio y funcionamiento en el manejo del fútbol – y su relación con los medios o las autoridades- que ha mostrado la dupla Bielsa / Mayne-Nicholls?- ¿Por qué la ANFP tiene que privilegiar necesariamente a los tres clubes llamados “grandes” de nuestro fútbol, en las decisiones y en los réditos financieros?
No podemos pasar por alto el impacto que la conversión de los clubes en sociedades anónimas tiene para el deporte: se termina perdiendo su finalidad deportiva, y pasa a convertirse en una mera cuestión de mercado: mercado de jugadores (se compran y venden, como la fruta o verdura que usted adquiere en ferias o supermercados), mercado de inversiones en marcas, camisetas, publicidad, etc. Esto ha convertido al fútbol en otro apetitoso bocado para el gran capital.
¿Y quienes pueden hacer grandes negocios en Chile? ¿Quienes tienen esa capacidad entre nosotros? Por favor, no serán los mismos que ya poseen suficiente poder económico-financiero? Y acaso aquellos que –muchas veces se declaran “apolíticos”-, se revelan –apenas es necesario- como proclives a posiciones de derecha y/o neoliberales?
Ahí tiene usted el caso del ex presidente de Colo Colo, pues. No es buena señal de una buena salud democrática este eventual maridaje entre política y fútbol-espectáculo. Desnaturaliza la función de lo público, y puede desatar tendencias populistas y nacionalistas mediante las cuales adormecer y/o distraer el fortalecimiento de la participación y el control democrático de la gestión del poder.
Una última cosa. Mire que coincidencia: se da todo esto en medio de la reposición de la discusión sobre inscripción automática y voto voluntario.
Sería bueno preguntarnos ¿a quiénes puede servir e interesar que usted acceda o abandone su condición de ciudadano soberano según gustos, modas, las ganas, la buena o mala “onda”, buenas o malas ofertas políticas?
Sería bueno debatir sobre a quién le conviene que la política se vuelva panem et circem. O, preguntarse si esta es una nueva o ya vieja forma de gobernar.
* Pablo Salvat Bologna es director Magister Ética social y desarrollo humano de la Universidad Alberto Hurtado.
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Foto: Azrasta / Licencia CC
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