El Jaguar de Latinoamérica, así nos autodefinimos en la década de los 90 frente al milagro económico que captaba la atención internacional y que nos hizo creer que podríamos alcanzar el estatus de un país de primer mundo -que tanto tratamos de imitar- Así comenzamos a consumir, gracias a los créditos, para tener cosas sin importar qué o de su verdadera utilidad para el consumidor, pero lo esencial era tener y demostrar que éramos una economía pujante que comenzaba a decir adiós a la pobreza.
Adormecidos por el consumo la elite fue manejando a su antojo el crecimiento del país a través de un sistema pro inversión privada en desmedro de lo estatal, que una década después, dejaba entrever que las atenciones para una sociedad sostenible y sustentable no se estaban viendo reflejadas. Así podemos tocar tres temas que parecen centrales en una sociedad moderna que aún no se tranzan como lo es la educación, la salud, además de las pensiones y ni hablar de la privatización del agua.El odio en nuestro país parece ser la herramienta eficaz para nuestros políticos que, influenciados por encuestas y complacencia económica, acomodan y dictan sus opiniones alejándose de su verdadera responsabilidad que son los ciudadanos, que en definitiva, los han elegido
Los salarios seguían siendo bajos lejos de permitir una calidad de vida acorde al costo que uno debe enfrentar en este sistema socioeconómico, y tal como hoy, o se tiene para pagar donde dormir o se elige comer. No es una exageración y sin escandalizar, es lo que es. Es lo que le toca vivir a la mayoría de los chilenos donde según el INE el 50% de los trabajadores gana igual o menos de cuatrocientos mil pesos al mes -compare los costos de los bienes y servicios y verá que no exagero-
Ya estaremos más que introducidos en el concepto subsidiario que tanto hemos escuchado últimamente que nos explica como funciona nuestra economía a partir de la constitución del 80. Lo que no se hizo en la primera década de la vuelta a la democracia, tal vez, porque todo era en la medida de lo posible. Era mejor esa comodidad atrayente del dinero fácil extractivista en vez de ir hacia un proceso de cambio que asegurara una economía más inclusiva y no solo asegurar inversiones privadas tanto nacional como internacional dejando que Chile se fuera convirtiendo rápidamente en una zona de sacrificio ambiental. No tengo nada contra los empresarios e inversionistas, por el contrario, creo que ayudan y aportan tangiblemente al desarrollo del país, pero el asunto pasaba también por preocuparse por la mano de obra y de empleados asalariados que siempre han buscado vivir con Dignidad, palabra que en esta revuelta social se ha dejado escuchar con una convicción que ya no se puede desatender.
Si nos damos cuenta, siempre hemos polarizado las convicciones políticas, económicas y religiosas ¿por qué? Es una pregunta que me hace reflexionar sobre la visceralidad de la humanidad y de cómo una u otra forma de razonar puede inhabilitar la empatía y por ende el entendimiento entre esos dos puntos de vista. ¿cómo podemos hablar de paz justificando la violencia hasta el punto de desear la muerte a quién no piensa como yo? Es entonces como estas supuestas convicciones y/o interpretaciones de la verdad nos lleva a la negación del otro empujándonos a los gritos de odio que terminan en guerras y dictaduras.
El odio en nuestro país parece ser la herramienta eficaz para nuestros políticos que, influenciados por encuestas y complacencia económica, acomodan y dictan sus opiniones alejándose de su verdadera responsabilidad que son los ciudadanos, que en definitiva, los han elegido. Siempre escriben con la mano y borran con el codo desdiciéndose continuamente de algo que dijeron y peor aún, relegando todo el tiempo las responsabilidades más fundamentales para potenciar al país. No hay debate con determinación altruista, son solo descalificaciones de lado y lado buscando el mezquino resultado del triunfo.
Durante el congreso Futuro, que debe ser uno de los encuentros más enriquecedores para nuestro país, vino el cientista político estadounidense James Fishkin y en una entrevista con CNN decía lo siguiente “Los partidos políticos no quieren ganar el argumento, quieren ganar la elección” Creo que como ciudadanos muchos ya nos habíamos dado cuenta de esta constante política, pero no teníamos esa frase tan clarificadora para abordarlo.
Ahora cabe preguntarse ¿qué persigue un político con argumentos tan divisorios? Dejando esa pregunta para el público podemos enfocarnos como funciona otra vez la economía tomando como ejemplo a la nueva pandemia. Un producto que ayuda a evitar el contagio como el alcohol gel subió de precio, algo así como de 990 hasta los 4990 pesos ¿Ese es el sistema que realmente elegimos como sociedad? Yo creo que no, fue el que se impuso y ese es un hecho real y palpable que debemos cambiar. ¿cómo lo haremos? ¿podemos confiar en nuestros políticos después de tantas decepsiones? Es una tareá difícil si no somos capaces de abarcar a todas las personas que viven en este territorio y de enterarse que tienen capacidades y visiones distintas. Hay que pensar desde el empresario éxitoso hasta el vagabundo que vive al lado del río.
Es tiempo de cambiar la estrategia de la odiocracia que asegura por muchos años a algunos en el poder, perpetuando un sistema que se basa en el egoísmo. Si queremos alcanzar el primer nivel como país (es lo que yo quiero por lo menos) significa que debemos empujar al dialogo y acercamientos dejando de lado el narcisismo para repensar la economía en dónde todos quepan y nadie quede relegado en dignidad. Debemos tener claro que estamos en el siglo xxi dónde la tecnología avanza exponensialmente y que puede mejorar la calidad de nuestras vidas, pero debemos estar a la altura y eso significa volverse solidario. Ahora veremos como nos comportamos ante este virus que se ha expandido como el odio, será una prueba país que involucra a todos y todas sin distinción, como ciudadanos (as), trabajadores (as), empresarios (as), Estado y el gobierno de turno.
Comentarios
19 de marzo
Concuerdo con su diagnóstico principal, hay odio. Se ha venido cultivando como una plantación preciosa, digna de todos los cuidados y ha crecido fuerte. Pienso que el fertilizante ha sido sin duda una lectura simplista de la sociedad y esa sensación de ser dueño de la verdad y que mueve a muchos.
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