Aquí el problema evidente de Marinovic es no entender inteligentemente el término de autonomía, que para nosotros, quienes nos consideramos nacionalistas Mapuche, no es más que tener la capacidad de decidir un modelo de desarrollo que permita respetar nuestra concepción de la tierra, del agua, de la sociedad, de la salud y de otros aspectos tan importantes de la vida humana según nuestra cosmovisión.
Desde que las demandas de los indigenistas en nuestro país han venido tomando fuerza, constantemente tenemos que vernos enfrentados a responder intelectualmente los prejuicios de una sociedad chilena, que tiende más bien a desconocer las raíces mestizas de un país que -a juicio de un amigo- es un Chile mono que se niega a ser estéreo.
Y la columna de Teresa Marinovic publicada en El Mostrador el día de hoy es una muestra más de aquello.
Y es que la filósofa comete errores vitales y cae en sesgos históricos que rozan en el racismo y que buscan justificar a todas luces hechos tan dolorosos para nuestra gente como la discriminación, la judicialización de la protesta social y la militarización de los territorios, entre otros.
Su planteamiento no es nuevo: ya lo han planteado «insignes» historiadores como Sergio Villalobos, y hace siglos atrás el célebre Benjamín Vicuña Mackenna le dio sustento a través de su teoría a la «pacificación» de la Araucanía.
Una pacificación que -siendo más bien una matanza- aún tiene consecuencias nefastas para nuestras comunidades (siendo comunidad un lindo eufemismo para hablar de reducciones, o también, verdaderos campos de refugiados que se han transformado, sólo en La Araucanía, en casi 2.000 focos de pobreza y marginalidad).
Marinovic plantea que la identidad del pueblo Mapuche está directamente relacionada a la importancia de la tierra, cosa que en la actualidad es cierta, debido al empobrecimiento de nuestros territorios, pero que no siempre fue así. Nuestro pueblo, antes de la invasión fue principalmente ganadero e incluso exportador.
Transmitidos por nuestros abuelos son los relatos de los viajes al Puelmapu (o «tierra del éste», hoy conocida como Argentina) en los que se iban a vender los mejores y más selectos ganados que se producían.
Muchos Mapuches durante el siglo XVIII y XIX eran destacados comerciantes y prósperos empresarios, muchos de ellos influyentes en el quehacer nacional hasta el siglo XX, siendo instituciones como la Sociedad Caupolicán o la Corporación Araucana los líderes de la discusión indigenista de la época, que culminaría con 9 parlamentarios mapuches en el Congreso Nacional y varios ministros de Estado.
La tesis de la identidad machista, no podría ser más falsa. Nuestra sociedad pre-colonización y ocupación era de roles compartidos, asumiendo importantes funciones dentro de la cultura que permanecen hasta el día de hoy, siendo el más claro ejemplo la trascendencia del y la Machi dentro del liderazgo espiritual y medicinal del pueblo Mapuche. La invasión española y posteriormente la chilena, a juicio de algunos autores/as, tiende a reproducir los patrones occidentales con respecto a los roles de género en la sociedad Mapuche.
Las críticas a la violencia no resisten análisis. Distintas instituciones la hemos criticado y éste humilde columnista ha escrito varias veces al respecto. Venga de donde venga es totalmente repudiable, pero no por eso debe usarse para justificar implícitamente la militarización de los territorios Mapuche, los excesos que ha cometido la fuerza policial incluso contra menores de edad, tal como lo ha denunciado UNICEF y otros organismos internacionales, y la aplicación de la tristemente famosa Ley Antiterrorista que también ha sido criticada por relatores internacionales de la ONU, por considerar que su aplicación es a todas luces racista y que busca criminalizar la protesta social reivindicativa de las comunidades. El resto, es un voladero de luces.
Sobre la idea que la bloguera lanza acerca de la República Independiente de La Araucanía, no podría estar más de acuerdo.
Sin embargo, permítame ilustrarle sobre un poco de historia: ya fuimos una nación independiente. El 7 de enero de 1825, don Bernardo O’Higgins -insigne personaje de la vieja derecha chilena- firmó el famoso Tratado de Tapihue.
Al mejor estilo de la Unión Europea este acuerdo permitió establecer los límites fronterizos entre el Chile de la época y los territorios del Wallmapu. En uno de sus artículos nos reconoce como «nuevos hermanos», y que la extensión de tierra del país Mapuche (no se escandalice, efectivamente fue llamado así) empezaba en la frontera sur del río Bío Bío.
Éste innovador tratado internacional fue violado brutalmente por el Estado Chileno en 1861, cuando se inicia la famosa pacificación, con los resultados que la historia omite, pero conoce, y que no mencionaré aquí por respeto al lector/a. Y de que al Estado «no le queda más remedio que aplicar la fuerza o (…) aceptar la autonomía del pueblo mapuche», realmente no le queda otra opción. Nuestro país ha ratificado un par de instrumentos internacionales que, le duelan o no, deben respetarse y cumplirse.
Uno de ellos es el Convenio 169 de la OIT, tan mencionado pero a veces tan poco usado, en él se plantea abiertamente el derecho de los Pueblos-Naciones Indígenas a «decidir sus propias prioridades en lo que atañe al proceso de desarrollo, en la medida en que éste afecte a sus vidas, creencias, instituciones y bienestar espiritual y a las tierras que ocupan o utilizan de alguna manera, y de controlar, en la medida de lo posible, su propio desarrollo económico, social y cultural.
Además, dichos pueblos deberán participar en la formulación, aplicación y evaluación de los planes y programas de desarrollo nacional y regional susceptibles de afectarles directamente» (art. 7, inc. 1).
Aquí el problema evidente de Marinovic es no entender inteligentemente el término de autonomía, que para nosotros, quienes nos consideramos nacionalistas Mapuche no es más que tener la capacidad de decidir un modelo de desarrollo que permita respetar nuestra concepción de la tierra, del agua, de la sociedad, de la salud y de otros aspectos tan importantes de la vida humana según nuestra cosmovisión.
Nadie plantea la idea de crear un Estado dentro de otro, o de separarnos. Hablamos de reconocimiento de nuestra dignidad, derechos y memoria. Nada más.
Una vuelta a La Araucanía no le haría nada mal a Teresa. Empaparse de la realidad de la región, conversar con todos los actores sociales que la componen, visitar las comunidades, ver lo que realmente ocurre sin la parcialidad preocupante de nefastos personajes para nuestra región, como Alberto Espina, René Manuel García o la Multigremial. Esto es necesario para opinar con propiedad en un conflicto que queremos tenga la mejor y más política de las salidas.
Mientras eso no ocurra, sus opiniones, a juicio de muchos de nosotros, que vivimos en la zona y hemos sido parte de la construcción de este tejido, van a seguir siendo desafortunadas, ignorantes y tristes.
Comentarios
16 de mayo
Estimado, todos nosotros, todos, todos los chilenos tenemos un pasado, algunos de pobreza, de indigencia, hasta de esclavitud y nadie te lo refriega en tu cara. Deja el pasado atrás, nada tenemos los chilenos contemporáneos de culpa del sufrimiento mapuche, ni del sufrimiento de los que escaparon a nuestro país de regímenes genocidas y que hoy como tu o yo son parte de este Chile a quien queremos, las cosas se dieron así, en nuestra historia hubieron matanzas contra y hechas por los mapuches, no ocultes la historia real si la quieres relatar.
Te invito a que no levantes discursos que persiguen cercenar nuestro país, que ayudes a la convivencia, que ayudes a comprender y admirar tu pueblo como ejemplo de superación , que construyamos un país unitario, respetuoso de todos, una nueva sociedad inclusiva donde nadie se sienta menos.
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16 de mayo
No veo que se lo esté enrostrando a los chilenos, al pueblo chileno, sino a las élites económico-militares que llevaron a cabo la «Pacificación» de la Araucanía.
16 de mayo
A esto es lo que me refiero cuando hablo muchas veces que… NOS (de todos en Chile) falta cultura de comprensión. Don Sergio Valladares, Vuelva a leer la columna por favor. Si usted entiende su pasado, sín contaminación alguna. entenderá este párrafo y entenderá estas palabras que yo personalmente he escrito. Y si no ha comprendido, entiendo que se dedicará (espero que no) como todos a través de http://www. a acometer deliberadamente sobre las opiniones vertidas acá en mala forma. Saludos.
20 de mayo
Estimado Rider, el artículo encara a una intelectual a quien no tengo el gusto de conocer, no le gusta la opinión que ella emitió, lo mismo que no le gusta lo que opinan algunos políticos ni historiadores, hasta ahí todo bien, el problema es el » porqué» no le gustan los comentarios ni la historia de Vicuña Mackenna y Villalobos, y allí es donde entra a un revisionismo histórico, una historia propia, una historia dura que puede ser verdad, no lo sabemos, lo que sí sabemos es que allí están los dolores de parto que dieron nacimiento a este, nuestro país. ante ello, lo invito nuevamente a dejar el pasado,hagamos una nueva sociedad más inclusiva, una que no vuelva a cometer las atrocidades e injusticias anteriores.
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