“El plan laboral”, nuestra actual normativa en derecho del trabajo, es de tal calaña que jamás podría haber sido discutido y promulgado en democracia, al menos no sin potentes conflictos sociales. Es por ello que, en este primero de mayo, los trabajadores han de ser conscientes de sus demandas.
Hoy es un primero de mayo más, el cual para mucho se invisibiliza como otro “fin de semana largo”, y la discusiones pasan a girar en torno a si dan o no el viernes como “sándwich”. Más allá de eso, hemos de asumir y vivir esta fecha con un sentido, y lejos de ser este un sentido de fiesta o celebración, ha de ser de recuerdo, rememoración y planteamiento de nuevas perspectivas.
En nuestro país, el valor del trabajo está sumamente precarizado. No tiene sentido pensar en que alguien trabaje ocho horas diarias (con suerte) cinco días a la semana, siga siendo pobre. Es finalmente un trabajo que no da medios para vivir, sino solo para sobrevivir. Y luego aparece aquel discurso que señala que con esfuerzo uno pueda llegar donde quiera, y que las oportunidades están, solo hay que salir a buscarlas a la calle. Podrá ser cierto en algunos casos, pero tras ese discurso solo subyace la idea de que quien es pobre lo es gracias a su pereza, y bueno, vayan a hablarle de pereza a una temporera, un obrero de la construcción, un garzón de restorán… en fin.
Aquel discurso, además, adolece de varias otras imprecisiones, pues (i) si aceptásemos esa idea y concibiéramos una sociedad en donde “todos se esfuerzan”, ¿quién haría aquellos trabajos que supuestamente son para gente no esforzada? (ii) Por otro lado, se mira ese esfuerzo o ese éxito como una buena situación económica, es decir, quien tiene dinero es porque se ha esforzado. Sabemos que ello no es así en todos los casos. (iii) Finalmente, dudo que quien haya elegido ser profesor por vocación crea que gana poco dinero porque no se esfuerza. Entonces, tendríamos trabajos de primera y de segunda clase, unos para quienes se esfuerzan, otros para quienes no lo hacen. Incluso dentro de los segundos están carreras universitarias, con todo el costo que ello implica. Bajo mi concepción, en nuestro país “está mal pelado el chancho”.
Pero para que toda esta realidad brutal cambie, es necesaria la unidad de los trabajadores, que tomen conciencia del sistema en el que están sumidos y propugnen su cambio. Si bien los estudiantes podemos salir a las calles a protestar, hemos de ser conscientes que un cambio real vendrá de la mano del compromiso y lucha de los trabajadores y trabajadoras. Ellos son quienes hacen andar el país. Ellos son quienes deben dejar de conformarse con modificaciones legales amarillentas e insípidas. Es hora de ir a las reformas de fondo, pues la legislación laboral es la pieza madre de todo sistema, y permea no sólo el ámbito económico, sino las concepciones democráticas de una sociedad. Es dentro de los sindicatos donde la colaboración entre trabajadores ha de ser una antorcha que ilumine este mundo tan competitivo, y que conscientes de que portan esta antorcha, puedan (y podamos) hacer un cambio real y profundo
“El plan laboral”, nuestra actual normativa en derecho del trabajo, es de tal calaña que jamás podría haber sido discutido y promulgado en democracia, al menos no sin potentes conflictos sociales. Es por ello que, en este primero de mayo, los trabajadores han de ser conscientes de sus demandas: derecho a huelga efectivo, negociación colectiva por rama o actividad, sindicatos como únicos interlocutores válidos en la negociación colectiva, y por qué no, que existan decisiones en la empresa que no puedan ser tomadas sin la anuencia de los trabajadores, entre muchas otras.
Si queremos tener un trabajo decente, es ahora de empezar a pujar por ello.
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Foto: Fitmoos / Licencia CC
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