Finalizaba el año 2019, gran parte de la discusión en la opinión pública se desarrollaba en relación a la situación política del país. Se forjaban conversaciones sobre los hechos que la provocaron, pero también se congregaron a dialogar sobre lo que vendría a futuro. El cómo capitalizar todo esa energía que se desplegaba en las calles de la mayoría de las ciudades del país se había traducido en la posibilidad de crear una nueva Constitución.
El 25 de octubre de 2020 se desarrolló el plebiscito de entrada que consultaba respecto a la posibilidad de desarrollar una nueva carta magna y con qué elemento se crearía. La opción de su realización, a través de una Convención Constitucional (79%), triunfó con un 78,28% de las preferencias.
Para diferentes actores políticos y sociales el resultado se estableció como el elemento fundamental que da sustento a su tesis de la división ideológica del país, fragmentada proporcionalmente en relación a los mismos porcentajes del plebiscito. Esto es una falacia.
La disonancia cognitiva de las personas que mencionan estos sucesos como tales habla de su incapacidad de sustraerse respecto a sus propias creencias y visión. Conceptos como neoliberal, capitalismo y subsidiario, entre otros, son ajenos a la mayoría de la ciudadanía. Los y las diferentes representantes de la clase política han sido incapaces de traducir lo que puede significar el triunfo del 25 de octubre y se han dedicado a vanagloriarse por el triunfo obtenido en las urnas por y para los y las ciudadanas del país. Los vientos de cambio no parecen haberse extendido más allá de aquellas personas más politizadas, y el triunfo electoral de aquellos que representan la opción apruebo se tambalea de no lograr construir plataformas e instrumentos que permitan capitalizar la mecha que fue encendida el 18 de octubre de 2019.
Se abren las grandes alamedas…para el centro
Los sistemas de creencia se han visto polarizados y afectados por la disonancia cognitiva y el efecto de caja de resonancia que tienen las redes sociales. Los extremos se han fortalecido y los diferentes movimientos políticos alojados en los polos han sido testigos de ciudadanos -y bots- que los apoyan fervientemente, comparten sus ideales, retórica y manera de actuar. Pero a medida que los extremos se vuelven más fuertes, se van volviendo más estrechos, sin opciones ni cabida para quienes puedan pensar distinto, el debate público se ha ido desgastando progresivamente, perjudicandolos y abriendo espacios, que antes no habían, en el centro.
El fortalecimiento y estrechez de estos extremos tiene expectantes a los representantes de la medida de lo posible. El centro ideológico se está ensanchando y dejando espacios para que la ciudadanía pueda confluir en una opción moderada (ojo a las candidaturas presidenciales que se están levantando y mensajes de las mismas), diferente a los polos que parecen ser intransigentes.
Mínimos para constituirse
Se hace muy necesaria, más que nunca, la búsqueda de mínimos que permitan construir un proceso que capitalice una visión que represente un proyecto constituyente de oposición
Mientras en la derecha los esfuerzos se concentran en disputar la mayoría absoluta y la continuación/perpetuación del modelo, en la oposición no logran establecer acuerdos que permitan la cantidad de votos precisos para la obtención de los dos tercios necesarios que les brinde la mayoría cualificada en la Convención Constituyente. La inhabilidad de desarrollar un proyecto en el que se puedan incorporar diferentes partidos políticos se ve imposibilitada por la arrogancia de sus representantes y tozudez de algunas partes de las bases por ahondar en las características que diferencian a unos y otros.
El proceso constituyente es un desafío histórico que está poniendo a prueba la capacidad de entereza de aquellos actores de la oposición que están liderando sus propias facciones. Por ahora, están reprobando ante tamaña tarea.
Frente al amarillismo característico de un partido que siempre se ha acomodado en la izquierda o derecha, dependiendo de lo que les convenga, también se está frente, en este momento, de fundamentalistas que no pueden ver más allá de sus convicciones. Sectores de la izquierda y centro izquierda deben ser capaces de comprender sus diferencias y congregarse bajo elementos que les permitan aunarse.
Para lograr un acuerdo que abarque todo el abanico de representantes de la oposición habrá que ceder. No hay más opción. No está en juego sólo una disputa electoral cualquiera, se encuentra en juego el modelo de sociedad futura que se desea construir. Se debe caer en cuenta que se está ante un grupo de la sociedad altamente politizado e identificado con la izquierda, pero que también hay una gran mayoría que busca posicionarse en el centro, con un pie en la izquierda, y que no está, en absoluto, politizada. La conjunción de ambos sectores puede ayudar a la obtención de la mayoría cualificada, los dos tercios.
Se hace muy necesaria, más que nunca, la búsqueda de mínimos que permitan construir un proceso que capitalice una visión que represente un proyecto constituyente de oposición. Pilares compartidos, como el fin del sistema neoliberal o dejar atrás el Estado subsidiario, entre tantos otros, pueden servir como elementos unificadores que den la bienvenida a una gama de visiones, que no siempre van a concordar, pero que pueden posibilitar la construcción de una opción constituyente válida para el pueblo chileno, que sea capaz de dejar atrás todo vestigio de una Constitución elaborada en dictadura y que de la bienvenida, por primera vez en la historia, a una Constitución paritaria escrita por representantes legítimos de la ciudadanía.
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Gonzalo Chávez
Sin duda para una opción amplia y fidedigna en las convicciones de cambio de las oposiciones, sería bastante más plausible sin la presencia del partido «amarrillo y acomodaticio»,,,,,,,, que por lo demás ya a hecho un enorme daño político (devenido en social y económico) al país,,,,