Cuando hablamos de “conflicto mapuche” ¿Entendemos realmente a qué nos referimos? ¿Será simplemente una huelga de hambre o es algo más? Muchos han intentado dar respuesta a este problema, pero probablemente muy pocos se preguntan qué pasa realmente entre el Estado, los chilenos y el pueblo mapuche.
Para entender a cabalidad esta triple relación, necesitamos recurrir al concepto de identidad y, específicamente, a la “identidad cultural”. La identidad cultural es un concepto multidisciplinario y dinámico que pretende responder la pregunta ¿quiénes somos?, es decir, es un lazo que permite a una nación agruparse compartiendo geografía, costumbres, historia, entre muchas otras cosas. Dado el carácter dinámico del concepto, está siempre expuesto a sufrir variaciones, siendo una de las más violentas e invasivas la transculturación, fenómeno típico de países ricos en culturas indígenas, como es el caso de gran parte de Latinoamérica. La transculturación, según la RAE, es la “Recepción por un pueblo o grupo social de formas de cultura procedentes de otro, que sustituyen de un modo más o menos completo a las propias”.
Este fenómeno, que en la actualidad se ve particularmente facilitado por los altos niveles de globalización que experimenta el mundo, ha calado hondo en nuestra identidad nacional y, si bien parece ser suficiente para explicar porqué ciertos rasgos indígenas de nuestra cultura se han ido “perdiendo”, existe otro concepto que es mucho más explicativo y, según mi opinión, el que da origen al conflicto Mapuche: Hablo del “Etnocentrismo Alienado”. Este concepto, acuñado por Jorge Gissi en Psicología e identidad latinoamericana, se refiere a cómo cierta cultura se siente parte de otra, por considerarla mejor o más elevada. En Chile esto es más común de lo que creemos y podemos ver como cada día queremos ser “más occidentales” que nuestros vecinos limítrofes.
El etnocentrismo alienado hace que, entre otras cosas, se discrimine a aquellos con rasgos autóctonos por considerarlos “inferiores” o “no occidentales”. De esta forma, podemos establecer que la relación chileno-mapuche es una construcción piramidal y jerárquica (y no lo digo yo, piense en la soltura con que suele emplearse la palabra “indio” como improperio). Y es aquí donde se inicia el conflicto. Nosotros, como nación chilena, hemos ido forjando una relación superior-inferior con nuestros pueblos originarios, y, con esto, no hicimos más que juntar leña para que un eventual conflicto estallara de un momento a otro.
Para el Estado, dado este escenario, la solución más simple siempre fue esconder el problema bajo la alfombra, esperando que la transculturación “hiciera lo suyo”.
Dilucidado el origen del problema, la solución, según mi opinión, tiene dos ejes centrales para nada triviales. El primero es, parafraseando al escritor chileno Jaime Valdivieso, aceptar que somos un pueblo mestizo y que, aunque a algunos les duela, NO somos occidentales. Deshacernos del horrible etnocentrismo alienado mediante esta “aceptación” es la única forma de recuperar el carácter integrador de la identidad. Lo segundo es reconocer, tanto social como estatalmente, en el mapuche un pueblo con derechos, digno y valioso en sí mismo (y valioso también para el enriquecimiento de nuestra identidad cultural). En otras palabras: Aceptarnos a nosotros mismos, como chilenos latinoamericanos de sangre mapuche-española, y aceptar, también, al pueblo mapuche, con toda su riqueza y diversidad cultural.
Difícil tarea nos queda por delante, considerando que hemos perdido varios años asumiendo una superioridad que no nos queda. El cambio adaptativo aquí solicitado no es sencillo, pues requiere de aprendizaje y de cambios en nuestra escala de valores. ¿Estaremos dispuestos? Esperemos que sí.
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Foto: Mapuche @ Palacio de la Moneda – antitezo / Licencia CC
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cristian schlegel
Cuanto nos falta como sociedad asumir estas diferencias y realidades por las que hemos vivido tantos años. Considerar la empatía como herramienta básica y crecer considerando la diversidad una oportunidad para enriquecer como personas, familia y comunidades. podemos aprender tanto de la mirada de los demás mapuches, inmigrantes, personas con discapacidad, del norte , del sur , del campo de la ciudad…todos vivimos, viviremos y moriremos juntos.