Los mineros del carbón de la comuna de Curanilahue han iniciado una huelga contra su empleador Rodrigo Danús, en búsqueda de mejoras laborales y un salario digno. Su justa demanda ha sido tratada como un simple traspié empresarial, la lucha sigue.
Recuerdo en mis años de escolar que tirado sobre la cama, con la cabeza colgando, leía con un afán casi morboso el clásico de Baldomero Lillo «Subterra», una historia que retrataba la cruda realidad que enfrentaban los mineros de lota, historia de sacrificio, dolor y muerte. Cualquiera que no hubiera recorrido las estrechas calles de dicha comuna, bien pudiera haber pensado que la historia narraba algo casi tan ficticio como Macondo del mítico Gabo.
Lamentablemente y para pesar de los esforzados mineros que desempeñaban tal arriesgada y poco ponderada labor, la historia era tan real como el dolor de sus músculos desagarrados.
Esta observación, propia de quién no se enchufa aún con la cruda y vertiginosa vida del obrero, pudiera parecer casi ofensiva. Así mismo desconocer que hoy hay cientos o más bien, miles de chilenos que, día a día, desempeñan el mismo trabajo en condiciones no muy diferentes a las que narra la historia, también resulta una ofensa. Esta ofensa es la que recibieron hace algunos días los trabajadores de la mina Santa Ana de Curanilahue por parte del señor Rodrigo Danús.
Rodrigo, empresario que usted seguramente conocerá por su farandulera pachorra en la TV basura, resulta también ser un acaudalado hombre de negocios que en la provincia de Arauco ha impulsado una carrera maratónica por la explotación de yacimientos mineros. Una explotación que no parece ser suficientemente rentable, en vista y consideración de las precarias condiciones laborales y bajos sueldos que hoy perciben los trabajadores de aquellas minas. Su pasantía de nueve años por la Endesa de Jose Yuraszeck resultó rendir buenos frutos, que en función de los $225.000 pesos que hoy percibe un minero en promedio y sus utilidades que ascienden a los 200 millones de dólares al año, bosquejan la típica historia nipona donde el discípulo resulta ser más negrero que el maestro.
«Tengo las manos ásperas pero hay pan en mi mesa», lema potente, de profundo significado para la comuna de Curanilahue, casi una síntesis perfecta de la cuna de un pueblo olvidado, de una provincia olvidada. Un retrato que sería preciso, pero el «casi» de esa síntesis se ve mermado debido a que, lamentablemente, estimado lector, hoy no hay pan en la mesa. Los mineros del carbón se han levantado, y su letargo se interrumpe por aquella lucha histórica que une a los obreros del mundo y que con cada huelga y con cada paro parece acercar la victoria final. Hoy los mineros exigen un salario digno y condiciones laborales mínimas, donde la seguridad sea prioridad.
Hace falta que alguien le haga saber al señor Rodrigo Danús, que esos hombres esforzados, maravilloso fruto de nuestra,muchas veces, injusta patria, no están solos, correrá señor Danús de Arica a Magallanes la noticia que aguerridos mineros, hoy se paralizan en busca de dignidad, una dignidad que no les será arrebatada por que se achica su abultado bolsillo.
Mañana será un nuevo día, un día de frío y fraterna unidad que los mineros pasará seguramente alrededor de una fogata, con sus esposas, con sus hijos. Una fogata que enciende la esperanza de que pronto, aún con las manos ásperas, habrá mucho más que pan en la mesa.
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Foto: captura «Los Mineros del Carbón»
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