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El placer de volar

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“Siempre hay que tener bien puestos los pies en la tierra”, es un consejo que hay que entregar a quienes suben y escalan rápidamente. Si bien puede sonar como una frase obvia lo que busca es enseñar que cuando se está en lo alto lo que se debe hacer es mantener la calma, evitar que se vayan los humos a la cabeza y acordarse de que todo lo que sube en algún momento tiene que bajar.

No es casual que aquellos que han buscado el poder por todos los medios, se olviden de esta premisa cuando lo poseen o lo estén alcanzando. Pareciera ser que surcar los aires, el mirar lo pequeño que se ve el mundo desde lo alto, o la sensación de estar sobre el resto, los seduce y los lleva a gastar cifras millonarias o hipotecar transparencia con la finalidad de disfrutar del “placer de volar”.

Al igual que los hermanos Wright que en diciembre de 1903 cumplieron el sueño de volar, Sergio Jadue y Marco Enríquez Ominami también lo lograron. Estuvieron en lo alto, uno como Presidente omnipotente del fútbol Chileno y el otro como el político de mayor proyección del país, incluso rompiendo la hegemonía de los pactos tradicionales.

Jadue vivió desde su cargo los mejores momentos en la historia del balompié criollo, coronado con una inédita Copa América ganada en nuestro país. Llegó al poder tras el apoyo de los grandes clubes, cuyos directivos no sólo son dueños del fútbol sino del país, quienes en una vendetta defendiendo su negocio acabaron con el ciclo Harold-Bielsa.

Quizás el querer parecerse a sus “jefes” llevó a que Jadue intentara imitarlos. El calerano, cambió sus costumbres, bajo de peso, cambio los ternos Johnson por Armani y comenzó con la plata del fútbol a darse la gran vida. Hasta llegar al famoso avión que lo trasladó por Brasil y hoy es auditado por los cerca de 140 millones de pesos que costó este capricho.

Ahondaremos los vuelos sólo de dos personeros públicos podríamos ampliarlo a los kms LanPass de parlamentarios, pero eso da para otra columna.

Lo de MEO es aún más irracional. Siempre mostró que el ADN de su padre predominaba en su sangre. Antisistema, crítico de los poderes fácticos, no se pudo resistir, y durante toda su última campaña se movió en un modelito brasileño que hasta hoy se investiga el costo y de dónde salieron los recursos para pagarlo.

Hoy podríamos estar hablando de dos promisorios personajes que iniciaron muy bien su despegue, que lograron reconocimiento público, pero que a medida que fueron avanzando o subiendo las mismas nubes les impidieron mirar hacia abajo, despegando por varias millas los pies de la tierra y quedando en sus vuelos “más perdidos que el teniente Bello”.

 

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Cristian Herrera Peña

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