Desde la partida del Transantiago, en febrero del 2007, ha quedado claro que muchas de las cosas ofrecidas no han sido cumplidas.
1. Que sería un medio de transporte moderno y un modelo que revolucionaria la ciudad. A estas alturas lo único cierto es que ha generado tal revolución negativa que muchos quisieron abortarlo ya. Que sea medio moderno de transporte no queda claro al ver los buses orugas enormes, modernos, al lado de micros amarillas enchuladas. De pasadita, el Transantiago, con su mala gestión, ha afectado negativamente la calidad, servicio y funcionamiento de uno de los pocos orgullos de los santiaguinos como es, o era, el metro.
2. Que bajaría el nivel de contaminación. Hasta la fecha los niveles de contaminación siguen iguales que antes.
3. Que habría choferes más profesionales y, por ende, mejor niveles de conducción. Con la cantidad de accidentes del Transantiago, queda en entredicho qué tan seguro es el nuevo medio de transporte.
4. Que se financiaría. El Transantiago es un "hoyo negro". En ese escenario es, entonces, que se "pide a gritos" por las autoridades un subsidio al Transantiago y, de paso, ayudar también a subsidiar el transporte en regiones. Mi impresión es que se mezclan peras con manzanas. Se aprovecha el alto costo del petróleo, que incide en el precio del transporte público, como la oportunidad de acarrear más plata a un sistema de transporte que es un chorreo y despilfarro de recursos. Una cosa es subsidiar el costo del transporte público en regiones y otra, muy diferente, subsidiar el Transantiago. Lo primero podría ser plausible, pero queda la duda si subsidiar el transporte no será tan "efectivo" como lo fue el inyectar mil millones de dólares al fondo de estabilización del petróleo, o sea un "veranito de San Juan". Meter más plata a un sistema que no se sabe cómo hacer operar adecuadamente, que ha mostrado ser ineficiente, sería una aberración inmensa y un despilfarro de recursos que, claramente, tendrían mucho mejor uso alternativos.
Cuando las cosas se hacen mal, las “chambonadas” quedan, decía un reputado ejecutivo empresarial, y esto en el Transantiago es muy cierto. Se elaboró un sistema de transportes que partía de la base de que todo lo que había de micros amarillas estaba malo, desde las micros mismas (vea usted, cuantas micros amarillas “enchuladas” subsidian este moderno sistema de transporte), los choferes, etcétera. Si hubiera habido consideraciones más realistas, se habría dejado la cobertura de las micros amarillas, se habría obligado a renovar la flota de buses y, con la décima parte de lo que cuesta el Transantiago, se habría limpiado la contaminación que dejaban las micros amarillas.
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Foto: Jorge Jorquera / Licencia CC
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peon
No son las chambonadas del transantiago, son las chambonadas de la gente que lo promovió y de quienes lo implementaron y de quienes han promovido un sistema de desarrollo metropolitano tan descabellado en desmedro de la ausencia de uno territorial que no haga necesarias más versiones del transantiago…
La gente no puede impedir esta clase de chambonadas porque el sistema político pasa por encima de ellos, porque la gente no tiene importancia para la clase política y porque la misma no tiene al pueblo y a la patria como a su señor, sino que como a sus siervos o a como sus esclavos…
Sin democracia, el destino al que se acarrea al pueblo, como si fuera una manada de ovejas, es siempre uno en que sólo los lobos engordan y para muestra están los beneficio$ de la clase política, los privilegios de los bancos, las tiendas de retail, las Isapres, o las AFPs…
klfdj