Parece exagerado cuando Fernando Mönckeberg dice que hubo que abrirse paso a combos y patadas. Pero se queda corto. En Chile la situación era desastrosa: cientos de niños se morían por desnutrición. Había un altísimo porcentaje de población dañada, con un bajo desarrollo intelectual y una disminuida capacidad física. A comienzos de los setenta el país mostraba que estaba afectado el 60% de los menores de ocho años.
Los estudios del doctor Fernando Mönckeberg y de su equipo demostraban que el daño se producía al comienzo de la vida.
Ahora tenemos que erradicar la carencia de una educación de calidad para los niños de las familias pobres. Esa que también comienza muy temprano en la vida de muchos niños en Chile.
El problema es la carencia de una educación de calidad desde la más temprana edad y no aprovechar la extraordinaria plasticidad neuronal cuando se pueden lograr resultados contundentes en habilidades cognitivas (aprender a pensar y adquirir la disciplina del placer por la actividad de pensar, estudiar, aprender, contextualizar y referir lo aprendido a su vida cotidiana o a la actualidad), habilidades relacionales (dominio de las emociones: autodisciplina, autoestima, etc.), y otras habilidades relevantes, mediante una pedagogía sistémica que considere también a la familia.
Para esto: 1) hay tecnología (la que desarrolló Reuven Feurstein en el Estado de Israel cuando se formó y acogió a niños que venían de campos de concentración y países en que habían estado privados de toda educación de calidad) y que puede aplicarse tanto con los niños como para resolver los déficit cognitivos de sus padres; y 2) el país tiene los recursos financieros para hacer la inversión mas rentable que pueda haber para la sociedad toda.
Es vital una pedagogía en estrecha colaboración con las familias, puesto que los esfuerzos para desarrollar la totalidad de las capacidades de los niños no pueden llegar a buen puerto sin contar con la colaboración y el permiso de los padres. Los padres son los mejores aliados con los que los maestros pueden contar para esta tarea.
Y los padres de hogares pobres pueden y deben ser apoyados por la comunidad y por el Estado de Chile.
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