Segundo semestre año 2013, pleno desarrollo de la campaña presidencial. Carteles en cada esquina, cuñas mediáticas como pan de cada y una inusitada cantidad de candidatos presidenciales daban el panorama completo del momento.
Entre los 9 aspirantes, una de entre todos destacaba por su incombustible apoyo popular, reflejado en las diferentes encuestas de opinión que la daban desde hacía meses como indiscutible ganadora: Michelle Bachelet. Terminó su primer período con más del 80% de aprobación y ahora volvía desde Nueva York de su puesto como directora de ONU Mujeres a salvar a la vieja Concertación –ahora Nueva Mayoría- quienes no contaban con otro candidato competitivo. Luego de un largo silencio, Michelle decidía regresar y ser candidata -con una nueva coalición que iba desde el Partido Comunista hasta la Democracia Cristiana y, también, con un ambicioso programa de gobierno-.Naturalmente lo de Bachelet era una bomba de tiempo, en donde el hecho de confluir en una coalición amplia iba a llegar en algún punto a encontrar las diferencias internas existentes, complicando -por ejemplo- la aprobación de proyectos.
Segundo semestre año 2016: la misma mujer que llegó al Gobierno con altos índices de aprobación, hoy se desploma por debajo del 20% y lidera una de las crisis políticas más profundas desde la vuelta a la democracia. ¿Cómo una persona que tenía un apoyo ciudadano tan alto cae al abismo de las encuestas? Aquí es donde comienza el problema.
Es evidente que hay factores que van más allá de la propia Presidenta Bachelet: la crisis política tuvo una génesis transversal entre prácticamente todos los sectores políticos y los escándalos por el financiamiento ilegal de la política tuvieron también protagonistas diferentes a la misma Presidenta Bachelet. No obstante, otro tipo de elementos -como por ejemplo el caso de su hijo Sebastián Dávalos- comenzaron a erosionar una roca que parecía indestructible, pero más allá del caso Caval -dentro del cual tampoco tuvo una relación directa, o al menos no se ha comprobado aquello- hay un elemento esencial del cual sí debe hacerse responsable la propia Presidenta: las expectativas.
Durante la campaña presidencial fueron muchos los que dijeron que cumplir propuestas como la gratuidad universal en la Educación Superior, la construcción de 60 nuevos hospitales, una nueva Constitución y el impulsar una agenda valórica como el matrimonio igualitario y el aborto terapéutico iba a ser una tarea titánica casi imposible de llevar a cabo, sin embargo el optimismo primó en gran parte de la ciudadanía y con ese tipo de propuestas fue electa Michelle Bachelet quien asumió la responsabilidad tácita de cumplir lo prometido, pero ¿qué ocurre cuando una sociedad civil ya movilizada y despierta desde el año 2011, atenta a los procesos políticos de un país y elige a una persona con la esperanza de que esta materialice una serie de elementos importantes para la vida de los ciudadanos y luego al momento de asumir (con mayoría en la Cámara y en el Senado) no es capaz de cumplir?
Naturalmente lo de Bachelet era una bomba de tiempo, en donde el hecho de confluir en una coalición amplia iba a llegar en algún punto a encontrar las diferencias internas existentes, complicando -por ejemplo- la aprobación de proyectos. Asimismo, las presiones externas -por ejemplo del mundo privado- y la manera en la cual las reformas afectaban a la economía general daban un mal pronóstico para lo que pudiera realmente haber materializado la Presidenta. Ante este escenario, es legítimo realizar una pregunta: ¿de verdad nadie lo pensó antes? La respuesta es compleja, porque al ciudadano común lo invade la duda razonable y el sentimiento de engaño y frustración resulta inevitable.
Duele ver cómo las personas confían -una vez más- en el sistema democrático que tenemos eligiendo a una persona que -se supone- solucionaría sus diferentes problemas para luego encontrarse con un panorama desolador: eso se llama jugar con las expectativas de la gente. La apuesta fue alta, era un todo o nada, con la diferencia de que no había espacio para equivocaciones (y hasta este punto, ya ha habido demasiadas).
Hoy la ciudadanía no deja pasar las cosas y el Gobierno no ha podido esquivar esa bala que le seguirá hasta el final de su mandato “¿dónde está lo que nos prometió?” Y es algo que lamentablemente van a tener que asumir, han decepcionado a la gente y el daño que están provocando subiendo el descontento civil ha llegado a puntos impensados, poniendo en tela de juicio no solo la credibilidad de la Presidenta Bachelet o de la Nueva Mayoría, sino del sistema político en su conjunto.
Ahora, por el bien de todos para lo que queda, asuman con responsabilidad las consecuencias, porque le queda un largo camino, Presidenta.
Comentarios
05 de septiembre
No es un problema de expectativa, es un problema de DEMAGOGIA, pues si sus campañas politicas son financiadas por el empresariado nacional y transnacional, si son los mismos de siempre que vienen saqueando al pueblo de Chile por 26 años, decir que van a realizar cambios es simplemente DEMAGOGICO.
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06 de septiembre
Obvio, tambien el sueldo de la presidenta, todos los hospitales y colegios públicos, todos los edificios fiscales, el sueldo de funcionarios útiles o inútilles, etc porque todo el presupuesto del estado depende de los que producen, o sea de empresarios privados ¿no lo sabia? ¿de donde cree que vienen los recursos? ¿de marte? A ver piense cuando el estado ha tenido mejor presupuesto ¿cuando ha debilitado al empresariado o cuando lo ha fortalecido? averigue, lea un poco y piense… piense…
06 de septiembre
Nose porque dice que nadie lo pensó antes. Muchos dijimos antes que esa coalición desde el PC hasta la oligarquía mas conservadora de la DC sólo podría sostenerse bajo promesas irrealizables. El mismo presidente Piñera dijo años antes que la gratuidad universal aún no era posible en Chile, era algo ilusorio y que intentarlo tendría un alto costo político.
La concertación no era tan distinta, fue mas exitosa porque tuvo la sabiduría de no tocar el modelo de desarrollo, de hecho el primer gobierno de la misma Bachelet tuvo un tremendo éxito por eso mismo.
Pienso que la presidenta confundió lo que queria hacer con lo que podia hacer no por irresponsabilidad sino por incapacidad.
Saludos
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08 de septiembre
Pareciera que las expectativas siempre son altas, altísimas en el caso nacional, si alguien pudiera dibujarlas quizás resultaría algo similar a la sociedad nórdica, o más, llena de beneficios, y donde podamos hacer lo que no dé la real gana, quizás nunca trabajar y sin deberes ni obligaciones de ningún tipo, es decir con un estado que nos brinde todo lo que necesitamos. Una utopía, pienso que el primer gobierno de la Sra. Bachelet pudo cumplir algunas de esas demandas porque la billetera estaba con recursos, se notaba que la caja fiscal era más fuerte y sólida, pero la gestión no creo que haya sido mejor, fue simplemente que el golpe no se sintió, pero ahora es diferente, no hay plata y hay que trabajar duro e inteligentemente para hacerla, y en ese sentido se ve bastante incompatible la convivencia entre quienes saben cómo generar riqueza, y quienes tienen puestas las expectativas en los gobiernos como los grupos de presión, los oportunistas y los grupos ideológicos extremos, es decir los que saben cómo generar pobreza.
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