La teoría de la educación postula al proceso educativo, institucionalizado en la escuela y legitimado por los conocimientos como herramientas sociales, como agente de transformación cultural, de acuerdo a la simbiosis escuela –sociedad. Se suma, aunque de manera relativa, la injerencia transversal de la educación y del sistema educativo del país en la formación ética y social, en su aspecto democrático.
Por lo tanto, en el marco nacional de la atomización y banalización de la política – comprendida en su definición mas general – y en la equivoca consideración del valor de la democracia liberal chilena, el docente se enfrenta a aspectos negativos y positivos que trascienden a la educación, considerada estáticamente como “realidad escolar”, y que incluye el contexto político de un país. En otras palabras, la ubicación del docente en la conciliación de la igualdad, carácter intrínseco y en crisis de la democracia, con la de libertad, elemento mal entendido, sobre estimulado y tergiversado en su práctica.
Como bien plantea Basil Bernstein, en Pedagogía, control simbólico e identidad (1998),”para hablar con seriedad sobre la democracia, la cultura y la educación, hemos de tener en cuenta las limitaciones y el poder de las realidades reguladas por la clase social”, es decir, la pluralidad dentro de establecimientos educacionales – aunque en mayor medida en subvencionados particulares y municipalizados – que contraponen en la fijación en la conciencia de cada niño de las ideas y los sentimientos de la conciencia colectiva.(José Joaquín Brunner en ¿Educación y pluralismo? Fragmentos de una reflexión).
Dicho esto, el docente en la escuela actual, cumple un rol pedagógico, enfocado sencillamente en la elaboración de una base cognitiva – desde las diferentes tendencias teóricas – que sirva de puente y complemento para el desarrollo de habilidades y competencias. Ello se reafirma aun mas por el hermetismo de planes y programas del mismo estado chileno, pero siempre dirigido hacia la inversión de un capital intelectual, con ciertas salvedades éticas, aunque insuficientes y mal dirigidas. Esta limitación de acción se vislumbra como una consideración y realidad docente negativa, aunque si bien hay que tener en cuenta que no es el docente, dentro del sistema educativo, la fuente única de cambio social, como bien postula la teorización de la realidad (la escuela como foco, casi exclusivo, de cambio social). El profesor es un agente, por omisión o pasividad – tradición – , de la mercantilización de la educación y consecuentemente de la posible profesión del ahora estudiante, como medio para la generación de un de
terminado nivel de vida, visto desde lo netamente económico.
Dentro de lo positivo del entorno nacional que influye – o puede influir – directamente en la labor docente presente o futura, se enmarcan las progresivas corrientes democráticas que han tenido lugar tanto en la educación secundaria, como en la universitaria. Democracia que ha sido cohibida en la jerarquía interna de algunos establecimientos. Por ejemplo, en el no reconocimiento y negación de la plana docente directiva de los CC.AA. Es en esta tendencia a la liberalización del ámbito escolar, llevado a cabo por estudiantes, donde el profesor debe traspasar su limitada labor pedagogía, mencionada con anterioridad, y servir de agente, entre sus pares y el resto de la comunidad educativa, para un ambiente más integral y transversal en la consideración de las necesidades que, se quiera reconocer o no, van mucho más allá de objetivos laborales, económicos o de lo que en las altas esferas publicas consideren como necesario.
En la presente sociedad, aunque menos de lo que se quisiera, parte de la masa estudiantil ha comenzado a revalorar la democracia como argumento y sistema legítimo en la petición de un entorno más idóneo para el aprendizaje, lejos de la politización de los núcleos directivos estudiantiles y del estudiantado mismo, como muchos argumentan.
Lo que tal vez se tenga que entender, es que empapar a la diversa realidad educacional con un carácter democrático que busque igualdad pero también libertades fundamentales – como bien mencionaron Hobbes y Locke – no es igual a politizar la enseñanza. Enseñanza que, por lo demás, está muy lejos de llegar a serlo si no se incluye realmente a todos en lo que es de todos.
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Foto: Cedim News – Licencia CC
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