Los profundos procesos de individuación que caracterizan a las sociedades contemporáneas, han generado que tanto la ciudadanía como los gobiernos regionales vean en la creación de espacios públicos la fuente de interacción social por excelencia. Esto quiere decir que mientras más espacios públicos existan en la ciudad, se generará más vida urbana y de paso se podrá contrarrestar el creciente individualismo y la desidia por la participación civil que actualmente existe en nuestro país. Cabe preguntarnos, si la solución tiene que ver con una mayor cantidad de espacios públicos en el diseño urbano y si los que existen hoy en día están cumpliendo en plenitud la función por la que fueron creados.
Este verano tuve la oportunidad de visitar la ciudad de Buenos Aires. De los innumerables atractivos con que cuenta la capital Argentina, debo confesar que lo que más capturó mi atención no fue la estética de sus construcciones, ni la gran cultura libresca que allí se vive, sino el fuerte sentido de pertenencia que tienen los Bonaerenses respecto a sus espacios públicos. Las plazas, los parques y las calles tienen por lo general una masiva asistencia ciudadana y son utilizadas por la gente para realizar actividades culturales, políticas, sociales, recreativas, entre muchas otras. Desde mi punto de vista, todo aquello es posible cuando los espacios públicos han dejado de ser abstractos, ajenos y extraños y se transforman para sus habitantes en verdaderos lugares sociales. ¿Pero qué significa que un espacio público se transforme en un lugar social?
En urbanismo así como en el campo de la sociología urbana, la noción de espacio por lo general suele remitir a lo general y abstracto, ejemplo de ello son los conceptos de espacio social, espacio público, espacio de consumo, espacio simbólico, etc. En sentido opuesto, la noción de lugar tiene que ver más con lo concreto y lo local. Se hace referencia al lugar, en gran medida, cuando queremos referirnos a un lugar determinado, a una localidad en particular, de allí se desprende que la noción de lugar por lo general envuelve relaciones de cercanía y altos grados de interacción y cooperación social. Esta simple diferenciación conceptual entre espacio y lugar, es fundamental si queremos entender por qué muchas veces los espacios públicos cumplen sus fines últimos al interior de la ciudad o, a veces simplemente fracasan.
Los espacios públicos suelen fracasar cuando las percepciones de los ciudadanos y ciudadanas que asisten a ellos, quedan atrapadas en la abstracción de su nombre: ser un territorio de propiedad pública diseñado por los técnicos del Estado. Cuando esto ocurre, los vínculos de identificación y pertenencia entre los habitantes y el espacio público suelen ser débiles, pues quienes asisten perciben que es un espacio creado por otros y para otros. Al ver que no tuvieron ningún tipo de injerencia o participación, por pequeña que fuese, los vecinos del barrio o los integrantes de una comunidad percibirán el nuevo espacio público como un sitio extranjero, existirá desconfianza con quienes se comparte el lugar y la percepción de inseguridad será alta. Algo muy característico es cuando la gente no se detiene en los espacios públicos de Santiago por temor a ser asaltada o vulnerada en algún tipo de derechos.
En este mismo sentido, un espacio público que aún no ha devenido en un lugar social tendrá una fuerte propensión al individualismo, lo que generará que determinados grupos sociales específicos acaparen para sí el monopolio exclusivo del poder en dicho espacio. Por ejemplo, un parque con una constante y permanente presencia policial tenderá a excluir a los más jóvenes del espacio, o una plaza de barrio frecuentada para el consumo de drogas y alcohol tenderá excluir a las mujeres y ancianos del lugar.
Desde mi parecer, creo que debemos generar a través de nuestras prácticas cotidianas, una cultura ciudadana que permita transformar nuestros espacios públicos en verdaderos lugares sociales. Esto permitirá fortalecer los valores de la vida en común y de paso ofrecer una alternativa a la avasallante embestida de los espacios de consumo.
Desde mi punto de vista, un lugar social cumple con las siguientes características: 1. Es habitado inter-generacionalmente: Concurren y participan miembros de todos los grupos etarios sin exclusión de ninguno. Este valor de participación social ha sido transmitido de generación en generación. Ejemplo: Los ancianos pueden participar perfectamente sin necesidad de estar relegados en los asilos o en el encierro de los espacios domésticos. 2. Empatía: los altos grados de interacción social permiten una identificación de los anhelos y las problemáticas de un otro, lo que con lleva a que se produzca empatía. Ejemplo: Sin necesidad de ser ciclista puedo identificarme con los problemas de las personas que andan en bicicleta y participar de una manifestación para la construcción de una ciclo vía. 3. Relaciones sociales horizontales: las relaciones sociales tienden a ser horizontales y democráticas ya que ningún grupo social específico ejerce el monopolio del poder en el espacio. Ejemplo: el lugar social no está sojuzgado por el brazo policial del Estado, ni tampoco el poder es ejercido por la cúpula de alguna banda local. 4. Fuerte sentido de pertenencia. Quienes asisten se identifican con el lugar y lo sienten como propio, defendiendo su razón y su sentido dentro del contexto urbano. Ejemplo: Cualquier colectivo de la sociedad puede usar el lugar social como un espacio donde reclame sus derechos de forma pacífica 5. Armonía entre lo individual y colectivo: a diferencia del espacio público, donde existe una clara tendencia al individualismo, en el lugar social conviven en perfecta armonía las dimensiones individual y social de las personas. Ejemplo: se pueden desarrollar perfectamente actividades como escuchar música de forma personal o participar de un concierto masivo. 6 es multicultural y pluralista. Distintos grupos desde un punto de vista étnico, sexual o religioso pueden convivir y utilizar el espacio ya que al interior de un lugar social lo que prima es el respeto frente a un otro diferente. Ejemplo: Un grupo de veteranos de guerra puede ocupar el lugar social junto a un sindicato que lucha por sus derechos laborales.
Desde mi parecer, creo que debemos generar, a través de nuestras prácticas cotidianas, una cultura ciudadana que permita transformar nuestros espacios públicos en verdaderos lugares sociales. Esto permitirá fortalecer los valores de la vida en común y de paso ofrecer una alternativa a la avasallante embestida de los espacios de consumo.
La creación de nuevos espacio públicos debe involucrar, tanto en su diseño como en su implementación, a las comunidades locales y a los ciudadanos del barrio, de este modo, el espacio público será percibido por las personas como un lugar social concreto y no como un espacio publico abstracto
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