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Cuando se divulgó el instrumento de financiamiento destinado para que los salmoneros adquirieran los recursos fiscales para paliar la crisis del sector, las reacciones no tardaron en llegar. El modelo solicitaba las concesiones de acuicultura de los salmoneros a cambio de los recursos fiscales. La suma que entregó el Estado chileno bordeaba los 400 millones de dólares y sería distribuida por los bancos BBVA (España), Rabobank (Holanda), Itaú (Brasil), BCI y Banco Chile.
La reacción de los dirigentes de la pesca artesanal no tardó en llegar. Se sumaron organizaciones ambientales, parlamentarios y el sector turístico. Dieron la lucha en el Congreso, pero fue insuficiente, las presiones de los salmoneros dominaron la contienda.
La implementación de los barrios salmoneros, destinados a controlar la expansión del virus ISA vulnera el derecho constitucional. Por una parte, privatiza el territorio marítimo: restringiendo el acceso al mar por una pre-venta y por otra parte, resuelve que los pescadores artesanales son influyentes en el traslado del virus, forzándolos a someterse a medidas de control sanitario implementadas por salmoneros, erradicarlos de las rutas históricas y caladeros de pesca ancestrales.
La privatización del mar chileno recién proporciona luces de la carnicería de los salmoneros. En el Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental, para solicitar una concesión, además de incluir una serie de antecedentes técnicos y ambientales, se deben ingresar las latitudes exactas del territorio requerido.
Uniendo los polígonos de las solicitudes en trámite, los barrios salmoneros demandan territorios que incluyen los protegidos por CONAF y las Áreas Nacionales Silvestres Protegidas del Estado (SNASPE), involucrando flora y fauna, donde gran parte es vulnerable, endémica y otras en peligro de extinción.
Los Sistemas de Información Geográficos no mienten (GIS). Al observar la evolución en la tramitación de centros de cultivos para la industria salmonera se vislumbran otros intereses. La industria se ha ido masificando en sectores que técnicamente no cuentan con las condiciones apropiadas para el cultivo. Fiordos que mantenían su integridad ecológica, hoy están repletos de tramitaciones de concesiones de acuicultura.
Los perímetros destinados por ley a los salmoneros traen otro negocio entre manos. Los magnates del turismo saben que los terrenos patagónicos tienen un valor agregado. Bien lo sabe Douglas Tompkins. Hipotecar ríos, lagos, especies endémicas, flora y fauna en una de las reservas biológicas más importante del planeta es un negocio rentable.
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