La China que controla la cantidad de hijos que pueden tener sus habitantes, que encierra y apalea a los que opinan distinto, que vulnera sistemáticamente los derechos humanos es criticada por todos y cada uno de los habitantes sensatos del planeta. No hay duda. Por otro lado, la China que consume a niveles exorbitantes, que produce y comercializa con costos y precios bajísimos y que celebra tratados de libre comercio a diestra y siniestra es aplaudida y querida a nivel mundial. A pesar de haber una China en el mapa nosotros optamos por ver dos: una China nacional y una China internacional. Encontraremos idealistas que creen que hay que cortar relaciones internacionales políticas y comerciales con China, pues sólo así lograremos que éstos sientan la presión suficiente como para abrirse a jugar la vida internacional de acuerdo a las reglas del juego que ha fijado el mundo occidental, esto es, respetando los derechos humanos. Aquellos, tiernos y amorosos, bienintencionados sin duda, se pierden en la ingenuidad más básica de todas: aquel que ose aislarse de comerciar con China simplemente acepta correr la carrera internacional con los pies atados, nadie está dispuesto, políticamente, a correr ese riesgo. Relacionarse con China hoy es vital y quien decida no hacerlo deberá atenerse a las consecuencias macroeconómicas que ello implica.
Pero China no vive feliz jugando con el resto del vecindario. Su apertura comercial (necesaria puesto que era imposible que dicho país se sostuviese sin incorporarse al comercio internacional) le ha significado someterse a ciertas reglas que le eran completamente desconocidas, esto le ha traído tanto beneficios como problemas. Beneficios pues, sin duda alguna, su economía ha crecido y robustecido al punto tal que muchos vaticinan el derrocamiento de Estados Unidos como país más poderoso del mundo, pasando a ser reemplazado por China en un futuro no muy lejano. Problemas ya que, para el pesar oriental, su política interna pasó a ser "cuestión de todos" y no sólo de "ellos". El constante escrutinio internacional en materia de DD.HH. le ha significado a China además de una molestia, un cambio de postura y una mayor inversión en política internacional.
Los orientales, otrora impermeables, se han visto en la necesidad de iniciar una campaña de lavado de imagen internacional pues la presión del orbe ha sido constante y sonante. Los Juegos de Beijing fueron el primer intento que, sin embargo, terminaron siendo un tiro por la culata pues no hicieron más que exacerbar el interés por la situación de los derechos humanos en dicho país. Ya de forma más reciente, la premiación de Liu Xiaobo con el Nobel de la Paz, le significó a China "instar" a los diversos países con los que se relaciona a no asistir a la ceremonia de premiación. El golpe del Nobel fue fuerte y China lo acusó. Por otro lado los esfuerzos por mostrar sus avances al mundo en materia de derechos humanos al interior de su país no hacen más que confirmar la pendiente por la que va "cayendo" China, parece cosa de tiempo que el catálogo de derechos se vaya ampliando al interior de sus fronteras. Su última apuesta busca apaciguar la relación de las dos Coreas puesto que no sólo le interesa tener un vecindario tranquilo (condición imprescindible para el comercio internacional) sino que también buscan mostrar al mundo que son un aporte a la paz mundial, más allá de su contribución productiva y comercial.
Sin duda alguna los avances han sido lentos en materia de derechos humanos, pero no por ello menos significativos. Se ha disminuido el catálogo de delitos sancionados con pena de muerte, se ratificó para el área de Taiwán la vigencia del Pacto Internacional de derechos Civiles y Políticos y del Pacto Internacional de derechos Económicos, Sociales y Culturales, se están protegiendo de mejor manera ciertos derechos de abogados y periodistas, etc., cuestiones que pueden ser consideradas básicas pero que eran impensadas para China hasta hace algunos años atrás.
Todo lo anterior no hubiese sido posible sin la apertura del país en comento al mercado internacional. Sin la China internacional sería imposible presionar a la China nacional en la forma que se hace hoy, con cierto grado de efectividad. La actual (aunque lánguida aún) permeabilidad china no es sino producto del libre mercado internacional, que en su constante necesidad de información, ha logrado poner en la palestra pública de manera constante la situación humana en China.
Esto debe llamarnos la atención: últimamente la postura anti mercado se ha transformado en una moda, calificándolo como el principal culpable de miserias y dolores sociales en Chile. Dicho análisis es injusto, el mercado como todas las cosas tiene virtudes y defectos, estos últimos se exacerban cuando la legislación es más pro empresa que pro competencia, cuestión que es la realidad persistente en Chile. Nadie podrá negar que en esta ocasión el libre mercado se anotó varios puntos en materia de derechos humanos, China parece ser su mejor ejemplo moderno.
gabmarin
Guy Sorman contradiría lo que planteas. Esa «China nacional» de la que hablas, es experta en envasar la imagen de la «China internacional» que el mundo compra. El mercado mundial no está logrando que los derechos humanos en China se respeten más. Lo de los Juegos Olímpicos fue una farsa y en lo del Nobel están aún por verse sus consecuencias (aprovecho de comentarte que no logro establecer la relación entre el mercado mundial y el premio, ya que implícitamente sugieres que hay una relación entre ambos).