No es extraño escuchar que cuando una mujer se enoja, el hombre le pregunte sarcásticamente ¿andas con la regla? o bien lo piensa. El problema es que esta relación entre la regla y el carácter de la mujer es uno de los motivos por el cual es discriminada a la hora de buscar trabajo, ocupar cargos de jefatura o directivos. Y se suman a otras razones; que se puede embarazar, que va a pedir muchas licencias si tiene hijos pequeños y si está casada, para que va a trabajar si la mantiene su marido, etc.
Las palabras de Yoshiro Mori, expresidente del comité organizador de los Juegos Olímpicos de Tokio y que lo obligaron a renunciar son otro ejemplo: “Cuando aumentas el número de mujeres, si su tiempo para hablar no es limitado, tiene dificultad para terminar, lo que es muy molesto. Las juntas se hacen larguísimas. Les encanta competir a una contra otra”,Los talentos y formación de la mujer son subvalorados al compararlos con los hombres, desaprovechando, por estúpidos prejuicios y tradiciones equivocadas, las capacidades y diferentes visiones de la otra mitad de la población global.
Muchos pueblos primitivos consideran la sangre que expulsa la mujer como “impura” y que contamina a los otros. Algunos tienen la costumbre, durante el periodo, de separarla del resto de la tribu, se le prohíbe cocinar, tiene que estar callada y no puede conversar con nadie, etc. En la China antigua, la sangre menstrual no podía tocar el suelo para no enojar al espíritu de la tierra.
El Antiguo Testamento refleja algunas de estas primitivas ideas y aporta con algunos consejos: “Cuando una mujer tiene su flujo regular de sangre, la impureza de su período mensual durará siete días, y aquello que toque estará impuro hasta la tarde. Cualquier cosa sobre la que se acueste durante su período será impura, y sobre la que se siente. Quien toque su cama deberá lavar sus ropas y bañarse con agua, y estará impuro hasta la tarde. Quien toque algo sobre lo que ella se haya sentado deberá lavar su ropa y bañarse con agua, y estará impuro hasta la tarde. Ya sea la cama o algo en lo que ella se haya sentado, cuando alguien lo toque, estará impuro hasta la tarde.” Lev. 15:19-23.
Otro ejemplo; en las culturas anglosajonas llaman a la menstruación “the curse” que significa “la maldición”.
Aún hoy, en ciertas culturas las niñas no van al colegio y se les practica ceremonialmente la ablación o mutilación del clítoris como signo de llegar a la adultez y es requisito para ser elegida de esposa. En estas sociedades, el matrimonio obligado de niñas con adultos es normal, es decir, el abuso sexual infantil forma parte de sus tradiciones y todo por simple ignorancia. En países como la India las violaciones son habituales, incluso se llega al extremo de hacerlo con bebes de meses. Estas aberraciones son indignantes y entran en el ámbito de la lucha por los derechos humanos.
Los gitanos hacen pasar a la mujer en su boda, por la humillación de tener que superar la “prueba del pañuelo”, si sale con sangre es muestra de su “virginidad” y, por lo tanto, de su “honorabilidad”.
Hasta hace menos de un siglo, principalmente en las zonas campesinas, existía la convicción que la mujer solo se enviaba al colegio para aprender a leer y escribir. Enseñarle más era una pérdida de tiempo. Su función principal era ser una buena “dueña de casa” y conseguir un marido que la mantuviera a quien debía darle muchos hijos, idealmente varones.
No puedo dejar de destacar que la mujer realiza mucho trabajo que no es remunerado y para peor, en su vida cotidiana siempre está presente el riesgo de soportar acoso sexual y en sus relaciones de pareja en ocasiones sufrir actos de violencia, que, en casos extremos, le pueden causar la muerte.
La mujer, en países desarrollados, aparentemente tiene los mismos derechos que el hombre, claro que esto es solo en apariencia, por ejemplo; es cierto que hay igualdad en el acceso a la educación universitaria, pero le es difícil encontrar trabajo y si lo hace será por una renta inferior al hombre. Tiene acceso a la salud, pero a un costo mayor, tiene acceso a créditos bancarios, pero a una tasa de interés más alto. Se le impide o restringe el aborto, por lo tanto, carece de libertad reproductiva, etc.
Con lo leído hasta aquí pueden ver que por culpa de una cultura patriarcal y machista la mujer no la tiene fácil en la vida.
Si deseamos construir una mejor sociedad, esta situación no se puede seguir manteniendo, tenemos normas sociales machistas profundamente arraigadas, que no van a cambiar con leyes más o leyes menos o refundando instituciones. Únicamente será posible cuando se adquiera la necesidad y voluntad de cambiar. En ese momento, podremos trabajar para erradicarlas a través del conocimiento, que se traspase a una mejor educación y mayor cultura, es la única forma de reducir cualquier tipo de desigualdad sexual y de género. Y al reducirlas e idealmente erradicarlas, vamos a beneficiarnos todos.
Actualmente, los talentos y formación de la mujer son subvalorados al compararlos con los hombres, desaprovechando, por estúpidos prejuicios y tradiciones equivocadas, las capacidades y diferentes visiones de la otra mitad de la población global.
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